Hoy amanecen los colombianos muy pendientes de lo que pueda suceder en el campeonato mundial de fútbol, donde participa, merecidamente, su selección nacional y a la cual le deseamos el mayor éxito posible. Sin embargo, además de esa circunstancia, tendrán que dirigir primeramente su atención a la jornada electoral programada para designar a quien será honrado con la designación para ocupar la jefatura del Estado durante los próximos cuatro años. Precisamente, esa es la encrucijada en la que se encuentran los electores, dadas las diferencias ideológicas y programáticas de los dos candidatos que en la primera vuelta resultaron elegidos para participar en esta decisiva segunda vuelta. Se trata de Iván Duque, candidato por el Centro Democrático, quien ha recibido el total apoyo del ex presidente Álvaro Uribe, y Gustavo Petro por el Movimiento Progresista. El primero, de ideología de centro-derecha, y el segundo, de izquierda radical. Ambos están académicamente bien formados y poseen una razonable experiencia en el ejercicio de la política.
Ahora bien, visto en términos generales, pareciera no haber problema sea cual fuere el ganador. Lamentablemente, no es así y no puede verse de una manera tan simplista. Los venezolanos tenemos una amarga experiencia al respecto. En consecuencia, es importante resaltar la cercanía y afinidad que en repetidas oportunidades ha expresado y demostrado el candidato Petro con Hugo Chávez, Nicolás Maduro, la “revolución bolivariana” y el nefasto “socialismo del siglo XXI”. Como si eso fuera poco, la estrecha relación de esos factores con el Foro de Sao Paulo le generaría un mayor riesgo a la región, ya que, a través de esa relación, retornaría la influencia geopolítica de la Rusia de Putin, iniciando un proceso desestabilizador y dominador, tal como ocurrió en la década de los años sesenta. Esa circunstancia, como podemos apreciar, se convierte en una seria amenaza no solo para colombianos y venezolanos, sino para el resto de la América, en momentos en que se realizan ingentes esfuerzos para restituir la democracia y el Estado de Derecho en nuestra atribulada Venezuela para liberarnos del yugo chavo-madurista y de la tragedia infligida a nuestro pueblo. De allí que compartimos el interés y la preocupación de los colombianos por el resultado de esos comicios.
El pasado guerrillero de Gustavo Petro y el hecho de que jamás haya manifestado su rechazo a la violencia como forma de hacer política, su repudiable populismo y su tendencia al desconocimiento de las normas y valores democráticos, lo incluyen en el grupo de aquellos que se valen de la democracia para destruirla desde adentro. Es decir, que “cualquier semejanza con hechos ya conocidos, no son pura coincidencia”. Por eso me permito solicitarles, muy respetuosamente, a los colombianos, una profunda reflexión a la hora de emitir su voto para garantizarle a Colombia y a la región la paz y estabilidad necesarias para consolidar el desarrollo económico y social de nuestros pueblos. Es necesario tomar en cuenta que el proceso de paz iniciado recientemente se encuentra en serias dificultades, por diversos motivos, y que se requiere de mucha sensatez, firmeza y prudencia, de un liderazgo capaz y comprometido con el progreso y la libertad para poder conducirlo a feliz término. Por otro lado, los colombianos están obligados a evitar a toda costa repetir la desgracia venezolana en carne propia. Ustedes la conocen bien, porque la ven diariamente en su propia tierra.
Por eso, esta noche, muy temprano y muy esperanzados, nos apartaremos del fútbol para estar pendientes de los resultados que el creíble y eficiente organismo electoral colombiano nos dará a conocer, en la certeza de poder celebrar con ustedes un nuevo triunfo de la justicia y la democracia.
¡Que disfruten todos de un feliz Día del Padre!
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