En los últimos días el tema de la heroicidad se ha realzado en Venezuela. Desde el punto de vista cinematográfico y televisivo, los estrenos de la última película de The Avengers: Endgame y la temporada final de Game of Thrones han dado mucho de qué hablar. Basta entrar a cualquier sala de cine para observar al público aplaudiendo la llegada de su héroe favorito cuando este aparece en pantalla.
Pero la heroicidad también se traslada al campo de la política. Y de alguna manera los hechos acaecidos el día martes 30 de abril nos hacen pensar en esa necesidad imperativa que tenemos los venezolanos de conseguir un héroe o un conjunto de héroes que finalmente produzcan el quiebre definitivo del régimen de Maduro.
No se trata de mesianismo, ni tampoco de buscar despertar las recetas del caudillismo que tantos desafueros nos han traído a lo largo de nuestra historia patria. Muy por el contrario, se trata de conseguir un referente, un punto de orientación que permita a la golpeada ciudadanía seguir su rumbo y plantearse el tránsito de la supervivencia a la dignidad.
Los cambios no siempre son abruptos. De hecho, muchas veces los puntos de quiebre se dan como consecuencia de procesos paulatinos, de la acumulación de señales que indican cambios de tendencia que analizadas por sí solas no arrojan mayor información. Es muy probable que el fin del régimen de Maduro, la culminación del socialismo del siglo XXI, se dé por algunos factores que hoy día no se están tomando en consideración.
¿Tenemos los referentes heroicos que nos ayuden a derrotar al socialismo? Creemos que sí. Cada día más hombres y mujeres se adhieren a la idea de la defensa de una sociedad libre, abierta y plural. Un punto que aún no se halla zanjado es qué tanto del antiguo orden se está dispuesto a tolerar con miras a la posible transición hacia la democracia. Lo que sí no puede negarse es que una administración con una orientación marcadamente socialista condenará irremediablemente al fracaso a la ya hundida nación venezolana.
No puede negarse, sin embargo, que al menos desde el punto de vista institucional, en estos momentos la Asamblea Nacional, los diputados, la figura de Juan Guaidó y su equipo de trabajo tienen muchas características que si bien no los convierten en héroes per se, sí denotan lo que puede llegar a ser un país libre y democrático. Si bien es cierto que muchos de los citados exponentes no tienen la aproximación más liberal al planteamiento de la política –básicamente muchos creen en la existencia de un socialismo “bueno” y “bien administrado”–, la coyuntura existente nos obliga a establecer una jerarquía de prioridades.
Hasta la fecha, con sus errores y aciertos, Guaidó ha demostrado coraje y determinación, y vista su formación democrática y la de su entorno, su gestión no se asemeja a la de un tirano sino a la de una persona con genuinas convicciones orientadas al asentamiento del Estado de Derecho en el país. Queremos pensar que será mucho más sencillo producir la llegada de un sistema de libertades bajo la existencia de un sistema democrático que desde los designios de una tiranía estatista.
De allí que en medio de esta difícil coyuntura sea imperativo brindar apoyo a la coalición opositora, trascendiendo al discurso destructivo, que a menudo no trasciende a la queja y se queda en la inacción. Podemos ser capaces de transformar el destino de nuestra nación, siempre y cuando alberguemos dentro de nosotros la lectura correcta de las circunstancias, y la medición del pulso político alrededor de los factores que nos rodean.
El tiempo de la libertad vendrá. Y estas son tan solo algunas ideas sueltas que se proponen, de cara a días complejos, de cara a la búsqueda de claves y significados que nos ayuden a descifrar el contenido de tantas tribulaciones, y no naufraguemos en el intento de tan ardua tarea.