En el siglo XIX y durante buena parte del siglo XX, Estados Unidos solía resolver a garrote sus conflictos de política exterior y las que consideraba amenazas en su contra. Sin dejar los mazazos, ahora hay más sutilezas. Las medidas hacia los jerarcas de Maduro, de sus testaferros y demás deudos, constituyen un ejemplo de cómo el poder mundial no es mamadera de gallo, y cuando los batracios se ponen a jugar con el narcotráfico, los dólares, el terrorismo y la violación sistemática de los derechos humanos, torcer el nudo en el cuello, paso a paso, da resultados.
¿Se acuerdan cuando Chávez y Maduro se burlaban de las sanciones? ¿Se acuerdan cuando los epifenómenos como Padrino López y El Aissami desestimaban las acciones de Washington? A paso imperial, con pisada de oso, una sanción, tras otra y otra, afectan el centro del poder rojo; a los personajes que siempre pensaron que eran invulnerables mediante la conocida táctica del pajarito: dejar un poquito aquí, y unos saltitos después dejar otro poquito (de dinero) y así hasta la impunidad. Si una bruma atravesaba la marcha triunfal de ese poder vicario, existían los millones de dólares para ahogar el trastorno con un costoso lobby. Así, hasta la victoria siempre; pero, llegó el comandante Donald y mandó a parar.
La táctica no ha sido la de demoler los personajes sino la más sutil de cortarles el oxígeno. En el fondo, las mafias no tienen proyectos trascendentes; aunque Pablo Escobar haya regalado canastillas a las familias del barrio, no es más que coartada. El propósito serio ha sido el de ponerse en unos reales a velocidades siderales y en cantidades inconmensurables. Lo lograron, pero dejaron el reguero. Los recién llegados como que no sabían que toda transacción en dólares pasa por Nueva York o por Londres, y que estos no son los tiempos de Pérez Jiménez con su maleta llena de dólares; ni siquiera los tiempos de Antonini con su valija furtiva para Misia Kirchner. Ahora son otros circuitos y lo que ha hecho Míster Trump es comenzar a tirar del hilo para ver hasta dónde llega el descosido. No son las fotos, es la plata. No es la invasión sino el escrutinio.
A propósito de invasión, hay analistas tontones que quieren descalificar a sus enemigos al decirles que son promotores de la invasión gringa a Venezuela. Esos sabios de pacotilla construyen un muñeco a su medida y lo destruyen en dos minutos. ¿Un promotor de la llegada de los marines por La Guaira? Se ríen –jajaja– y luego lo desmoronan sin piedad.
Lo cierto es que no hay ni habrá invasión de tropas estadounidenses a Venezuela. No existe. Lo que sí existe es una posible acción multilateral en el marco del sistema interamericano que puede tener diversas motivaciones. La principal que se ha argumentado hasta la fecha es la motivada por el desastre humanitario interno y la crisis migratoria provocada. Hay convencimiento en los centro de poder democráticos del mundo “que algo hay que hacer”. Al lado de esa poderosísima razón, hay otras: la alianza con el narcotráfico y el terrorismo, así como la corrupción que contamina sistemas financieros del exterior y la masiva violación de los derechos humanos. Esos son motivos de consideración para las democracias del mundo.
No habrá invasión, pero habrá medidas militares. Pueden ser para proteger la ayuda humanitaria, para organizar en más amplia y regional escala la migración venezolana; para contener el derrame del narcotráfico y terrorismo en la región; para proteger a los ciudadanos de la violencia desatada por un régimen brutal; para someter a ladrones y asesinos a la justicia internacional. Razones hay. Razón, también.
Los que permitieron que Venezuela no tuviera fronteras sino territorios controlados por el hamponato internacional, no pueden ahora reclamarlas para esconderse.