En los últimos años, la vulneración de la privacidad se ha evidenciado como un problema crucial para las sociedades democráticas occidentales que, por cierto, amenaza con agravarse en el futuro, con la extensión masiva, en la vida cotidiana, de Internet de las Cosas, el big data y la inteligencia artificial.
Datos personales aparente baladíes como el nombre, la dirección y nuestros consumos, adquieren significación política y social mediante su interconexión a través las tecnologías de la comunicación y la información y las redes sociales. Nuestras huellas digitales terminan por configurar perfiles de personalidad al uso y abuso de la mercadotecnia.
Como contratendencia a favor del ciudadano en la esfera global, encontramos en Europa la formulación de políticas y leyes de protección de datos de carácter personal. El viejo continente ya tiene décadas debatiendo el asunto y estableciendo un basamento jurídico en el tema. Desde la comisión francesa de Informática y Libertades de finales de los años setenta que desembocó en el Informe Nora Minc, pasando por el Convenio 108 del Consejo de Europa (Estrasburgo, 1981) hasta las sucesivas directivas de la Unión Europea que se prolongan hasta nuestros días.
Ahora bien, la situación de vulnerabilidad del individuo se potencia radicalmente cuando no se han desarrollado plenamente estos contrapesos jurídicos y ciudadanos porque el sistema político no es democrático. Estamos hablando de una nación donde el estado de derecho es prácticamente inexistente pero el Estado es omnipotente, arbitrario y autoritario en el uso de la coerción. No se trata aquí de la acción de un agente privado que usa la plataforma de Facebook o Google, dentro de un contexto de actores sociales en un equilibrio cambiante de poderes, sino de la intervención de un superagente estatal con el monopolio de todos los poderes, producto de una tradición rentista, pero sobre todo, de un proyecto hegemónico, es decir, totalitario.
En efecto, la hegemonía gramsciana, uno de los estandartes ideológicos de los líderes del proceso bolivariano, es per se, dictatorial y totalitaria. Gramsci hablaba explícitamente de una dictadura del proletariado y su planteamiento implicaba la implantación del pensamiento único a través de distintos aparatos ideológicos, instituciones, dispositivos e instrumentos.
Luego de la ominosa Lista de Tascón, con el carnet de la patria el régimen bolivariano da un paso adicional en la recopilación y almacenamiento de los datos personales de los ciudadanos. Además de los datos de identificación sociodemográfica y biométrica, en el procedimiento de registro el individuo suministra información sobre sus preferencias y afiliaciones políticas de manera directa o indirecta, voluntaria o involuntaria.
A propósito, en la legislación internacional comparada, la información relativa a las creencias y preferencias políticas e ideológicas es incluida dentro de la categoría de datos sensibles y sobre ellos recae la estricta prohibición de su acopio. Como basamento jurídico primero, el artículo 12 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos consagra el derecho a la privacidad. Inclusive, en nuestro país, los artículos 60, 48, 28 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela protegen la privacidad en sus distintas dimensiones.
Por una parte, el artículo 28 estipula el habeas data pero no se ha desarrollado ninguna ley en esta dirección, como en el resto de Latinoamérica, porque sería contrario a la lógica del sistema político.
Artículo 28. Toda persona tiene derecho de acceder a la información y a los datos que sobre sí misma o sobre sus bienes consten en registros oficiales o privados, con las excepciones que establezca la ley, así como de conocer el uso que se haga de los mismos y su finalidad, y a solicitar ante el tribunal competente la actualización, la rectificación o la destrucción de aquellos, si fuesen erróneos o afectasen ilegítimamente sus derechos. Igualmente, podrá acceder a documentos de cualquier naturaleza que contengan información cuyo conocimiento sea de interés para comunidades o grupos de personas. Queda a salvo el secreto de las fuentes de información periodística y de otras profesiones que determine la ley.
Por otra parte, el artículo 60 establece límites en el uso de la informática en función de proteger la privacidad:
Artículo 60. Toda persona tiene derecho a la protección de su honor, vida privada, intimidad, propia imagen, confidencialidad y reputación.
