Y esta pasando lo que muchos presentíamos, que desde las mismas entrañas del chavismo sectores que se han venido desmarcando de un gobierno corrupto, violador de los derechos humanos y vinculado con el terrorismo internacional se estén encargando de sacar al narco-gobierno presidido por Nicolás Maduro y de liberarnos finalmente de la pesadilla. Con estrategia y mucho cacumen están marcando la agenda, ellos, con su participación durante el proceso hicieron posible estos dieciocho años de la llamada “revolución bolivariana”, que ha constituido una de las páginas más horrendas de violencia política en la historia venezolana, con millones de personas que han tenido que salir del país truncando sus sueños y millones que se encuentran sufriendo hasta lo indecible las penurias impuestas por el grupo de desalmados que usurpó las instituciones públicas.
El idealismo revolucionario de los inicios desapareció con el ejercicio del poder y la experiencia del socialismo del siglo XXI se convirtió en un trauma nacional. La herencia de Chávez es un legado de miedo que comenzará a desvanecerse cuando veamos que son juzgados y condenados los que han administrado todo este terror. La sombra de Hugo Rafael Chávez Frías se cierne como un espectro sobre las 86 muertes, los miles de heridos, detenidos, saqueos y el vandalismo registrados en un lapso comprendido entre el 1° de abril y el 14 de junio. En su calidad de líder supremo es responsable de los estropicios consumados por los sociópatas de sus herederos, incriminados en primer grado en delitos que no prescriben, como la violación de los derechos humanos.
Es lógico que sectores críticos que inicialmente los respaldaron, que aspiran a sobrevivir políticamente, no quieran seguir embarcados en medidas que han fracturado a la sociedad, ni continuar cooperando en la destrucción, a riesgo de asumir la ferocidad del arrinconado estrato oficial que ha desatado un terror de todos contra todos. El cisma provocado por la fiscal al apegarse a derecho y comenzar a actuar, constituye una clave importante en la trama; no está sola, no pertenece a un grupo aislado, sus actuaciones son de gran impacto en sectores civiles y militares.
En dicho contexto se produce la renuncia (aunque alegue razones de salud) de un miembro del Alto Mando Militar, secretario del Consejo de Defensa Nacional (Codena) y secretario del Consejo de Estado, mayor general Alexis López Ramírez, por estar en desacuerdo con la Asamblea Nacional Constituyente convocada por el comandante en jefe de la FANB, Nicolás Maduro. Esa decisión tiene respaldo de otros generales y oficiales, activos y retirados, que vienen cuestionando a lo interno.
En solo dos semanas, la fiscal Luisa Ortega Díaz ha hecho lo que la Asamblea Nacional dejó de hacer en año y medio al negarse a destituir a magistrados del TSJ y rectores del CNE, esperando que otros –la disidencia chavista, los estudiantes, el secretario de la OEA, Luis Almagro, y la fiscal general de la República– hicieran el trabajo. Ahora el chavismo sin Maduro, con una estrategia bien pensada, sale en defensa del “legado” de Chávez, una tabla de salvación para los actores que hacen vida en el oficialismo antes de que el barco de la revolución termine de hundirse.
La dirigencia opositora, por falta de sentido de la oportunidad y el de urgencia, se está dejando quitar el liderazgo que le corresponde asumir durante la transición; la protesta en la calle ha sido determinante, marcó un punto de no retorno, pero falta rematar la faena y ahora hay que formar un frente común con ese chavismo contestatario que comienza a consolidarse. Para mañana es tarde.
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