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Creer o no: la versión incorrecta del 4F (V)

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Quienes hayan tenido la oportunidad de haber compartido con Hugo Rafael Chávez Frías desde sus tiempos de formación en la Academia Militar de Venezuela entre 1971 – 1975, deben saber que su apodo entre sus superiores, sus compañeros y sus subalternos era Furia. Era una ratificación de la influencia de su tierra barinesa en un magnífico joropo homenaje a un caballo coleador. Se trataba de un rocín criollo que fue obsequiado a don Teodoro Heredia, un vecino cojedeño, en 1959. En ocho años este equino se hizo a conocer en todas las mangas de coleo del territorio nacional por su habilidad para producir coleadas efectivas. La historia del caballo la inmortaliza Juan de los Santos Contreras “El Carrao de Palmarito” con un joropo en su honor después que el 27 de enero de 1967 un coleador envidioso le descargara diez tiros. Después de muchos intentos para salvarlo, el noble bruto murió ocho días después. En el patio de formación, en los pasillos de las compañías de cadetes, saliendo del comedor, en los dormitorios, durante la limpieza de armas de los viernes, en los ejercicios en el terreno era común oír a Hugo Chávez entonar el joropo “♪♫ Furia se llamó el caballo del señor Teodoro Heredia♪♫.  ♪♫Las muchachas por apodo le llamaron azucena. ♪♫El celaje de los llanos, el tigre de la trinchera. ♪♫Era bonito caballo, color ruano ponche crema. Ayyy ponche crema♪♫.

Los primeros días de enero del 92 en la quinta número 49 de la calle Los Pinos de La Florida la música habitual era de los románticos rusos y los autores de principios de siglo. Igor Stravinski, Piotr Tchaikovsky, Aleksander Borodin, Aleksander Dargomyzhski. Nada de joropos ni música venezolana de llano adentro. Por eso le parecía extraño al doctor esa entrega que le hacían los dos generales del ejército de un casete de audio o cinta casete del cantador Contreras con las instrucciones precisas de oírlo y fijarse las fechas próximas. Allí estaba todo. Eso era suficiente para estar pendiente en cómo se iban a desarrollar los acontecimientos. Especialmente el día del inicio de las coordinaciones finales operativas y el correspondiente al desenlace. Lo que se llama en planificación militar el día “D” y la hora “H.” No había oportunidad de extender más los detalles, ni de afinar y estirar más las coordinaciones con todos los comprometidos. El viaje del presidente de la república a Davos en Suiza a un foro económico mundial permitía encajar en las fechas y daba la oportunidad para sorprender en la ejecución del plan. Los oficiales designados como enlaces operativos en la ciudad de Caracas ya habían terminado de acoplar a los oficiales comprometidos y a las unidades establecidas en la organización para el combate. Extenderse en fechas podía originar graves filtraciones de las informaciones y comprometer la operación. Después de las despedidas, el doctor, aislado en la comodidad de la biblioteca, se instaló para oír la canción. Se sentía extraño. Tenga cuidado en fijar las fechas. Solo eso y esperar. No hay necesidad de establecer comunicación con nadie más allá de nosotros. Y en efecto se dedicó a esperar. A pesar de haber tenido una estrecha vinculación familiar, política y personal con los cuarteles, no se sentía en dominio de la jerga militar. Esa relación sobre un vocabulario tan especial, el uso de símbolos en sus contactos de superior y subalterno, las líneas en su desempeño diario en el servicio y la tendencia a convertir lo cotidiano en una formación, en vivir en un permanente dispositivo para entrar en el combate, de estar frente a un enemigo imaginario, los hace dueños permanentes del misterio, del secreto y la desconfianza. La discreción y la reserva de los patios de formación, del vivac y de las maniobras se traslada hasta todo en sus relaciones. Esa ascendencia lineal en las generaciones por la vía de los Uslar y de los Pietri desde la época de la independencia, más el contacto estrecho en el servicio laboral con jefes procedentes de las fuerzas armadas le proporcionaba cierto limitado acceso al tema militar. Pero no era un experto. Sus novelas lo obligaron a profundizar en la vida de campaña de los tiempos de la revolución legalista, de la revolución liberal restauradora y sus jefes. Esos tiempos del general Joaquín Crespo, del general Ignacio Andrade, del general Manuel Antonio Matos, del general Cipriano Castro, del general Juan Vicente Gómez, del general Eleazar López Contreras, del general Isaías Medina Angarita y del general Marcos Pérez Jiménez; en cierta forma los vivió estrechamente. Estos, surgidos después del inicio de la democracia solo han permitido unas referencias surgidas del contacto con estos dos generales y por lo que reseñan los medios de comunicación. Este casete era otra cosa. Y su contenido mucho más en el terreno del misterio y las incógnitas. Tenga cuidado en fijarse muy bien en las únicas fechas que va a oír. Y lo tuvo.