La ley limitará el uso de la informática para garantizar el honor y la intimidad personal y familiar de los ciudadanos y ciudadanas y el pleno ejercicio de sus derechos.
En contra de estos preceptos constitucionales y de los artículos 57 y 58 de la carta magna, en el sistema de los medios de comunicación, no encontramos solamente la censura y autocensura de las dictaduras sino también la invasión de la privacidad de los totalitarismos. Además del cierre y cooptación de medios de difusión masiva, el estado ha penetrado y controlado la televisión por cable, un medio que no es, por definición clásicamente público. De hecho, se conoce como TV por suscripción, nombre que refleja un acto de afiliación volitiva.
En suma, el estado invadió también nuestros hogares. De igual modo, podemos hablar de la censura y autocensura presente en las redes sociales y en Internet, catalogada en otros contextos como tecnología de la libertad. En la web encontramos cada vez más el bloqueo de portales de periodismo digital independiente y de investigación, que parece apuntar peligrosamente al modelo chino[1]. Este panorama mediático es producto de los efectos de un panopticismo comunicacional sobre el que hemos abundado en otro lugar (2016).
En este marco, el carnet de la patria es un dispositivo más de vigilancia totalitaria y populista del régimen bolivariano. Esta tarjeta electrónica fue presentada por el presidente de la República el 29 de diciembre de 2016 como un medio para la distribución de las bolsas de comida CLAP[2] y los recursos de las misiones. Progresivamente, el gobierno bolivariano ha comenzado a exigir dicho carnet para acceder a bienes y servicios de carácter público, vulnerándose un sinnúmero de derechos humanos: alimentación, salud, trabajo, educación, vivienda, voto libre, libre circulación, entre otros. En muchos sectores del país se estipula como prerrequisito para asignar la bolsa CLAP. Inclusive, un alto funcionario llegó a señalar su posesión como condición indispensable para acceder a los medicamentos. De hecho, en el sistema de información telefónica 0800 SALUD AYUDA, que eventualmente podría proveer medicamentos de alto costo a los enfermos crónicos, se pregunta al individuo solicitante si posee dicho carnet. En este tipo de vigilancia, no es tan importante la administración en el ciento por ciento de los casos, sino que el individuo tenga por lo menos la incertidumbre de su aplicación, con lo cual su percepción de ser vigilado lo convierte en catalizador y coparticipante del mecanismo.
Desde sus inicios, esta tarjeta digital ha sido una herramienta fundamental de control social y cooptación del partido de gobierno (Partido Socialista Unido de Venezuela-PSUV) y del Estado-gobierno: que en este tipo de sistemas políticos se fusionan. Esto se evidencia ya en la primera jornada de registro, si analizamos quienes son las personas convocadas a la carnetización, los espacios utilizados para el proceso y los individuos encargados de administrarlo. El 20 de enero de 2017 el llamamiento incluyó los individuos afiliados al PSUV o adscritos a las organizaciones y movimientos del I Congreso de la Patria, los voceros de los consejos comunales y de las comunas, los beneficiarios de las misiones y los pensionados. El proceso se adelantó a través de unidades móviles y fijas ubicadas en las plazas Bolívar del país, en los nuevos urbanismos y en ciertos establecimientos de las misiones. Para tal fin, se movilizaron 12.000 jóvenes de la juventud del PSUV. Los espacios elegidos están claramente marcados por la ideología y propaganda oficial.
De hecho, en esa primera jornada se preguntó al solicitante sobre su eventual militancia política en el PSUV. Igualmente, ese interrogante se formuló también en el registro del carnet de la patria estudiantil, creado el 21 de noviembre de 2017. En las jornadas de inscripción recientes, relacionadas con el uso del subsidio de la gasolina, no se ha requerido tal información, pero la serie histórica de registros podrían ser utilizados para inferir grados de aceptación y rechazo entre los ciudadanos y proceder de seguidas a su segmentación.
