COLUMNISTA

Creer o no: la versión incorrecta del 4F (XIV)

por Antonio Guevara Antonio Guevara

Era solo un café con leche con un pancito dulce, servidos por el cordial portugués Manuel que hacía de anfitrión a sus clientes habituales. Sobrevivientes de la trinchera de una pensión y combatientes de miles de batallas retóricas que se iniciaban todas las mañanas en la formación de lista y parte de la panadería habitual en la terraza. La mayoría arrastraba aún los costurones de los treinta años de servicio y los cuatro de formación en los institutos. En todos, la ceremonia de graduación conjunta de alféreces y guardiamarinas se paseaba en la memoria por los patios de honor ante la entrega de un sable de honor por parte del comandante en jefe de la época. Betancourt, Leoni, Caldera, Pérez I y Luis Herrera. La agrupación de parada y desfile y la marcha presidencial del jefe de estado ingresando, atropellaban en las emociones ante las voces de mando del comandante de la agrupación. ¡Con vista al ciudadano presidente de la república, atención presentennnn… arrr! El personaje central de esa terraza humeante de café es un viejo general retirado integrante del Alto Mando Militar en los tiempos duros de la democracia que se inició después del 23 de enero de 1958.

El viejo jefe, quien pasó al retiro manejando su eterno LTD Landau de 1976 de color ocre y techo negro de siempre, sobreviviente de talleres mecánicos y acosado por las turbinas de latonería y pintura. El viejo carcamal rodante hacía con el jefe militar una unidad perfecta cuando rodaba en Fuerte Tiuna. Todavía estaba viviendo en Valle Abajo en su apartamento comprado a través del Ipsfa, en austeridad, y tenía las suficientes credenciales de honestidad para hablar como lo hacía. Sin ningún tipo de reservas y seleccionando las palabras exactas para que se interpretara correctamente el sentido de su expresión. Y lo lograba. Tanto como con la alineada y bonita caligrafía, cuando dejaba algún manuscrito. Con esa manera particular de abordar las cosas, le dejó al grupo un texto alineado y cubierto en una perfecta formación de narrativa de lo que decía y nos dejaba también sin nada, para obligarse a decirlo oralmente en el próximo café: “El 4F se montó en todo su diseño con la banda venezolana de los siete a bordo de la corbeta colombiana Caldas desde el año 1987.”

La banda de los siete era su manera anecdótica de referirse a los miembros del alto mando militar de la época de CAP II como comandante en jefe. El ministro, el inspector, el jefe de Estado Mayor, y los cuatro comandantes de fuerza le hacían en sus comentarios el maravilloso número 7 para debatir y acordar todos los asuntos relacionados con la seguridad y defensa del país.

Díganme una cosa y esto lo desarrolló en el siguiente café después de dejarnos la otra inquietud un viernes. Como una asignación de fin de semana mientras se esperaba el lunes con la ansiedad de la respuesta: ¿son mejores aquellos generales y almirantes de los últimos años de la cuarta república que estos de la quinta? Aquellos propiciaron esto, y estos solo se han dedicado a usufructuar lo que aquellos diseñaron y estructuraron. Cuando aquellos dejaron de estar en la jugada se pasaron de bando, pero no se han atrevido a echar sus cuentos y las intrigas de aquella época. Son parte de lo mismo. Tienen el mismo ADN de la corrupción y de la cobardía para asumir. Puede haber una excepción. Pero mientras se mantenga la cultura del silencio y la solidaridad ante el botín, todos son iguales. Es difícil que alguno aguante una curucuteada de patrimonio. Fincas, apartamentos en Miami, panaderías, yates, inversiones en la bolsa de Nueva York, campañas electorales sufragadas de su propio bolsillo, flotas de carros lujosos y activos en los cercanos paraísos fiscales, son parte de las garantías que construyeron los integrantes de la banda de los siete, al menos para siete de sus generaciones. Echen números. En el bolsillo de ellos está el sudor y los miedos de todos los profesionales militares y la tropa de las cuatro fuerzas que corrieron el riesgo de muerte en aquellos días de agosto de 1987 a lo largo de la frontera común con Colombia. Y también en el destino de la soberanía y la territorialidad de Venezuela. Entonces yo les pregunto a ustedes que son más jóvenes que yo ¿Son distintos estos de aquellos?