Esta es una transcripción textual del libro titulado Así se rindió Hugo Chávez, y es una parte de un párrafo donde su autor señala: “En los primeros días de enero de 1992, hubo una reunión del Alto Mando Militar con el presidente Pérez. La reunión fue convocada por el general Manuel Heinz Azpúrua, director de la DISIP. En esa reunión se analizaron largamente los constantes rumores sobre una posible sublevación militar. El general Heinz le entregó al presidente Pérez un documento que resumía las informaciones que la DISIP había logrado determinar sobre ese asunto. El presidente Pérez ordenó realizar una investigación más detallada sobre esos rumores e insistió que deseaba tener una mayor información a su regreso de Davos. Me entregó el documento en cuestión. Al día siguiente hubo una reunión de la Junta Superior de las Fuerzas Armadas. Allí analizamos el documento. Se resumían un conjunto de indicios, pero no se presentaban pruebas en contra de ninguno de los oficiales mencionados. Se consideró incrementar el esfuerzo de Inteligencia e informar a los comandantes de Grandes Unidades de Combate de todas las Fuerzas. Por mi parte, llamé a mi despacho a varios de los oficiales que aparecían nombrados en dicho documento, entre ellos al teniente coronel Hugo Chávez Frías. En algunas de sus declaraciones ha recordado esa conversación conmigo. Su actitud fue más que respetuosa. En ningún momento me amenazó con llamar a la prensa si se ordenaba su destitución. Me insistió en que eran las mismas calumnias de siempre. Mantuve con firmeza, que, de continuar esos rumores, sería reemplazado del comando del Batallón Briceño”. Es bueno para contextualizar, la fijación de las fechas. Si se hace un alto acá para desmembrar y fragmentar en sus detalles y en sus partes más importantes ese texto de 241 palabras, lo que valdría la pena preguntarse es ¿por qué no se tomaron decisiones? Ante “ese conjunto de indicios” donde no se presentaban pruebas, presentados en un expediente por la DISIP ¿por qué no se profundizaron las investigaciones? según el pedido del comandante en jefe y estas solo se limitaron a una conversación respetuosa de general a teniente coronel en la que pareciera que esta solo se limita al final a darle unas palmaditas cordiales muy cercanas a un atunaquetunatù de reconvención en la mano, de “no lo vuelvas a hacer” tan lejanas y diferentes a la despedida del general Gómez con Delgado Chalbaud mirándolo fijamente a los ojos y decirle antes de enviarlo 14 años preso para La Rotunda “General Delgado, si el sapo brinca y se ensarta la culpa no es de la estaca”. Eran otros tiempos donde las palabras incompetencias y complicidad se escribían posteriormente en las paredes de la cárcel cuando se trataba de conspiraciones para llegar al poder.

Otro párrafo exculpatorio del mismo libro reseña: “Recuerdo que en una conversación que tuve con él (con el general Santeliz Ruiz) en el mes de enero de 1992, en una de las cuentas rutinarias que me daba como Director de Planificación y Presupuesto, me informó sobre una posible conspiración, en la cual estaría comprometido el general Carlos Santiago Ramírez”. Y aquí queda para mis amables lectores toda una tarea para que saquen sus conclusiones de manera unilateral sin necesidad de apelar a la técnica de las partes del cochino para diferenciarlo del ornitorrinco.

Desde 1971 el Foro Económico Mundial, coloquialmente denominado Foro de Davos, es un programa organizado por una ONG internacional donde se reúnen los principales líderes empresariales, los líderes políticos internacionales, así como periodistas e intelectuales selectos, para analizar los problemas globales. La correspondiente al año 1992 fue registrada como parte de la agenda presidencial en el Ministerio de la Secretaria en Miraflores el 27 de enero. Ese mismo día, la fecha y la hora de la salida y la llegada presidencial fueron filtradas a la conspiración con detalles como los posibles integrantes de la comitiva, los edecanes, el vuelo paralelo de la señora Matos, los hoteles y las reuniones previstas en Suiza. Todos esos datos quedaron registrados en el plan de poder que paralelamente venía corriendo en Venezuela. Eran parte del conjunto de indicios sin pruebas que estaban esperando, según las órdenes de Pérez II, por competencias libres de complicidades para profundizarse en una investigación que se empezó para guardar las apariencias y nunca se concluyó contundentemente a la espera de una decisión ministerial o presidencial. Pero… qué culpa tiene la estaca si el sapo salta y se ensarta.

Por los predios de La Florida la música empezó a sonar en los auriculares del doctor en un joropo con el cañón de voz que tenía El Carrao de Palmarito “♫♪Tengo la fecha anotada de la noche que lo hirieron, ♫♪Ayyy que lo hirieron un domingo por la noche del 27 de enero♫♪…” El casete se paraba y se retrocedía ante la insistencia de grabar la primera fecha, y conseguirle armonía ante lo que estaba ocurriendo en el país en ese momento y luego darle secuencia a la siguiente data mientras la música remachaba en la mente para imprimirse y volvía a zapatear en el gañote del Clarín de la llanura “♫♪Tengo la fecha anotada de la noche que lo hirieron, ♫♪Ayyy que lo hirieron domingo por la noche El 27 de enero♫♪…” Ese día del año 1992 ya Pérez II estaba virtualmente herido.

La última estrofa que oyó el doctor lo termina de colocar en situación y fue suficiente para sacar el casete y guardarlo discretamente en la misma biblioteca, apagar el equipo de sonido y pensar en el final de la novela personal que estaba escribiendo, ♪♫Pero era caso perdido, según dijo la enfermera ♪♫ a los ocho días murió el día cuatro de febrero ♪♫ tengo la fecha anotada de la noche que lo hirieron♪♫

Ya en el cierre de esta entrega probablemente muchos de mis amables lectores habrán corrido a YouTube a buscar a Furia y a prestarle atención a la letra escrita en el año 1967, 25 años antes de la muerte política de un presidente.

Furia se llamó el caballo del señor Teodoro Heredia.

Ámsterdam, 14 de octubre de 2022

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