El cambio en la fabricación de bolsas de plástico por aquellas que sean biodegradables es un cambio que debe ir de la mano de reducir el consumo de las mismas. Es importante, entonces, que se pueda introducir algunos efectos en la demanda de bolsas (como por ejemplo cobrar por las bolsas plásticas, o establecer estándares más altos a fábricas que no reúnan condiciones de fabricación biodegradable, etc). Tampoco la solución es dejar de usar plástico y usar solo papel. Pero siempre hay equilibrios que mantener.
No se puede decir no y prohibir el uso de forma drástica y total. Los pensamientos totalitarios en la industria, comercio y sociedad son inválidos, está comprobado. Es mejor generar acciones proactivas y de impacto a largo plazo. Además -en la comparación- se necesita cuatro veces más energía para fabricar una bolsa de papel que para una bolsa de plástico (documento de análisis, 2011, Asamblea de Irlanda del Norte). Más bolsas de papel: requieren más bosques talados. De igual forma las bolsas hechas de tela/hilo utilizan gran cantidad de energía para producirlas y fertilizar el hilo de algodón. Generar equilibrios de consumo parece ser, de momento, la mejor salida a este tema ambiental que ciertamente es de preocupación. Ejemplifico el caso de Uruguay, donde ya existe una ley específica para el «uso sustentable de bolsas plásticas», que si bien no desaparecerá ni prohibirá el uso sino más bien reducirá drásticamente en 60% el uso de esas bolsas.
Más que prohibir, que es siempre sinónimo de perseguir, hostigar y castigar, está la idea de generar una conciencia ambiental que debe ir acompañada de estímulos para cambiar hábitos de uso/consumo; “El camino que escogió Uruguay, que no es el de la prohibición sino del cobro por la utilización de las bolsas de plástico, permite un control más fuerte del proceso de fabricación e importación, lo que disminuye mucho la posibilidad de contrabando», explicó la principal autoridad ambiental uruguaya sobre el particular.
La norma uruguaya se alinea a la tendencia internacional de generar conciencia y de modificar –además– vía tecnología la fabricación de las mismas: será muy costoso en el futuro mediato fabricar bolsas plásticas que no sean compostables o biodegradables. Entonces allá opera el cambio y los fabricantes –unidos a nuevas tecnologías– podrán fabricar nuevas bolsas con mejores características de respeto ambiental. La idea es combatir el ciclo perverso: bolsa plástica mal desechada va a las aguas de los océanos, es consumida intencionalmente –o sin intención– por los peces y luego retornan esos peces como comida para los seres humados. Atacar ese ciclo es muy importante. La medida de la concientización a la reducción de uso –o mejor a no utilizarlas– va además por otro sentido: el cobro por adquirir esas bolsas que ahora las obsequian en los supermercados. Una vez que empiecen a tener costo comenzará a reducir su uso por parte de los compradores.
El plástico siempre será necesario y su uso responsable es parte de una nueva dinámica de pensamiento global. Sean bolsas de plástico, de papel o de hilo, consumen energía en su fabricación y transporte. De manera que es bueno enfocar el tema desde la perspectiva ambiental, industrial y normativa. El estado de Nueva York, por ejemplo, podría implementar desde 2020 la opción de cobrar 5 centavos de dólar por las bolsas de papel, de los cuales 2 serán para los gobiernos locales y 3 para el Fondo de Protección Ambiental del estado, generando mayor consumo de bolsas que no sean plásticas.
La mejor medida de momento es consumir menos bolsas de plástico, reutilizar, reciclar y tratar de consumir menos recursos. Aquí viene el concepto de eficiencia.
Mientras más usemos un elemento (sea bolsa de papel, de hilo o de plástico) estaremos ayudando a combatir los claros problemas de alto consumo de energía que requiere la fabricación de esos elementos y ayudando al entorno ambiental.