Si algunas virtudes adornan a los católicos auténticos son la esperanza y la alegría. A pesar de las vicisitudes que siempre emergerán en nuestras vidas (el discípulo no será mayor que su maestro), nos llenamos de un contento desbordante porque es tiempo de Navidad, y sobreabundan las gracias porque el Niño Dios ha renacido en nuestros corazones.
Venezuela cuenta con una porción de reconocidos intelectuales llamados a jugar un papel estelar en situaciones comprometidas como las vividas en esta hora; resulta entonces oportuno que digan presente y ejerzan su papel de faro iluminador e inspirador para los caminos a seguir por las sociedades que atraviesan momentos aciagos.
Les lanzamos desde aquí un alerta y un reto, no es tiempo de abandonar la tarea de pensar e iluminar y dejarse impregnar por el desánimo y la pereza mental causados por la desesperanza de creerse la reencarnación de una especie de sísifos ante un Estado criminal que cierra la puerta a cualquier avance. Por supuesto que nos enfrentamos a un régimen mafioso y poderoso en violaciones sistemáticas de los derechos humanos, pero lo sabemos un enano moral y por debajo de su estulticia lo descubrimos temblando de pavor de perder sus privilegios e impunidad, y al que hoy solo sostiene la fuerza bruta de las bayonetas que sirven para todo menos para sentarse. Se saben en caída libre hacia el abismo cuando cada día se reduce su otrora base de apoyo.
Entonces corresponde a los pensadores sacudirse de cualquier atisbo de pereza mental y trabajar mucho para dar con la ruta decisiva a la convivencia en torno al eje del retorno de la democracia. Abandonar los temores y buscar las soluciones inteligentes a los problemas, sabiendo situarse en los puntos de vista diferentes para comprender sus razones y temores.
Los pensadores deben empinarse hoy sobre las dificultades que encuentran por todas partes, resistencias, difamaciones injustas y sacudirse del cansancio que produce el ser escuchados como quien oye llover. Llegamos al punto en que una parte demasiado grande del pueblo venezolano decidió no escuchar, lo cual implica el peligro cierto de entrar en un sonambulismo que conduzca a la perdición. Por tanto, el desafío de los intelectuales responsables es ponerle coto al desaliento, y jamás ceder y dejar el camino a los que no tienen razón.
El régimen forajido pretende mediante la represión, el asesinato, la tortura y la cárcel callar a esa mayoría del país que rechaza sus prácticas. Su comportamiento dictatorial solo logra darnos más razones y fuerzas para nuestra lucha cívica, pacífica y firme hasta conquistar la democracia y la libertad.
El 10- E es la fecha de vencimiento de la ignominia y la mentira. El cambio viene, el cambio va.
¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!