Entre finales de 1991 y principios de 1992 era común escuchar en todos los espacios del país la frase “viene el golpe”, ante la crisis política, económica y social que confrontaba Venezuela, la cual se había agravado como efecto de la explosión social del 27 de febrero de 1989, que había dejado como saldo una enorme violación de derechos humanos, por las muertes de numerosos civiles de manos de las fuerzas militares y civiles, que habían descargado contra la ciudadanía toda la represión de un “Estado”, por no decir de criminales vestidos de cuello blanco, paltó y corbata, quienes en ese entonces ostentaban “todo el poder” que les había conferido el “pueblo”.
A casi tres décadas después de tales hechos, la situación es peor a la vivida por los venezolanos hacia finales del siglo XX. Hoy, la inflación que en ese entonces rondada en promedio 40% anual, ha trepado hasta una gigantesca hiperinflación que el prestigioso economista Steve Hanke señala superior a 25.000% sin concluir el primer semestre del año en curso¹, es decir, que no sería arbitrario afirmar que a este ritmo para finales de 2018 el apocalíptico índice de precios podría traspasar la barrera de los seis dígitos anuales con proyección a las siete cifras. ¡Espeluznante!
En el medio de esta vorágine social, las protestas se multiplican por diversos motivos. Desde la más apartada comunidad de los sembradíos en los Andes venezolanos, pasando por la calurosa y petrolera Maracaibo, hasta el sector de clase media en Caracas, las comunidades salen a las calles para exigir que no tienen servicios de agua ni electricidad, y observamos cientos de ciudadanos esperando en una parada por el servicio de transporte público, mientras los más osados se encaraman como pueden en las llamadas “perreras” para poder llegar hasta sus sitios de estudio, trabajo, o sus residencias, a expensas de arriesgar sus propias vidas, como trágicamente ha ocurrido con diversos accidentes en tales vehículos en distintas zonas geográficas de nuestro territorio.
Y los reclamos de la sociedad vienen acompañados de las protestas de los trabajadores de los diferentes entes públicos por bajos salarios, como es el caso de los trabajadores de la Corporación Eléctrica Nacional (Corpoelec)², o con más fuerza el gremio de enfermería, al cual se le ha unido todo el sector salud, incluidos los médicos, todos levantan la voz, y paralizan sus actividades, no solamente por los depauperados ingresos que perciben, sino por las míseras condiciones laborales con las cuales deben enfrentarse en el medio de un sistema de salud totalmente quebrado³ y sin medicinas ni materiales médico-quirúrgicos con los que puedan atender a los pacientes y enfermos, al punto de que hemos tenido que presenciar cómo una venezolana nos muestra su seno afectado por un cáncer ante la desidia y abandono de unas “autoridades” a quienes evidentemente no les importa la vida del pueblo.
¿Y cuál es la respuesta de los jerarcas del madurismo ante los reclamos de los trabajadores por reivindicaciones salariales y condiciones mínimas de trabajo? Pues, aplicando la praxis de las más rancias dictaduras, al estilo nazi, llegan los funcionarios de los cuerpos represivos del gobierno, y no sin antes arrodillarlos, terminan apuntándolos con pistolas⁴, como forma de amenaza en caso de que continúen mostrando sus inconformidades con el patrono, en este caso la cúpula del neototalitarismo. En otras palabras, protestar es un delito para los maduristas, mientras los salarios apenas superan uno o dos dólares mensuales, que apenas alcanzan para comprar unas pocas hortalizas o legumbres. ¡Aberración humana!
Y todo esto ocurre cuando en este 2018 se habla de más de 30 detenciones a efectivos militares⁵, pero además con una cantidad de ascensos militares que desborda el promedio de años anteriores en términos de la población castrense, pero más grave aún, con denuncias de que tales “ascensos” se dieron bajo la firma de un presunto juramento de esos militares en garantizar lealtad absoluta a Nicolás Maduro⁶.
Verbigracia, si tomamos como cierta semejante denuncia, que no ha sido desmentida por la cúpula de la Fuerza Armada, tendríamos que el presidente de la República estaría por encima de la Constitución y las leyes, que es el juramento que hacen todos los militares ante el Pabellón Nacional cuando se gradúan en sus diferentes promociones. ¿Digo?
Y preguntamos, si tal denuncia de exabrupto constitucional y de abuso de poder fuera verdad, ¿por qué hacerlo ahora y no antes? ¿Por qué tal “juramento” no quedó plasmado en la Constitución de 1999? O para ser más tajante, ¿por qué nunca Chávez solicitó que se le firmara un juramento de lealtad hacia el ejercicio de su presidencia, incluso posterior a los días del golpe de Estado del 11 de abril de 2002?
Si fuera por documentos o “juramentos” cualquiera haría con la historia lo que le diera la gana. El cauce histórico de los pueblos no puede alterarse y menos cuando surgen revelaciones de los pueblos, porque estos son en definitiva los únicos que construyen su presente y porvenir.
Se equivoca Maduro si piensa que un “juramento” que cualquier militar firme a su favor podrá escribirle y asegurarle perpetuidad en el poder. Parafraseando a García Márquez, cuando algún gobierno se enfrenta ante una crónica de derrocamiento anunciado, ni porque Chávez hubiese firmado un juramento a favor de Carlos Andrés Pérez en aquellos tiempos, tal escrito jamás hubiese podido evitar ni la sublevación militar en su contra de 1992 y menos su salida del poder.
El madurismo desesperadamente intenta forzar el rumbo de nuestra historia. Cuando los pueblos son sometidos al hambre, la pobreza, la miseria y la violación de sus derechos humanos, esos gobiernos han terminado escribiendo en la historia que ese poder, por muy déspota y totalitario que haya sido, siempre ha tenido sus días y horas contadas. Que no queden dudas, el gobierno de Maduro es la crónica de un derrocamiento anunciado
¹ http://www.el-nacional.com/noticias/economia/hiperinflacion-anual-supero-25000_238106
³ https://www.aporrea.org/trabajadores/n327630.html
⁴http://elestimulo.com/blog/trabajadores-de-hidrocapital-denuncian-acoso-laboral/