Uno de los muchos portales internacionales que ofrecen mujeres chinas para ser esposadas dice en su página frontal que “un matrimonio feliz es mejor que 1 millón de dólares e incluso puede ayudarlo a usted a ganarse ese millón de dólares”. La propaganda puede resultar divertida si no fuera porque esconde una dramática situación que ha cogido vuelo en la sociedad china de hoy, que es el del déficit de mujeres para ser desposadas. Sus estadísticas son sorprendentes y se están tornando más agudas con la aparición de sitios web como el reseñado, que lo que promueve es la oferta o exportación de mujeres chinas a otros países, poniendo de relieve sus rasgos de docilidad, bonhomía, entrenamiento para el trabajo y otras virtudes consustanciales a las mujeres de Asia.
Ocurre que este nuevo fenómeno de exportación de novias chinas viene a agravar la crasa falta de mujeres para esposar que experimentan sus propios compatriotas, un fenómeno que tiene un arraigo cultural muy profundo en la China de hoy. El asunto no es solo curioso o anecdótico, es un profundo conflicto social. Las autoridades llevan años tratando de enfrentar el déficit de maneras creativas sin mayor éxito. Este desequilibrio de géneros ha estado provocando actividades delictivas preocupantes que tienen que ver con el comercio ilegal de esposas dentro y fuera del país.
El drama se origina en la ancestral política de un solo hijo. Ella consiguió forzar a las parejas a quedarse solo con los vástagos varones por razones puramente economicistas. El caso es que esta preferencia por el género fuerte para el año 2020 provocará una distorsión social de calibre: habrán entre 30 y 40 millones de chinos incapaces de encontrar parejas dentro de su propio país. Los números son de la Academia China de Ciencias Sociales. El asunto lo agrava el éxodo de las mujeres que son más capaces en lo profesional y técnico, desde el interior del país hacia los centros desarrollados y poblados.
En el año 2014 el Tribunal Popular Supremo impuso duros castigos al tráfico de personas, lo que trajo como consecuencia una disminución significativa de secuestros para este fin. En ese año lograron reducir estos crímenes a menos de 1.000 casos atendidos por tribunales cuando 2 años antes se acercaban a los 2.000 casos. Las penas establecidas en ese año fueron duras y van desde prisión de 5 años a pena de muerte.
Pero el negocio de reclutamiento y de “secuestro voluntario” de mujeres de pocos recursos en las zonas fronterizas para convertirlas en material de intercambio para quienes están en búsqueda de pareja estable no deja de crecer y se ha generado una “ruta de la pobreza” que es un verdadero quebradero de cabeza para Pekín. Muchas de las jóvenes vienen de Laos, Myanmar, Camboya, Vietnam, Mongolia y Corea del Norte. Su precio de colocación en el mercado de matrimonios va desde 9.000 a 15.000 dólares, quedándose cada uno de los intermediarios de una larga cadena de transacciones con cerca de 50 dólares por cada persona.
Muchas de estas mujeres terminan rechazando el hogar chino donde fueron colocadas, tienden a desertar y deben ser repatriadas por las autoridades a pesar de haberse armado relaciones en apariencia consentidas.
El crimen, pues, ha encontrado un asidero y una vía de hacerse ganancias fáciles a costa de la explotación de las miserias humanas y las distorsiones demográficas de la gran potencia mundial.
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