Recientemente un colega me invitaba a enrolarme en el censo de la “ciudadanía estatal madurista”, admitiendo la utilización de la chapa gobiernera, el emblemático, nutritivo y crematístico carnet de la antipatria, la marca humillante del ejercicio del poder de una camarilla ignorante y corrupta sobre millones de ciudadanos.
Y en el entendido de que la “marca del Estado madurista” es un instrumento abusivo e intimidatorio, copiado de la perversa conducta clientelar que se ha establecido en Venezuela; sin embargo, no debe ignorarse que descansa en facilitar el acceso a millones de ciudadanos, a todo un parque de recursos acumulados en las instalaciones civiles y militares del Estado, bienes que son parte del patrimonio nacional, al cual tienen pleno derecho. Lamentablemente dirigidos a intentar persuadir, seducir o imponer el apoyo de nuestra comunidad a su fracasada gestión.
Acaso ignora nuestro pajaritero y cumbiambero “caudillo” que cada uno de los empobrecidos y necesitados venezolanos, poseedor del discutido carnet, tiene todo el derecho de utilizarlo discrecionalmente cada vez que lo considere útil, necesario y posible, dando lecciones de autonomía e independencia de criterio, dejando con los crespos hechos a quienes intentan abusar de su necesidad.
Quizás una de las mejores lecciones políticas dada por nuestra población a los desafueros y abusos del poder autoritario y militarista de todos los tiempos fue la derrota de la dictadura perezjimenista en las elecciones para la asamblea nacional constituyente, el 30 de noviembre de 1952, evento organizado por el general Marcos Pérez Jiménez con el apoyo de todo un partido establecido nacionalmente con los recursos del Estado, para tratar de canalizar el apoyo de la comunidad a sus aspiración presidencial, pero los resultados fueron distintos a los esperados por el poder, los venezolanos lo castigaron.
Con resultados ampliamente conocidos, hoy históricos, el 30 de noviembre de 1952 era derrotado el Frente Electoral Independiente, el partido del gobierno, por paliza, victoria construida a través del esfuerzo organizado y unitario de la resistencia a la dictadura, jornadas conducidas por Jóvito Villalba y Mario Briceño Iragorry, dirigentes nacionales de Unión Republicana Democrática., la organización que condujo la victoria.
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