COLUMNISTA

Creer o no: la versión incorrecta del 4F (XIII)

por Antonio Guevara Antonio Guevara

El tiempo ha demostrado que en Venezuela fuimos unos perfectos hijos de la madre patria. Es difícil negar la ascendencia en el calco de unos patrones socioculturales arrastrados a lo largo de mas de doscientos años de republicanismo en superficie. Especialmente en lo político y en el militarismo, y en el hijo bastardo de este, el golpismo. España nos ha cedido en esta su provincia de ultramar, su larga historia de componendas de palacio, de intrigas de corte, de conjuras en nocturnidades y de complots detrás del trono para llegar al poder, para cederlo y para descabezar por la vía del uno, dos, tres, todo aquello que se ponga en el camino, no importa a costa de que y por encima de quien o de cualquier escrúpulo; especialmente el constitucional. Hemos sido unos perfectos hijos de la madre patria, a excepción del último capítulo golpista de la historia levantisca y rebelde de la península.

En el golpe de Estado del 23F en España se desprende toda una pedagogía de enseñanzas de poder que se reeditaron malamente en algunos sectores políticos y militares en Venezuela en el otro que se trató de calcar en el 4F. Entre ambos numerónimos hay 19 días de diferencia de manera lineal y sencilla desde el punto de vista aritmético. Cronológicamente, también hay una diferencia real en 11 años si nos atenemos a los eventos militares y políticos con que se identifican ambos hitos ante la historia, uno del año 1981 y el otro en 1992. Hay otras que reseñaremos más adelante en el texto. Y desde los enfoques políticos, legales, penales, y personales hay tantas igualdades y paralelismos que muy bien pudieran poner a Plutarco a incorporar en un tomo aparte en las Vidas Paralelas, con los referentes del teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero Molina en España y el teniente coronel de paracaidistas Hugo Chávez Frías en Venezuela y sus correspondientes golpes. Las igualdades, los paralelismos y al final las diferencias dan para una narrativa bien abultada de enseñanzas hacia Venezuela, que muy bien pueden constituirse en severas y profundas reflexiones. Todo ese trasfondo conspirativo del antes, el día cantinflérico del durante, los 6 años previos a la victoria electoral del 6D y los 24 que siguen sumando y corriendo en el después; que han transcurrido de revolución bolivariana. Todos esos desarrollos permiten concluir que cuando se compara el 23F y el 4F linealmente, hemos sido malos hijos de la madre patria en seguir el ejemplo. Allí están los resultados en la destrucción de la unidad nacional,  en el funcionamiento como un estado fallido y forajido penetrado hasta los tuétanos institucionales por el narcotráfico y la corrupción, en sus alianzas con el terrorismo internacional, y en una institución armada que cogobierna y sostiene al régimen con graves acusaciones de violaciones a los derechos humanos de sus ciudadanos. ¿Las evidencias? Están sobre los 7 millones de venezolanos que hacen diáspora alrededor del mundo y el rol que juega Venezuela desde entonces en el concierto político, económico, social y militar de la comunidad internacional.

Vamos a lo primero. El 23F tuvo cinco actores principales en todo ese elenco. Su Majestad el rey Juan Carlos I, el jefe del Estado; el señor Adolfo Suárez, presidente del gobierno y de salida ese día; el teniente coronel Antonio Tejero Molina, la figura mediática del golpe en el congreso; el teniente general Jaime Milans del Bosch, el poderoso capitán general de la III región militar con sede en Valencia; y el general de división Alfonso Armada y Comyn, X marqués de Santa Cruz de Rivadulla y cercano a la casa real por su reciente cargo de secretario general. Detrás de todo eso hay un complejo entramado de remanentes de los tres duros años de la guerra civil de 1936, de anticomunismo y de anti republicanismo, de clericalismo monárquico, de combate al terrorismo, de la defensa de la unidad de España ante los intentos autonómicos, acumulados desde el mismo momento en que el generalísimo Francisco Franco, jefe supremo del bando sublevado y después del estado y del gobierno desde 1939 hasta 1973 cuando empieza a generarse la evolución hacia la democracia. Todo un ambiente hábil y perfecto para tejer una armadura conspirativa que estaba precedida también por los graves problemas políticos, económicos y militares arrastrados desde mucho antes de la transición iniciada del franquismo a la democracia en 1975. Sobre ese contexto se diseñó una conspiración al más alto nivel que se desenlazó en el golpe de estado del 23F.

