Saldremos de este infierno, con o sin Juan Guaidó, más temprano o más tarde.
El presidente encargado es una circunstancia, importante, pero no decisiva. Sí lo es la ciudadanía que pueda movilizar y la gente que logre aglutinar. Si eso decae, como percibo, aparecerán otros en el escenario político con mayor o menor fuerza. Así surgieron Henrique Salas Römer, Manuel Rosales, Leopoldo López y Henrique Capriles, unos con mayor éxito que otros, pero ahí estuvieron porque la historia se los pidió.
Con Guaidó puede pasar lo mismo. Si no termina de cuajar en sus objetivos, difíciles por demás y reconociendo asimismo que es mucho lo avanzado en apenas tres meses, tendrá que dar un paso lateral porque así son los procesos, y emergerán otro u otros que conduzcan por nuevos derroteros a la ciudadanía hastiada del chavismo y su desgobierno.
Hoy no creo que si no es Guaidó no lo será nadie. Y aunque venga una etapa de oscurantismo, más dramática que la que vivimos ahora, es en los momentos más críticos que surgen esos liderazgos imponderables. No tengo dudas de que eso pasará de nuevo.
Es imposible, con la crisis económica que vivimos, que esto pueda mantenerse indefinidamente. La destrucción del país es inconmensurable y seguimos en caída libre, y esto no lo para Nicolás Maduro porque no tiene con qué. Creo que eso es lo que llevará finalmente al cambio que anhelamos, lo que puede dar origen a cualquier escenario, incluso los más insospechados.
Con o sin Guaidó vamos a cambiar, estoy seguro de que no hay vuelta atrás porque la miseria en la que estamos sumidos nadie la quiere. Si su tiempo pasó lo sabremos en estas próximas semanas, decisivas para cualquier estrategia. Yo creo que se agotó, pero es solo mi opinión.