Recuentos, videos, fotos, ensayos y el filme Amaneció de golpe (1992), texto de José Ignacio Cabrujas y dirección de Carlos Azpurua, documentan a su modo el intento golpista del grupo militar que desde hace 26 años, a sangre y fuego, pretende instaurar en Venezuela el castrocomunismo bajo la etiqueta “socialismo del siglo XXI”. De ese archivo testimonial y analítico pervive la imagen que selló el estilo y la meta del hecho: un tanque de guerra forzando la reja frontal del Palacio Miraflores, sede central del Poder Ejecutivo, en directo al asesinato de Carlos Andrés Pérez, presidente constitucional en funciones, rescatado de milagro por sus guardias.
Esa fechoría golpista se consolidó 7 años después como régimen dictatorial mediante un sufragio de ley democrática avalada por la mayoritaria votación de una sociedad inmediatista, políticamente inmadura, cuya dirigencia confiada en su estabilidad no quiso admitir sus fallas. Por 40 años heredera de una riqueza física y conceptual, miró hacia otro lado cuando le advirtieron sobre su fragilidad.
Comenzó el hamponato chavista con método de trapiche que engaña violando sin tregua el Estado de Derecho, demuele adversarios desde supuestas elecciones y pactos, aniquila toda disidencia con matanzas y masacres a quemarropa, tortura, prisión, hambruna y presuntos diálogos pacifistas. Nido de víboras fratricidas obedientes al injerencismo castrocubano hoy putinesco, pandillas fieles a la tradición revolucionaria que implosiona bajo terror con luchas internas entre mafiosas élites y sus padrinos.
Cosas sabidas y hasta el hartazgo. ¿Qué falta por comprobar? Algunos detalles:
si en 20 años de progresiva destrucción jurídica, material y ética, al fin se construyó un sólido sistema partidista disidente, demócrata y modernizado, sin la maña del “como vaya viniendo vamos viendo” aquella frase del personaje Eudomar Santos en la telenovela Por estas calles, libreto inicial de Ibsen Martínez. Si ya conocen a fondo los códigos totalitarios mundiales y la manera eficaz de liquidarlos evitando su permanencia y reproducción local con disfraces, otra vez, de pacíficas palomas, léase Nicaragua, Bolivia, quizá Colombia, Ecuador, Brasil. Si esa dirigencia opositora disfuncional admite su fracaso y errores con humildad. Si comprende que el pueblo, manipulado por igual desde la revolución unipartidista y la dividida oposición, ya no les cree, se cansó, busca sobrevivir como sea. Si entiende a fuerza de golpizas y embustes que el homicida militarismo solo puede ser extirpado desde una legal rebelión masiva, en principio conducida (en orden alfabético) por Alianza Bravo Pueblo, Causa Radical, Vente, Voluntad Popular y cívicas organizaciones independientes, con ayuda clandestina de un sector militar demócrata y apoyo externo frente a la crisis humanitaria. Unidos en un frente basado en el 350 constitucional, acciones de coherente, firme desobediencia ciudadana, que anulen a la ilegítima asamblea narconstituyente. Hacia una transición para votaciones que elijan.
Y si ya mismo avisan el inicio de un tiempo difícil pero fructífero mientras se recogen escombros y se siembra un árbol sobre cada una de las 300.000 tumbas derivadas de esta fecha hamponil, cuyo saldo aniversario celebran sus jefes y esclavos marchando y bailando sobre ríos de sangre inocente.
Por eso, en sus desfiles marciales, mitines populistas y eventos oficiales, lucen cachuchas, gorros y banderillas de su color genético, sanguinariamente rojo.
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