Es una tarea imposible definir cuán importante es la contribución del líder en el devenir histórico de las naciones. Obviamente debe estar en un punto intermedio entre la negación total que de él hace el determinismo materialista, como el darle toda la responsabilidad del éxito o fracaso de una determinada época histórica a un líder en particular. Pero no me cabe duda de que un líder con patriotismo, firmeza y coherencia en sus actuaciones tiene un papel muy importante en el destino de las naciones. El análisis comparativo de las situaciones socio-políticas actuales de Colombia y Venezuela es un buen estudio de caso para acometer esa tarea.
Caldera, luego de una brillante trayectoria política, se dejó carcomer por la rabia anti-CAP e influyó determinantemente en difundirla en el sentir nacional, llevando al derrumbe actual del país. Su enceguecida actitud en contra de las reformas del gobierno en CAP II (ciertamente casi todas con la finalidad de deshacer su propio entuerto populista del primer gobierno, insuflado por el mito de la “Gran Venezuela”), su asociación con el sector más retrógrado del país, el de la AD de Alfaro y los Notables. Su no comprobado apoyo a la intentona golpista de Chávez, pero el sí seguro apoyo dado en el Congreso el día de la intentona y su posterior condonación del delito abriéndole el camino para que implementara el método inédito de la llegada al poder del comunismo por la vía democrática, son en gran parte responsables de la debacle venezolana actual.
Pero no solo fue eso. Caldera en su ceguera por el poder llevó a la destrucción de su propio partido, a la castración del liderazgo sucesor que él mismo había formado y a aliarse con los sectores radicales de izquierda para llegar por segunda vez a la presidencia y hacer, como era natural en una tan nefasta coalición, el peor gobierno de la etapa democrática venezolana.
Su siembra del viento antipartidos, antiliberalismo y apoyo a truhanes que utilizaban la política para abyectos intereses personales llevó a la tempestad del chavismo y al estado de destrucción nacional en que vive hoy Venezuela.
Totalmente opuesta es la trayectoria política del presidente Uribe, cuyo origen político fue en la nefasta casa samperista, pero supo corregir a tiempo y se deslindó del Partido Liberal para ir en pos de la presidencia por un movimiento por firmas. Se convirtió en un fenómeno electoral al llegar a la presidencia en primera vuelta, partiendo de un escaso 2%, con un solo pero atinado lema: La seguridad democrática, que se convirtió en su política fundamental de gestión gubernamental. Con ella transformó al país, pasando de un Estado fallido a un país con seguridad y prosperidad.
Cometió el grave error de aupar al traidor Santos a la presidencia, lo cual significó un importante retroceso en la estabilidad y legitimidad democrática del país. Santos se convirtió en el principal aliado del narcoterrorismo, llegando a instaurar una dictadura en cogobierno con las FARC, al desconocer los resultados del plebiscito de octubre de 2016, entregando el país al narcoterrorismo.
Pero la tenacidad del presidente Uribe, su coherencia doctrinaria, su firmeza e incansable trabajo diario llevó a que el país rectificase el camino y decidiese por una clara mayoría impedir la perpetuación del farcsantismo, y eligió al presidente Duque para que rectifique el camino.
En resumen, Caldera, de brillante estadista, se convirtió en cómplice de la izquierda, se alió con sus enemigos de toda la vida por solo sed de poder, realizó un catastrófico gobierno y le abrió el camino a la tiranía que sepultó la República. Uribe, su antítesis, con una gran coherencia doctrinaria, realizó el mejor gobierno de la historia colombiana, luchó denodadamente contra el comunismo y el narcoterrorismo, llevó a Colombia de un Estado fallido a una próspera y pujante nación, acorraló a las guerrillas, obligándolas a escampar en las fronteras al abrigo de los gobiernos tiránicos fronterizos y encabezó la lucha por llevar a Colombia por la senda de una promisoria democracia.
Concluimos, pues, que el actuar opuesto de dos líderes explica en gran parte el diametralmente diferente camino de Colombia y Venezuela; esta en gran parte por responsabilidad de Caldera en una crisis humanitaria, y Colombia, gracias a Uribe, a pesar del entuerto santista, en la vía de reafirmarse como una gran nación democrática.