El mundo ve a Venezuela como un país en crisis y caótico. Nos ven así porque simplemente ese es el estado permanente de nuestra actual existencia. Si jurungan la historia desde nuestra independencia, incluido el proceso mismo libertador, con honorables excepciones en el espacio y en el tiempo, hemos sido anárquicos, con poca solidez política, y donde la desorganización y la falta de coherencia en el tiempo han contado escasos valores. Hemos contado con más talentos individuales que con una cultura que refleje una visión permanente, con valores y principios sustentados en la ética y en el respeto a nuestro prójimo. El facilismo, la viveza criolla y el sálvese quien pueda forman parte de nuestro gentilicio, lamentablemente. Con la democracia y sus virtudes republicanas demostramos que ese era un buen sistema de gobierno, nos dimos una Constitución de primer mundo, pero con unos pésimos ciudadanos que fuimos capaces de repetir a Pérez, a Caldera y, la guinda de la torta, votar por Chávez. Aquí aún pagamos las consecuencias. Sin duda, los dos primeros fueron estadistas, pero no fuimos capaces de castigarlos por sus fracasos en sus gestiones administrativas, ni a Chávez por iniciar su carrera política como un golpista.
Entonces, cuando la comunidad internacional concluye y grita a cuatro vientos que Venezuela está en problemas e inicia un cerco internacional contra el gobierno es simplemente porque reaccionan ante el expediente que nosotros mismos hemos armado. Las cosas detestables que pasan en Venezuela no comienzan con Maduro. Desde hace años que el país se comporta indebidamente. No es la comunidad internacional la que tiene la culpa de nuestro déficit democrático, ni de los índices de violencia, ni del retroceso en libertades económicas; ni es responsable de nuestra tragedia en materia de salud y de la hiperinflación que golpea a los venezolanos con inclemencia. No inventó la diáspora, ni nos obligó a que robáramos las arcas de la nación; ni los países vecinos invitaron a los venezolanos a que se fueran. Nosotros nos hemos buscado tamaño desprestigio, por ello este último mes fue significativo en cuanto a reacciones internacionales. Nos las buscamos no solo por tener un mal gobierno, sino por ser malos ciudadanos, por no saber elegir, por aplaudir necedades de cualquier gobernante mientras en nuestras narices nos roban y bajo el ensordecedor llamado a la igualdad nos quieren clavar una constitución comunista, lo que siempre fue obvio pero no queríamos creerlo.