En estos días vienen a mi mente con demasiada frecuencia las frases fundamentales de aquellas consignas utilizadas en la Guerra Federal del siglo XIX. Era el anuncio de una tempestad inevitable. El costo fue terrible.
La masacre de El Junquito, la arbitraria e incomprensible detención en la madrugada de ese recio roble de la democracia que es Enrique Aristeguieta Gramcko, la prohibición a Primero Justicia para validarse y demás actuaciones del CNE, la orden de Maduro para que se fije fecha a la elección presidencial dentro del inconstitucional marco existente y, entre muchas otras cosas, la corruptela de las cajas de los CLAP y la gira del secretario de Estado de Estados Unidos, Rex Tillerson, por Latinoamérica y los propósitos anunciados en Austin, Texas, todo sumado a la receptividad del vecindario y de la Unión Europea son signos inequívocos de que la guerra de baja intensidad que vivimos actualmente puede adquirir dimensiones terribles.
El rechazo a las elecciones convocadas ha sido integral por parte de una nación harta de este régimen. No confunde democracia con elecciones amañadas y fraudulentas. Conoce el valor del ejercicio pleno de la libertad responsable. Está convencida de que de este régimen comunistoide y corrompido no se saldrá por las buenas. Sabe también que las otras vías no serán obra del Espíritu Santo sino del coraje y de la claridad de propósitos que alimenten a los líderes de la gesta. Ya basta de confundir la abstención con apatía e irresponsabilidad. La abstención no es causa de derrotas aceptadas resignadamente. Es consecuencia de los errores, omisiones y disparates, para no utilizar calificativos peores, de quienes no han estado a la altura de las circunstancias. Debe entenderse, aunque todo cabe, como la protesta silenciosa de un pueblo que encuentra en esta vía la forma de expresarse.
La única negociación posible es sobre la renuncia de Nicolás Maduro para dar paso a una transición que conduzca a un nuevo régimen basado en los principios y valores fundamentales de la democracia. Todo lo demás es “paja mala”, envenenada e inútil para evitar el final que se avecina.
Centenares de presos políticos, miles de perseguidos y acosados, millones de exilados y asilados en el exterior, millones de compatriotas sufriendo la escasez de medicinas y alimentos, la destrucción de la planta física de la República incluidos hospitales y escuelas de todo nivel, y el control severo de las estructuras del narcotráfico y del terrorismo sobre áreas fundamentales obligan a actuar sin más demora.
Las líneas fundamentales de acción están trazadas en los documentos de la Conferencia Episcopal y en las pastorales y homilías de sus integrantes.
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