En las elecciones de los últimos dos años el carnet de la patria se ha utilizado para controlar, verificar y coaccionar el voto a favor del PSUV entre ciertos sectores de la población. Esta operación se ha dado conjuntamente con los puntos rojos colocados en las inmediaciones de los centros electorales donde los electores registran su carnet después de votar. Igualmente, los funcionarios han sido coaccionados a carnetizarse y, por lo tanto, a participar en lo que podemos denominar, sin rodeos, eventos seudoelectorales.
El carnet digital en cuestión es harto eficaz como mecanismo de control sociopolítico, por la combinación del elemento digital y el control psicosocial que ejercen en distintos niveles los consejos comunales. El Estado bolivariano no funciona completamente de acuerdo con los parámetros modernos burocráticos de la racionalidad formal weberiana. El desmantelamiento y el colapso funcional de las instituciones así lo demuestran. Por ende, la dominación estatal combina elementos modernos y premodernos, biopoliticos y psicopolíticos (Byung Chul Han[3]), disciplinarios y persuasivos, formales e informales, macrosociales y microsociales, estrategias de desinformación estalinistas y fake news, comunicación estratégica y rumor. De esta manera, se vale igualmente de la resolución y del programa oficial como del rumor simple o fabricado. Sirva de ejemplo las tempranas declaraciones de altos funcionarios que condujeron al rumor, infelizmente verificado por los hechos, de que “lo van a exigir para todo”. Asimismo, se alterna la apelación a la amenaza de la sanción negativa (exclusión de algún pingue beneficio asistencialista) con la sanción positiva, verbigracia, en algunos casos, el mismo presidente ha manipulado con el ofrecimiento de sustanciosos bonos en metálico para premiar el voto favorable en los comicios. Empero, esto no debe conducir a confundirnos. Si bien en algunos sectores, educados largamente en el clientelismo rentista, encontramos servidumbre voluntaria, en muchos otros identificamos la opción de la sobrevivencia o el efecto del poder automático de la vigilancia. Dicho sea de paso, como en otros tantos casos, estamos ante un poder envilecido al paroxismo que promueve y se reproduce en el envilecimiento. Desde el lugar de la corrupción más abyecta, corrompe y multiplica los espacios para medianas y pequeñas corruptelas.
Las nuevas formas de neototalitarismo del socialismo real incorporan cínicamente algunos de los mecanismos de dominación que el discurso crítico ha identificado en el denominado, de manera simplificadora y singular; capitalismo. En el caso del sistema político bolivariano, el prefijo de estas nuevas formas, puede aludir también, paradójicamente, a lo arcaico y premoderno. El culto a la personalidad al finado hegemon tenía también una raigambre caudillista de nuestra lastimosa historia viviente.
El carnet de la patria es un mecanismo de control biopolítico[4] que pretende administrar la vida, la salud y la movilidad de las personas. El Estado decide por nuestros elementos vitales más esenciales y por nuestra vida misma; alimentación, salud y desplazamientos. Los distintos beneficios inmediatos asignados por las misiones gubernamentales tienen como requerimiento su posesión. Entonces, en un contexto de crisis humanitaria, para muchos su adquisición se presenta como apremiante. La gestión del miedo, como lo ha sido la manipulación del odio, es aquí harto evidente. Están en juego las necesidades básicas de la pirámide de Maslow y el individuo tiende a privilegiar la opción de la sobrevivencia, tal como indican las investigaciones de las neurociencias. Estas últimas han ratificado el papel del inconsciente en muchas de nuestras decisiones y como se activa el sistema de recompensas en función de sobrevivir ante ciertos estímulos. Esta zona del cerebro está relacionada con nuestro pasado evolutivo más instintivo y logra activarnos y disponernos a la búsqueda de alimentos, sexo y seguridad, que son los tres pilares básicos de la sobrevivencia en el reino animal. En realidad, en algunas ocasiones, el cerebro humano prefiere la sobrevivencia que la verdad.
Como hemos observado a lo largo de este texto, nuestros datos personales corren riesgo, principalmente, por razones de control sociopolítico. Por añadidura, encontramos la inseguridad de las bases de datos digitales del Estado, situación que ha sido reconocida por sus técnicos (Bracci, L., 2017).
