¿Qué pasa cuando un médico pirata y pesetero le pone la mano a un paciente, que puede estar en relativo buen estado de salud? Es probable que hasta consiga matarlo; en todo caso, bien no le hará, sino mucho mal, llegando incluso al extremo de producirle la muerte. Cambiando lo cambiable, eso es lo que ha pasado en la Venezuela de estos años, y, sobre todo, en los largos y penosos años en los que Maduro ha estado en Miraflores. El caos económico y social avasalla sin clemencia, y los más pobres son lo que sufren más. En el ámbito político y cultural pasa lo mismo o peor, pero ello será tema para otras líneas.

El caos es tan ostentoso que días antes de que el señor Maduro anunciara la llamada “reconversión monetaria”, para volver a quitarle 3 ceros al bolívar, el presidente de lo que queda del Banco Central de Venezuela, Ramón Lobo, anunció que estaba listo un nuevo billete de 100.000 bolívares, que entraría en circulación el miércoles 14 de marzo. Esto reconfirma que todo se trata de una gran improvisación. Porque si se anuncia un “nuevo” billete de 100.000 bolívares, que a los pocos días queda cancelado por el anuncio de la llamada “reconversión”, entonces no hay otra conclusión posible: puros palos de piñata.

Tal situación no tiene nada de extraño. Si todavía circula el billete de 100 bolívares que fue “anulado para siempre” en diciembre de 2016… Cuando el predecesor de Maduro llevó a cabo una reconversión monetaria, el asunto se hizo con tiempo, con información, y el proceso técnico no fue traumático. Los motivos de esa medida eran terribles, pero el procedimiento de ejecución fue profesional. Ahora, la chapucería es notoria, pública y comunicacional. De nuevo, el caso del médico pirata y pesetero.

El delirio llega a unos límites tan extremistas que casi se convierte en tragicómico. Uno va a una panadería, y la primera pregunta es si tienen pan… Por lo general, la respuesta en negativa. Uno va a una farmacia, y la pregunta lógica es si tienen el medicamento que se busca… Por lo general, la respuesta es negativa. Uno va a una agencia bancaria, y pregunta si tienen dinero… La respuesta, por lo general, es negativa. Si esto no manifiesta el caos económico y social que destruye al país, nada lo manifiesta.

A escala macro, a escala micro, a cualquier escala, en cualquier dimensión, en cualquier categoría, en cualquier variable, en cualquier indicador, todo, absolutamente todo manifiesta el caos. Y también manifiesta otra cosa: la rapiña del poder, como causa y efecto del caos. ¡Y qué rapiña! Probablemente no ha existido en el mundo contemporáneo un régimen más depredador y corrupto que la hegemonía roja que sojuzga a Venezuela. Y conste que esta afirmación no contiene ni un átomo de exageración.

Como tampoco es nada exagerado afirmar que en nuestro país hay una hambruna, como parte de la catástrofe humanitaria. Basta con apreciar la creciente cantidad de personas, de distintas edades, hurgando en la basura para tratar de conseguir algo de comer. Eso pasa en los países que ya se despeñan hacia una situación terminal. Y cuando utilizo esa palabra, “terminal”, no me refiero, necesariamente, a la hegemonía destructiva del poder establecido, sino al conjunto del país, que ya está en el caos económico y social, y sin perspectivas viables a corto plazo para siquiera empezar a salir del abismo. Porque, no nos confundamos, mientras Maduro y los suyos sigan donde están, el caos seguirá arrollando a Venezuela.

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