Anualmente se mide la calidad del aire para verificar las condiciones de aire que la persona respira en los conglomerados urbanos, especialmente los megaconglomerados como México, Nueva York, Nueva Delhi, etc.
El más reciente informe mundial sobre calidad de aire revela que estamos respirando –en algunas zonas del planeta– un aire nocivo para la salud.
Otros reportes alegan que hasta siete millones de personas mueren anualmente por la aspiración involuntaria de unas microscópicas partículas que se encuentran en el medio ambiente urbano.
Esas micropartículas provienen de emisiones de industrias, quema de combustibles de vehículos, quema de árboles y construcciones no reguladas. Esas micropartículas ingresan directamente al organismo y degeneran en problemas cardiacos, ataques al sistema cerebro-vascular, colapso del sistema respiratorio y hasta cáncer en pulmones empezando con infecciones respiratorias difíciles de combatir.
Conceptualmente eso ocurre en el globo. Pero también ocurre aquí, en nuestro espacio latinoamericano: Santiago de Chile, Perú, concretamente su capital Lima, y el valle en donde está asentada la ciudad de México son los sitios más contaminados del hemisferio.
El motivo: parques industriales con mucha actividad, grande parque automotor de alto consumo de fósiles (combustibles refinados de petróleo), millones de unidades motorizadas circulando y que superan los 10 años de antigüedad con evidentes problemas de motor y de consumo de combustibles y de otros aditivos y la ausencia de regulación y normatividad que promueva uso de renovables para electricidad, de vehículos eléctricos, de mejores prácticas de uso de movilidad urbana masiva y de la permanencia de paradigmas que están aún confrontados con el reusar, reciclar y reutilizar han configurado esa ecuación que literalmente mata a las personas anualmente.
Recientemente, en una interesante cruzada por el aire de las ciudades, el alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, instó a las ciudades a «tomar medidas». Esas respuestas vienen de acciones concretas: desde las ciudades colaborar a los Estados a superar la contaminación, mediante la construcción de un nuevo paradigma como es “Ciudades habitables y sostenibles”, paradigma que se traduce, en el caso particular de la ciudad de Medellín que estamos conversando en el cambio del transporte urbano masivo de unidades públicas de utilización de combustible fósiles a eléctricos: para dotar a la ciudad con la segunda flota de buses 100 % eléctricos más grande en América Latina después de Santiago de Chile.
Esas medidas, junto a otras como por ejemplo: uso de renovables en el sistema de edificios públicos (techos solares), reducción de uso de vehículo para traslados, uso de bicicletas y vehículos de movilidad personal, junto a políticas de reducción de uso de combustibles fósiles y uso intensivo de tecnología en la ciudad van a mejorar las condiciones de vida de las personas, pero esa normativa debe llegar a las ciudades cuanto antes, pasar del concepto y discurso a la acción.
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