El deterioro progresivo de los servicios públicos en Venezuela incrementa de manera alarmante la desesperación del ciudadano común, el cual no cuenta con las ventajas de los poderosos que actualmente se mantienen gobernando y de los privilegiados oportunistasque ante una falla de energía eléctrica o de agua no tienen la repercusión dramática de estas situaciones porque cuentan con planta eléctrica y tanque de agua de gran capacidad que les asegura el suministro constante de estos dos servicios indispensables para la calidad de vida de cualquier ser humano.
En las edificaciones en las cuales se concentra el Poder Ejecutivo nunca faltará el agua ni la luz, y por supuesto quienes habitan en los mismos se sentirán seguros de no sufrir esta dramática calamidad.
La crisis eléctrica y de agua se ha extendido a todo el territorio nacional. Nadie se salva, excepto los mencionados anteriormente, de tener que vivir con la angustia de que en cualquier momento una falla eléctrica imprevista pudiera poner en peligro hasta la vida misma o la falta de agua que están padeciendo extensas zonas del país, que llevan hasta más de tres meses sin beneficiarse de este líquido vital. Todo esto pone a la población al borde de un colapso emocional, situación que es más grave en las regiones del interior del país cuando la comparamos con el Distrito Capital.
La infraestructura de los hospitales en todo el país se deteriora de manera progresiva y dramática. Los dos soportes básicos para el funcionamiento de un centro de salud son la electricidad y el agua, por eso su suministro debe ser de manera regular y permanente para garantizar incluso la vida del paciente.
El sistema eléctrico interno de los centros de atención, sobre todo en los hospitales tipo III y IV, es decir los de mayor complejidad y número de camas operativas está sumamente afectado. Las plantas eléctricas de emergencia no tienen capacidad de respuesta para todas las áreas críticas que deben cubrir ante una falla y que representan el 30% del total de servicios hospitalarios y en tal caso que pudieran responder no duran el tiempo requerido con la adecuada autonomía en caso de que dicha falla se prolongue en el tiempo. Podrá usted imaginar el riesgo que corre el paciente que está en una unidad de terapia intensiva y conectado a una máquina que lo mantiene con vida o el que está en un quirófano sometiéndose a una intervención quirúrgica, los recién nacidos que están en las unidades de terapia intensiva neonatal o los pacientes que están en un proceso de hemodiálisis, entre muchos ejemplos, ante un corte de energía eléctrica y que no haya respuesta de la planta de emergencia.
En nuestro país hay grandes valores desde el punto de vista profesional y técnico que son expertos en materia de infraestructura hospitalaria, y en el caso del sistema eléctrico quisiera resaltar un trabajo de investigación realizado por un grupo de expertos ingenieros de la Universidad Simón Bolívar, que data inclusive antes del inicio de esta nefasta administración, en donde resaltaba que el primer problema en los hospitales de mayor capacidad era el sistema eléctrico, al que no se pudo dar mantenimiento por la falta de recursos en aquel entonces, en dicho trabajo daban las recomendaciones que incluso siguen vigentes.
Durante los casi 20 años de este “gobierno” y habiendo contado con la mayor cantidad de recursos financieros, los cuales despilfarraron, el problema se ha agravado por la precariedad del sistema eléctrico y falta de mantenimiento en los centros hospitalarios, lo que no permite el adecuado soporte para que funcionen inclusive equipos de alta tecnología. En los actuales momentos se ha sumado el problema sanitario en el cual incide la falla en el suministro de agua que determina el alto riesgo de contaminación sobre todo en áreas de atención vitales como quirúrgica y cuidados intensivos, por lo que las infecciones hospitalarias están a la orden del día poniendo en peligro la vida de los pacientes.
El apagón del pasado 31 de julio en varias regiones del país, incluido el Distrito Capital, fue un ejemplo del caos que esta situación genera en los hospitales donde no hubo la adecuada respuesta de las plantas eléctricas. Esperemos que no se repita, aunque es muy probable que nuestros deseos no se hagan realidad dada las malas condiciones del sistema eléctrico nacional, además de las fallas y racionamiento del agua a la que está siendo sometida toda Venezuela.
Mientras esta grave situación persista con relación a estos dos servicios básicos, el funcionamiento de los hospitales seguirá en jaque con la dramática repercusión en la atención de los pacientes
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