En suma, el carnet de la patria consolida el mecanismo panóptico del sistema comunicacional bolivariano. Según el sociólogo y filósofo francés Michel Foucault, el panóptico es un dispositivo de vigilancia permanente que conforma un entorno carcelario. En el caso que nos ocupa, no posee las líneas precisas del diseño arquitectónico de Jeremy Betham, empero, a nuestro pesar, eso no le resta efectos análogos. De hecho, como hemos visto, entre barrotes invisibles y descoloridos estamos. Dibujar sus contornos, teñirlos de manera provisoria, y de seguidas, derribarlos, son las tareas pendientes.
Referencias
Bracci, Luigino (08-05-2017). “Bases de datos del Estado: nuestra lealtad no puede convertirse en excusa para la incompetencia”. Aporrea.org. Disponible en: https://www.aporrea.org/tecno/a245646.html
Cisneros, María Eugenia (2017). Tres miradas ante el poder: La Boetie, Thoreau, Byung-Chul Han. Foro: Nuevas aproximaciones a la idea de poder. Filosofía en la Ciudad. Caracas, 12-09-2018. Sala Cabrujas, Cultura Chacao. Disponible en: https://youtu.be/QGwS7-UMOS8 (Presentación). I. https://youtu.be/s7eZY0qoVB4. II. https://youtu.be/1LM8T7ZtzaU . III. https://youtu.be/uonnL1VdF48
Colina, Carlos (2016). “Hegemonía y panopticismo comunicacional. La deriva totalitaria del sistema autoritario bolivariano” en la revista digital Razón y Palabra No 92, México, Diciembre 2015-Febrero 2016., pp. 1-27. Disponible en: http://www.razonypalabra.org.mx/N/N92/Varia/47_Colina_V92.pdf
De la Boétie, Étienne (2008). “Discurso sobre la servidumbre voluntaria o el contrauno” en Discurso sobre la servidumbre voluntaria, Buenos Aires: La Plata. pp. 44-74. Disponible en:
Mallamaci, M (2017). “El poder psicopolítico en las sociedades postdisciplinarias del homo digitalis. Apuntes sobre el pensamiento de Byung-Chul Han”. Revista Latina de Sociología (RELASO). Vol. 7(1) (2017) pp. 74-94. Disponible en: http://revistas.udc.es/index.php/RELASO/article/view/relaso.2017.7.1.2135/2193
Punset, E. (17-07-2012). “El cerebro no busca la verdad sino sobrevivir” en el programa televisivo Redes No. 78. Entrevista a Cordelia Fine. Complexus. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=gX8y8dedX8A
Salinas Araya, A (2015). “Biopolítica. Sinopsis de un concepto”. HYBRIS. Revista de Filosofía, Vol. 6 N° 2. ISSN 0718-8382, Noviembre 2015, pp. 101-137. Disponible en: file:///C:/Users/Usuario/Downloads/Dialnet-BiopoliticaSinopsisDeUnConcepto-5270963.pdf
[1] China amenaza una vez más con imbricar los mecanismo típicos del totalitarismo comunista con las tecnologías de punta de la sociedad de consumo, pero sin derechos civiles para los ciudadanos.
[2] Comités Locales de Abastecimiento y Producción.
[3] Cabe acotar que el uso conceptos de Michel Foucault y la cita de esta noción de psicopolitica de Byung Chul Han, está lejos de significar que yo suscriba íntegramente sus respectivos enfoques, por el contrario, me alejo sustancialmente de ciertas correlaciones que establecen con “el capitalismo” y “el neoliberalismo”. Por ejemplo, el andamiaje conceptual de Foucault apenas podría aplicarse al capitalismo de la primera revolución industrial y, sobre todo, a la acumulación originaria. Además, en gran medida, como totalidades, son perspectivas disimiles, asíncronas e incompatibles.
[4] Esta noción de biopolítica se emparenta con la explicitada por Michel Foucault entre el primer y segundo momento de su indagación conceptual (estatalización de lo biológico). Es un poder ejercido para gestionar todos los aspectos posibles de la vida y de los cuerpos de las poblaciones. Las tecnologías del biopoder desplazan el poder soberano de dar muerte pero no lo anulan, sino que lo ocupan y reorganizan.