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El candidato necesario

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La naturaleza caudillista de la sociedad y de la política venezolana, el modelo hiperpresidencialista de nuestro sistema político, reforzado severamente en estos veinte años de hegemonía del militarismo castrochavista, ha incidido de manera determinante en la ausencia a esta fecha (25 de marzo de 2018, cuando escribo esta nota) de un candidato unitario de la sociedad democrática venezolana, para presentar en el proceso electoral que apegado al orden constitucional debería efectuarse a finales de este año 2018.

Esta situación de desarticulación política de la oposición orgánica, el estado de anomia presente en la ciudadanía y la estampida humanitaria que ha producido una huida de más de 3 millones de electores ha llevado al régimen a lanzar “la emboscada electoral” del 20-M para buscar la división, desmovilización e inhibición de la oposición política, y así tratar de darle cierta legitimidad a su desgastada presencia en el centro del poder nacional.

Desde finales de 2017 venimos insistiendo en la necesidad de una unidad superior por parte de los diversos factores de la sociedad democrática. Expresé la urgencia de que partidos y liderazgos nos desprendiésemos de nuestros proyectos personales y grupales para poder recuperar la democracia.

Ese    reclamo       está    plenamente  vigente. Aún, a la fecha de hoy, es menester definir una candidatura presidencial de la unidad democrática nacional, e integrar un comando de acción política y electoral que haga frente al desafío de un proceso de tal magnitud.

Adicional a su selección, la sociedad democrática debe definir las bases de un acuerdo para impulsar un proceso de transición política, para lograr la restauración del Estado de Derecho, y el inicio de un programa de reconstrucción material y espiritual de nuestro país. No podemos esperar el surgimiento de un acontecimiento que ofrezca la seguridad de un proceso electoral confiable y transparente para presentar la plataforma requerida.

No se requiere para encabezar esa plataforma de un líder carismático, de un caudillo mesiánico, de una dama de hierro, o de una imagen atractiva a la pasarela y a las cámaras.

Se requiere, en primera instancia, de un compromiso sincero y patriótico, de todas las organizaciones y actores políticos, de aunar esfuerzos y voluntades para derrotar la dictadura, y recuperar la democracia.

Ello supone un pacto de respeto, tolerancia, aceptabilidad y acción política entre todos.

Pacto que nos permita seleccionar a un venezolano, a quien le encarguemos la tarea de coordinar este inmenso esfuerzo, de representar el sentimiento de cambio de la inmensa mayoría de ciudadanos que anhelamos el cambio y de conducir el programa de transición acordado previamente.

Cuando he formulado este tema, interlocutores del mundo político, académico, económico y comunicacional han mostrado su escepticismo. Bien porque no ven la plena disposición de partidos y actores políticos, o bien porque consideran que no existe “el perfil” requerido para semejante tarea.

A título meramente enunciativo, he asomado en algunos escenarios una lista para mostrar que sí podemos conseguir a una persona en la que podamos depositar la confianza de buena parte de los diversos sectores.

Con toda la amplitud que el caso y la circunstancia aconsejan, y dejando expresa constancia de que podemos considerar otros tantos nombres, presento una lista de personalidades de la vida nacional para la consideración de quienes estamos en el deber de contribuir a la construcción del consenso. Ninguno de ellos es perfecto, siempre habrá quien tenga una reserva u objeción. Pero como lo señalase recientemente un destacado dirigente democrático del país, “el mejor candidato será el que más consenso aglutine”.

Esta lista incluye personalidades del mundo político, académico y económico, de diversos matices ideológicos y de diversas trayectorias. Todos con una vida bastante conocida y por lo tanto susceptible de ser evaluada. Y de eso se trata, de evaluar y armar un consenso.

Personalidades como estas podrían formar la lista que debemos examinar:

Del mundo político 

Marco Tulio Bruni Celli, Américo Martín, Rafael Simón Jiménez, Liliana Hernández, Arnoldo José Gabaldón, Enrique Colmenares Finol, Humberto Calderón Berti, José Ignacio Moreno León, Abdón Vivas Terán, Eduardo Fernández, Oswaldo Álvarez Paz, Ramón Guillermo Aveledo, José Curiel.

Del mundo empresarial 

Lorenzo Mendoza, Jorge Roig, José Luis Betancourt.

Del mundo académico

Román José Duque Corredor, Cecilia Sosa Gómez, Alberto Arteaga Sánchez, Pedro Nicken, Carlos Ayala Corao, Carlos Leáñez, Cecilia García Arocha, Francisco Suniaga, Ángel Lombardi, Elías Pino Iturrieta, Diego Bautista Urbaneja, José Mendoza Angulo, José Machillanda Pinto, Benjamín Scharifker.

Hay quienes me han presentado la observación de  lo inconveniente de una propuesta de esta naturaleza, sin tener la seguridad de poder contar con una elección medianamente legal y segura. Así como la determinación de la cúpula roja de realizar “su elección” lo más temprano posible; precisamente para impedirle a la oposición articularse, y para poder evitar un mayor deterioro de su base de votación, como consecuencia de la catástrofe económica y social que su política ha generado.

Pienso que el candidato es necesario como muestra de la voluntad política, de los partidos y de los liderazgos, de hacerle frente a la maniobra del régimen; y como el testimonio de su decisión de restaurar el Estado de Derecho.

Una plataforma claramente establecida convierte a una oposición desarticulada y sin rostro nítido en una alternativa de poder.

Alternativa que a la vez ofrece confianza no solo a nuestros ciudadanos, sino a la comunidad internacional, que observarían una seriedad y un sentido de responsabilidad en nuestra clase política.

Lograr “el candidato necesario” es lograr la unidad. Es ofrecer la alternativa. Es abrir el camino más serio y creíble al cambio.

Lograda la restauración democrática, habrá espacio y tiempo para que partidos y líderes podamos hacer política de manera normal y natural.

Insistir en jugar a la democracia normal cuando vivimos una dictadura es una irresponsabilidad que no podemos seguirnos dando el lujo de cometer.

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