COLUMNISTA

Coco y des-obedecer

por Alicia Freilich Alicia Freilich

Aceptar o rechazar órdenes marcan líneas de borde en las vidas privada y pública. Parece mentira, pero es una verdad genialmente reforzada no por estudios académicos ni sabios análisis, sino por una película reciente, la joya artística titulada Coco, del género “animación”, coproducida sin fronteras por mexicanos y estadounidenses. Su tema, trama, personajes, técnicas, trasfondo sonoro y gráfico se soportan en un concepto: obedecer o no leyes externas familiares o por proyección también políticas, que traicionen a la visceral emoción personal positiva, esa que no daña al prójimo, muy al contrario, lo eleva hacia el placer orgasmático. En este caso, es un homenaje de artística perfección al privilegio que obedece al impulso creativo de imaginar, componer, arreglar, producir, fusionar, ejecutar y escuchar música. Y a través de esa magia, el intento por humanizar lo bestial.

Disfrutada en breve pero sanadora pausa, taima fugaz mientras el régimen castrochavista, en eterno carnaval ficticio, baila maniáticamente sobre sangre fratricida y se retrata como indefendible criminal. Mientras uno de sus tantos cabecillas psicópatas insiste en reforzar el síndrome patólógico “Chirinos-Rodríguez Gómez”, al mostrar cínicamente a la pantalla mediática internacional, un grueso bolígrafo (sustituto simbólico del fusil kalashnikov) como prueba de su pacífico espíritu dialogante pero sin querer queriendo dispara el tiro por la culata, pues radiografía su fascismo radical, ese que pretende imponer obediencia ciudadana desobedeciendo la legítima Constitución nacional, sin límite, respeto ni pausa, desde una sonriente farsa negociadora que legitime votaciones de fraude. Mientras millones de venezolanos buscan sobrevivir a los militarmente programados delitos de lesa humanidad: hamponato, insalubridad, hambruna, desnutrición, prisión, tortura y masacres directas.

Coco, filme que por su originalidad, elaboración y mensaje ya es un clásico con o sin premios oficiales, merece todos los aplausos habidos y por haber. Registra con imagen, palabra y sonido, la lucha por una libre realización del impulso libertario individual y grupal. Registra con la pieza “Recuérdame” (divinas melodía y letra) que esa emoción primaria es la única, posible inmortalidad. Un jazz fílmico.

alifrei@hotmail.com