La aparición casi a diario de noticias que destapan escándalos de alta magnitud relacionadas con nuestro país en el ámbito nacional e internacional llena de indignación a quienes aspiramos a llevar con orgullo el gentilicio venezolano. Dichas noticias alcanzan un nivel de exposición que en muchos casos las elevan a los primeros titulares de algunos de los más prestigiosos medios de comunicación del mundo.
Es así como fuera de nuestras fronteras se ha comenzado a producir un fenómeno que afecta no solo a los venezolanos que han debido dejar el país por causa de la crisis económica o la persecución política, sino a la diáspora en general en la medida en que van saliendo a la luz casos que involucran a “enchufados”, “bolichicos”, lavadores de dinero y demás fauna que mezclada con la gran mayoría de compatriotas decentes comienza a contaminar a todo el colectivo generando dudas sobre quién es quién. También tenemos muy en claro que algunos casos encuadran en lo que ahora se llama “fake news” (noticias falsas) originadas en fuentes interesadas en distorsionar las percepciones o en actividades de servicios de inteligencia nacionales o extranjeros interesados en difundir mentiras útiles a sus fines.
En Estados Unidos, por ejemplo, se hace cada vez más visible, con énfasis en Florida, Texas y Nueva York, la ocurrencia de lo que ahora se llaman “escraches” (acoso verbal público a quienes se supone corruptos o dirigentes del régimen) en los que venezolanos comunes increpan a figuras que se supone son o fueron personajes relevantes del chavismo-madurismo exponiéndolos a la vergüenza pública. Así ocurrió, por ejemplo, con una ex diputada ultrachavista (Hiroshima Bravo) que inauguró un spa en Miami, lo que provocó la movilización de exiliados a las puertas del local hasta que la dama decidió cerrar el negocio y marcharse a otro lado. Lo mismo aconteció con Rafael Ramírez, a quien unos compatriotas abordaron con fuertes epítetos mientras él comía con su familia en un costoso restaurante neoyorkino o el caso de un tal ex teniente Andrade (apodado “el Tuerto”), quien luego de desempeñarse como escolta de Chávez y tesorero de la República ahorró lo suficiente para vivir en la exclusiva área de Wellington (Florida) y desenvolverse en el mundo de los caballos de lujo codo a codo con las clases privilegiadas de la zona. Agréguense los procedimientos judiciales instaurados contra los señores Rincón y Shiera por coimas y lavado milmillonario originado por la corrupción en Pdvsa y pare usted de contar. Caso separado e igualmente importante es el de los “narcosobrinos” que en su momento trajo revelaciones de alto impacto.
En Europa tampoco pasa inadvertido el fenómeno, especialmente en las últimas semanas y meses cuando los medios reportan investigaciones y detenciones en España de un ex viceministro (Nervis Villalobos) y ex directivos de Corpoelec (J. Alvarado) cuyas andanzas generaron el congelamiento de múltiples activos inmobiliarios, además de un pedido de extradición por parte de la justicia norteamericana. A ello deben agregarse las recientísimas noticias que salpican a familiares cercanos a dirigentes de la oposición, las cuales es aún muy temprano para saber si creer o no. Lo anterior sin pasar por alto los manejos en Andorra, otros paraísos fiscales, Asia, hasta México donde se acaba de develar el esquema de robo milmillonario con las cajas CLAP y hasta la aparición de un hermano del ciudadano Tareck el Aissami viviendo a todo lujo en Uruguay sin que se sepa con qué ni de qué, según reciente reportaje de un canal de televisión de Montevideo.
Ante ese panorama el fiscal general (designado por la asamblea constituyente) Tarek William Saab no ha tenido otro remedio que iniciar una “cruzada” investigativa al menos para dar la impresión de que el gobierno sí está interesado en hacer algo –seguramente con sesgo político definido– para abordar el tema que ya amenaza con arropar toda su estructura.
Entretanto nos distraemos con la expulsión de la embajadora venezolana en Ecuador, el retruque con una diplomática de ese país, los comunicados de Cancillería contra la Union Europea, Estados Unidos, Francia, Alemania y pare usted de contar. El mundo entero (salvo Evo y Daniel Ortega) nos señala pero –como es de esperar– desde Miraflores, la Casa Amarilla y Con el mazo dando nos explican que aquello es una campaña de difamación porque tan solo el “bolivarianismo revolucionario” es quien transita la senda de la verdad.
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