COLUMNISTA

Con el CLAP votando

por Avatar EL NACIONAL WEB

I

Meterse en el timeline de Twitter es como hacer cola frente a un supermercado, así de estresante y desesperanzador. Pero nunca tan triste. Por lo menos el mío es un compendio de noticias sobre el país y el mundo que en nada alientan la lectura. Y, además, se mezcla con unos extremistas que me dicen que soy madurista y otros extremistas que me dicen que soy escuálida, a cual más patético, autoritario y mente cuadrada. A veces los polos opuestos se unen, se parecen tanto.

Después de dos meses de ausencia no veo tantas colas en las calles. Se consigue de todo en los anaqueles de los abastos. El problema es el precio. Por esos las cajas de comida que prepara la empresa de Maduro y que expenden los amigos de Bernal son cada vez más preciadas… y más caras.

El problema reside en eso, en la repartición. Sigue siendo una moneda de cambio corriente para el favor político. Antes, me cuentan, los gobiernos repartían bolsas de útiles escolares, vasos de leche, arepas, pero a todos por igual. Esta vez la cosa es diferente, porque así es esta dictadura, no le importa humillar al ciudadano hasta aniquilarlo. Por eso, entiende de una vez por todas que el CLAP es un favor que te estoy haciendo, que además tienes que pagar en bolívares, en apoyo incondicional y en votos. La vida por una bolsa. Por allí siguen diciendo estos malandros: “Mientras más pobres, más fieles al chavismo”.

II

La humilde mujer tiene algunos meses de embarazo y responsablemente buscó la manera de que la revisara un médico. Mejor es prevenir que lamentar, pensaría. Llevar a término una gestación en las circunstancias actuales del país es casi un milagro, porque si le llegan a recetar algún medicamento especial el nivel de estrés va a aumentar y tendrá que deambular por las farmacias, o simplemente olvidarse de que lo necesita. Sin embargo, esta vez lo que el médico le dijo es que está baja de peso, que necesita comer más y mejor. Tampoco crean que la solución es fácil.

Por eso, con fervorosa esperanza, hizo su cola para comprar (nunca el verbo recibir, porque no se la regalan) su caja del CLAP, aunque no estaba censada con ese consejo comunal. Para argumentar su necesidad, se llevó los récipes del médico y el diagnóstico de bajo peso que le dio. “Mira, mija, vamos a hacer una excepción contigo hoy porque aquí dice que estás baja de peso, pero una vez que paras el muchacho si estás recuperada, no te sale más la bolsa CLAP”.

A pesar de semejante respuesta, la mujer regresó feliz a su casa.

III

En otra parroquia de la capital, una mujer decidió asistir sola a la reunión del consejo comunal en la que tratarían el tema de las cajas de comida, porque por alguna razón el sistema de repartición iba a ser modificado. Ya no hay para todos y hay que depurar las listas, decían los vecinos.

La jefa del consejo comunal arengó sobre los beneficios de “recibir” la bolsa, de los nuevos precios para adquirirla (aunque suene contradictorio) y de que se haría una revisión exhaustiva de los que estaban censados, porque lo correcto era una caja por familia, no por persona como en algún momento llegó a ser.

La mujer estaba tranquila escuchando. Total, su nombre aparecía en el censo desde el principio y varias veces había comprado el paquete de comida. Estaba dispuesta a asumir el aumento, porque entre su esposo y ella lo pagarían.

“Aquí hay mucha gente que se beneficia del CLAP y que no debería. Por ejemplo –decía la mujer del consejo comunal–, ¿quién ha visto una familia de dos personas? ¿Cómo es eso?”.

La mujer saltó de su silla y lo gritó claramente: “Yo lo he visto, mi familia es de dos personas y pagamos por la bolsa. ¿Cuál es el problema?”.

La discriminación y la ignorancia siempre van de la mano. La mujer peleó, pero logró que no la sacaran del censo. A más de uno deben haber tachado de la lista, como si una pareja, una persona que vive sola no tiene los mismos derechos a la alimentación, a la vida. Así estamos. Tanto han robado, que ya ni se preocupan por comprar lealtades al mayor.

Por la calle del barrio pasa un camión con altavoces. Se oye: “El domingo 15 de octubre los venezolanos tienen un compromiso con la democracia. Vota para elegir a los gobernadores”. Los candidatos del chavismo ya ni se molestan en hacer promesas. Los de la oposición juran que arreglarán todo.

En realidad yo sí tengo un compromiso con la democracia. Pero estamos en dictadura.