El general siempre decía para cerrar esas tertulias de panadería con café con leche espumoso y pancito dulce: la banda de los siete, siempre se sellaban en sus marrullerías con decisiones unánimes, sin disidencias y desacuerdos con el maravilloso número 7. Como los gatos y sus siete vidas, en esa sala de reuniones de la Junta Superior de las Fuerzas Armadas Nacionales tomaban las decisiones para garantizarse la vida en las cuentas bancarias de sus siete generaciones posteriores. Y allí mismo, en la arena de esas discusiones de mafiosos, dejaban enterradas las deposiciones con las que desangraron los dineros públicos que se destinaron para las compras militares derivadas de la incursión de la corbeta colombiana ARC Caldas al golfo de Venezuela. En el puente de mando de ese navío neogranadino la tripulación, encabezada por el ministro y los demás de la banda de los siete, navegaron con buen viento y buena mar desde 1989 por el océano del Plan Global de Adquisiciones; desde donde reportaban al puesto de comando en Miraflores los asedios de un golpe que no podía coordinarse sin el beneplácito del quinto piso, y sin la luz verde de las agencias militares de inteligencia que ellos controlaban con el alumbramiento de sus soles de generales y almirantes. Por eso es que allí no se va a conseguir registrados un punto y una sola coma de la conspiración y del golpe del 4F. Nada.

Mientras apuraba el último sorbo que le quedaba en la taza, con una buena removida con la cucharita y el dedo meñique levantado al mejor estilo de don Fanucci en El Padrino parte II, apuró gustoso el café y remató juiciosamente su intervención: el golpe lo conocía todo el Alto Mando Militar y prefirieron asustar y distraer a Pérez con el control en tiempo real del teniente coronel Hugo Chávez y todos sus subalternos, que lo hacían desde los tiempos de la Academia Militar de Venezuela, mientras ellos se ponían buchones con el Plan Global. Hablamos de 1.139 millones de dólares que después se le echó una arrimadita hasta los 2.000. Eso no es una concha de ajo. Averigüen el entramado de complicidades y de ñemeo entre los generales y almirantes desde 1989 hasta 1992. El mismo CAP en su momento decía que el dinero y la tos no podían esconderse. El carraspeo y la expectoración de estas cuentas se oyen aún en Islas Caimán, Bahamas, en las propiedades inmobiliarias de Miami y con los traders de Nueva York.

Pero… era solo una charla cordial entre colegas jubilados con un pancito dulce y un café con leche espumoso. Una tertulia que se repetía de lunes a viernes hasta que la hora del almuerzo los levantaba automáticamente con el menaje debajo del brazo como si una corneta estuviera tocando a rancho.

Se han preguntado ustedes como se activaron las investigaciones judiciales sobre las compras militares de ese momento, en el cuándo, en el hasta donde podía llegar esa pesquisa. Las del ejército con los batallones de tanques que no se entregaron y la munición que afectaba al entorno más íntimo y privado de CAP podía alcanzar en esa secuencia de Gardenia Martínez, Orlando García, Nancy Matos hasta la mismísima señora Matos. ¿Se imaginan? O el tema de los tanques AMX – 30, o el sistema de comunicaciones de la Armada. ¿Se imaginan la posibilidad de un auto de detención para Nancy Matos la cuñada? La posibilidad de que el largo brazo de la justicia militar, inducido desde la banda de los siete alcanzara incluso hasta Cecilia. Y en este momento el general parecía un instructor de táctica general en la Escuela Superior del Ejército desarrollando la secuencia de ir pasando por los objetivos secundarios desde la posición de ataque, la línea de partida hasta el último y más importante que significaba el cumplimiento de la misión operacional. El palacio de Miraflores ¿Ustedes se han puesto a especular en la coincidencia de la primera aparición del Cicerón de José Vicente Rangel a finales de 1990? Jotavé es uno de los 25 notables suscriptores del primer comunicado el 10 de agosto de 1990. Los datos que llegaban puntuales para la columna Los hechos y los días hasta la quinta Araguaney en la calle Los Erasos de la Alta Florida salían desde algunos de los bastones de mando de los siete. Se les olvida que toda la defenestración de Pérez se inició con la denuncia del mismo Rangel por los dineros de la partida secreta. 1990 es un momento cuando ese proceso de pagarés, control perceptivo, recepción y demás trámites burocráticos que en los dólares Caldas disparaban las transferencias para la mayoría de la banda de los siete y los miembros inescrupulosos de su corte. El último disparo de hoy pueden llevárselo de tarea hasta el próximo café ¿cómo se chantajea a un presidente como Pérez II?

Pero bueno, y pensar que todo había empezado solo en un pancito dulce con el café con leche.

Generalmente cuando el general se levantaba, se disolvía la reunión y hasta que lo veíamos abrir la puerta de su leal y sobrio LTD Landau no terminábamos de irnos.

Con la misma solemnidad con que se sentaba, se levantaba y se despedía cordial y respetuoso con todos los de la mesa como si aún le estuvieran rindiendo los honores al grado en sus cuarteles de antaño. Todo un personaje.