A veces, cuando la realidad impone episodios truculentos, uso como estrategia para preservar mi espíritu el recuerdo de imágenes de otros momentos, cuando Raúl Leoni construyó el Guri, Betancourt inauguró el puente sobre el lago de Maracaibo, la tenacidad en construir los 300 hospitales y los 4.000 ambulatorios cuyas fachadas físicas aún quedan en pie. Podríamos concluir que hay tiempos de construcción y otros de destrucción, tal como vivimos hoy. Recuerdo que el Guri fue bautizado en medio de un jolgorio nacional, al igual que el bautizo del puente sobre el lago de Maracaibo. Venezuela estaba de fiesta, las gaitas resonaban en todo el territorio.
Hoy no estamos de fiesta, asistimos a un período muy duro, cada día desaparece un periódico, ayer cerró Panorama en Maracaibo después de más de un siglo de circulación, al igual que El Carabobeño, Notitarde, El Tiempo y muchos más. No sé cómo se habrán levantado los maracuchos. La censura se impone, sobrevivir es un reto casi insalvable. La Asamblea Nacional y los diputados elegidos por los ciudadanos están sometidos a un asedio implacable. Hombres de negro cercan los refugios de los líderes que luchan por la libertad. Este sería un buen momento para que Oliver Stone o Sean Penn filmaran los resultados de ese amado chavismo que tanto promocionaron.
La hoja de ruta del TSJ, Diosdado y la ANC refleja un avance directo a la destrucción, al emponzoñamiento de la ley y aliento de la violencia. Trato de memorizar y no encuentro ninguna idea, proposición o intento de Diosdado que contribuya a la felicidad de los venezolanos. Maldice, amenaza, lanza improperios contra todo ser humano opuesto a sus percepciones de una Venezuela esclavizada. Me inspira lástima su condición humana.
Sin embargo, sabemos que Dios existe, que nuestro espíritu no se doblega y que la oscuridad siempre precede a la luz. Con todo el rigor del caso aprendemos que nuestra responsabilidad individual es indelegable, que no podemos entregar a un Estado, por muy protector que parezca, la dirección de nuestras vidas, nuestros bienes y nuestra libertad. Esta enseñanza ha recorrido un camino histórico que tenemos que valorar, porque indefectiblemente tendremos que empezar a reconstruir Venezuela, crear nuevas instituciones, definir como queremos que se ejerza el poder, elegir a aquellos que comanden la reconstrucción, nuevos Guri o puentes sobre el lago.
¿Cuál es la ventaja y fuerza que tenemos para entrar en ese período de retos, imaginación, de verdadera participación para contribuir en lo que creemos? Lo primero es valorar que no existen los comandantes galácticos, concentrados en destruir a sus oponentes, la reconstrucción solo puede ser un momento de encuentro entre todos. Aprendimos, además, que el poder de los que dirigen tiene límites, que se debe rendir cuentas a los ciudadanos. También, y esto es vital, que ningún cuerpo armado puede convertirse en portador de una ideología distinta a la defensa del ciudadano, sean cuales sean sus creencias. Los cuerpos armados tienen que obedecer y respetar al ciudadano a quien sirve, no son buscadores de rentas ni participantes en ningún mercado donde se les oferten favores y bienes por cumplir con su deber. Es una nueva ética para los cuerpos armados que le sirven al ciudadano y eso es todo. No son guardia pretoriana de ideologías, solo servidores del ciudadano. Los maestros educan, los soldados cuidan.
Aprendimos, además, que el bienestar se alcanza con esfuerzos, con trabajo y no con concupiscencia, ni con favores o tratos clandestinos. La persona vale por el esfuerzo que haya hecho en desplegar e incorporar sus capacidades y no por los amparos recibidos o las complicidades subalternas que le otorguen un bienestar de corto plazo que luego sería el peso que los destruiría.
En fin, tenemos la oportunidad de liberarnos del Estado que nos oprime y de la tiranía de quienes lo manejan. Será el momento de descubrir lo que tenemos por dentro, el sentido de la vida que nos anima como fuerza para construir. Esa es la luz de este momento, habernos permitido la más profunda introspección sobre lo que no podemos tolerar, el límite es nuestra conciencia, no las imposiciones forzadas. Podemos construir un país de personas libres si creemos en la libertad y luchamos por ella. Ni Chávez, ni Maduro construyeron el Guri, solo han demostrado ser capaces de destruirlo. Nos toca a nosotros, los que estamos vivos, construir de nuevo otros Guri, como nos propone valientemente Juan Guaidó.