La oposición al régimen demasiadas veces está centrada en la persona del presidente, como si eso fuera lo determinante. No parece comprenderse que no se trata de personas. De personas también, por cierto, pero no son ellas lo determinante, lo decisivo, de modo que, saliendo de ciertas figuras, de los nombres más significativos que aparecen como quienes deciden los destinos del país en este preciso momento histórico, no se solucionarán los problemas de miseria, de inhumanidad y de opresión violenta e implacable que padecemos.
Nuestro problema, en profundidad, no es de personas sino de sistema. Entendámonos. Sistema es una totalidad de vida, pero de vida en su sentido más profundo, un modo de concebir y hacer la vida real de los seres humanos. Si esta totalidad se logra establecer en toda forma de existencia humana, se habrá completado el sistema. Esta revolución es eso lo que busca, lo que desea, lo que planifica y lo que está poniendo seriamente en marcha. Por eso, por la totalidad absoluta del concepto de la existencia humana, la revolución nace y renace, surge y resurge, revive y resucita constantemente en la historia. Fracasa y vuelve a fracasar, pero cuando eso sucede en un lugar, encuentra las condiciones para resurgir en otro. Y las encontrará siempre. No podemos esperar que desaparezca algún día. Por lo menos no es previsible su desaparición en un tiempo preciso y próximo.
Por esta pretensión de buscar y provocar una forma de existencia, una forma de estar en el mundo, totalmente otra, sin relación ninguna con lo existente, lo primero que produce es el caos. Pero ese caos no suele durar. Es prontamente sustituido por la tiranía total que pone orden en las almas y en los cuerpos. En las almas, sí, porque la revolución llega a formar parte de los entresijos más íntimos de los espíritus. Esa es por lo menos su pretensión, su proyecto y, a veces, su logro.
En nuestro caso, aquí, sí están implicadas las personas concretas dada su incapacidad de poner orden y superar el caos, cosa que lo hace tan terriblemente prolongado. Su error ha sido dejarlo libre, dejar que se produzca por su cuenta. En esto ya hemos llegado al caos casi total en todo y le va a resultar imposible tanto al sistema como a las personas superarlo.
Este estado de caos general es su debilidad. Nos abre puertas no solo a la esperanza sino a la seguridad.
Mientras el caos campa por sus respetos, ayudemos a poner fortaleza en los espíritus, en la profundidad de las almas, con la fe, la esperanza y el amor a la vida y a los hermanos. Será nuestro triunfo.
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