El barril de petróleo se está cotizando cerca de 60 dólares, que no es poco,y no comparado con la gran cantidad de recurso que se manejaron en la primera década de este siglo, aunque tampoco mucho. Sería suficiente para un país de las dimensiones del nuestro, si acá en algo llevásemos una vida normal y tuviéramos un gobierno que se preocupara por el ciudadano. Pero para la galopante corrupción oficial y el gran gasto público es insuficente el monto, incluida la posibilidad de proseguir en el poder remendando una que otra cosa.
No hay real ni para remiendos. No alcanza para nada. En los años noventa el barril llegó a cotizarse a 7 dólares y, con esa poca cantidad se seguía construyendo el país, aunque sentimos el golpe, no nos desmoronábamos porque había país, debate democrático, una inflación que mal que bien manejábamos, industria y comercio, medicinas, comida, etc. Hoy no alcanzaria así el barril llegue a 100 dólares, como lo disfrutó literalmente Chávez para el contramilagro de arruinarnos de Nicolás.
Por largas horas y varios días, en cualquier rincón del país, se va la electricidad, destruyendo la poca tranquilidad que le pueda quedar al ciudadano. Ya sabemos que el Guri no es ni la sombra de lo que fue y para completar, el personal ejecutivo de la empresa eléctrica que fue estatizada y centralizada es ahora conducido por una pila de burócratas que no tienen conocimiento del área y siempre están solícitos para hacer la campaña de Nicolás o para maquillar la ineficiencia y la descomposición del sistema eléctrico. Ya no existen recursos para salvar la industria eléctrica, ni la disposición de hacerlo, excepto que haya un cambio real e inmediato.
Sin embargo, al cortocircuito petrolero y eléctrico, se une otro: el ético y el moral. No les importa que los electrodomésticos se dañen, que haya una feria de zancudos tras cada oscurecimiento de las casas y otra de los delincuentes al ensombrecerse las calles, etc. Pero no sé cómo pueden dormir tranquilos los funcionarios electroburócratas, cuando el problema no es la nevera o la computadora prácticamente irremplazables. Ya el fondo real del problema no es técnico, es de disposición y de ganas de mejorar el país, algo que por supuesto no se dará, pues en casi veinte años entendimos que este modelo político no construye, solo destruye.
Cuesta mucho conseguirlos, pero son numerosas las personas que deben estar conectadas a aparatos médicos que día a día se dañan por la gran variabilidad del voltaje en el sistema eléctrico o simplemente no funcionan porque los hospitales o centros de salud no tienen plantas eléctricas que sustenten las fallas de la red. En Venezuela ya una bombona de oxígeno es vital. Un nebulizador también. No existe clínica u hospital que facilite ambos servicios, porque si los tiene faltarían los medicamentos. Todo esto que parte del simple hecho de decir que no hay electricidad genera un caos en el día a día del venezolano.
¿Cómo puede dormir un paciente con tranquiidad si de pronto el aparato que controla el oxígeno se detiene por un apagón? ¿O los padres que tienen al niño en medio de un ataque de asma? ¿Cómo pueden dormir tranquilos los funcionarios, desde el más alto hasta el más modesto, cuando juegan con la vida de terceros? Son algunas de las interrogantes que nos hacemos cada vez que se nos va el servicio eléctrico, pero la respuesta es muy simple: debemos cambiar de gobernantes y de modelo político. Para eso, como siempre decimos, debemos unirnos para el mismo propósito, que las diferencias no sean obstáculos para llegar a nuestro objetivo. Venezuela no se rinde, Seguimos trabajando.
@freddyamarcano