Los protagonistas en su más alto nivel eran franquistas de uña en el rabo. El general Milans del Bosch fue un activo combatiente nacionalista durante la guerra civil y participa con la División Azul en el sitio de Stalingrado durante la II Guerra Mundial en 1943. Ese día decreta el estado de excepción en Valencia y saca las tropas a la calle ocupando las principales oficinas de gobierno. En tanto el general Armada, parte del bando rebelde de 1936 fue compañero de trinchera con Milans en la División Azul y monárquico catolicista. Durante el golpe se presenta en las cortes para formar un nuevo gobierno que él iba a presidir con la anuencia de Su Majestad, según su testimonio. El comandante Tejero, ya había pasado por arrestos y ceses de mando, y hasta siete meses de prisión por una extraña operación militar denominada Galaxia, un plan conspirativo en 1978 durante la transición española,​ que más tarde se pretendería hacer pasar como una simple tertulia. Tanto como si el ministro de la defensa venezolano hubiera invitado a Hugo Chávez a almorzar antes de 4F después de tantos expedientes e informes conspirativos.

Hasta ese lunes a las 6:15 de la tarde cuando el teniente coronel Tejero ingresa al palacio de las cortes, tricornio bien ajustado, bigotes a lo charro y pistola en mano ordenando ¡Todo el mundo al suelo! las similitudes con el caso venezolano son casi exactas. No olviden el asalto y trifulca del 24 de enero de 1848 al congreso nacional. Después de las diecisiete horas y treinta minutos de duración del golpe del 23F – el 4F duró exactamente veinticuatro horas y treinta minutos – se empiezan a manifestarse unas diferencias significativas que le abrieron a España un camino bien expedito hacia la democracia y las posibilidades de enterrar definitivamente el militarismo y el golpismo. La atronadora derrota del golpe consolida la democracia renqueante y vence de manera decisiva y terminante el histórico golpismo peninsular. Desde hace cuarenta años no ha levantado la cabeza. Como en Venezuela desde el 23 de enero de 1958 hasta el 4F.

Esas diferencias fueron entre otras: en primer lugar los cabezas visibles del golpe fueron enjuiciados y condenados. El teniente coronel Tejero fue sentenciado a treinta años de reclusión por el delito de rebelión militar consumado, con agravante de reincidencia, con pena accesoria de pérdida de empleo (expulsión de la Guardia Civil y la pérdida del grado) e inhabilitación durante el tiempo de la condena. Salió en libertad condicional después de cumplir un tercio de la condena. El general Milans del Bosch fue procesado y juzgado por un tribunal militar por el delito de rebelión militar. Fue condenado a 30 años de prisión y expulsado del ejército. Salió en libertad condicional por haber cumplido 75 años. Al general Armada le impusieron una condena de 30 años de cárcel y la pérdida de empleo. En 1988 el gobierno socialista de Felipe González le indultó por razones de salud. Los 4 comandantes del 4F apenas llegaron a dos años y no se les terminó de instruir un sumario.

Inmediatamente después del golpe hubo manifestaciones multitudinarias a favor de la democracia, de la constitución y de la corona, y en contra del golpe; encabezadas por los principales lideres políticos oficiales y de la oposición, uno de ellos Felipe González que posteriormente presidiría el gobierno. Ningún líder político de peso hizo fuerza ni campaña para que pusieran en libertad a Tejero, ni a Milans ni a Armada; mucho menos agarró tribuna discursiva en las cortes para justificar el golpe. La prensa de la época no editorializó para justificar la asonada. A pesar de que quedaron muchos cabos sueltos en la investigación y en el juicio, las principales sindicaciones recibieron el castigo establecido en las leyes. Fue un triunfo de la justicia y de la constitución. No hubo carajitos en carnaval ni semana santa disfrazados de Tejero con tricornio y mostacho. Y al rey no le pasò por la mente la posibilidad de otorgarle una medida de gracia que sacara de la cárcel a Tejero, a Milans o a Armada, tongoneándose con argumentos y justificaciones, sin que se dejara de ver el bojote cómplice. Todo eso fue suficiente para consolidar la democracia en España.

Creo que no es necesario ir a más profundidad en los detalles de esas diferencias que desde el 4F y tomando como referencia el 23F nos ponen en el lugar de ser malos hijos de la madre patria desde hace cuarenta años.