Todos estamos familiarizados con el término “blanqueo de capitales”, figura regulada en la mayoría de los marcos jurídicos que busca evitar y penalizar aquellos mecanismos empleados por los criminales para introducir su dinero ilícito en el mercado formal y transformarlo en dinero que pareciera ser legal. La doctrina y las leyes en distintas jurisdicciones enfocan el acto de blanqueo de capitales en los procedimientos y métodos empleados[1], los más típicos los vemos en el ámbito inmobiliario y compraventa de bienes muebles de gran valor, pero se ha vuelto notorio el uso de criptomonedas para alcanzar esos fines, de hecho, la Europol y las autoridades holandesas “tumbaron un servicio de ‘mezcla’ de criptomonedas, usado para ocultar el origen de capitales procedentes de flujos criminales”, operación policial que inició en 2018 y que conllevó la incautación de los seis servidores de Bestmixer.io en los Países Bajos y Luxemburgo[2].
Pero el blanqueo puede ser no solo de capitales, sino también de tu imagen, de tu situación política, jurídica y social. Recientemente escuché en la prensa española que la diputada por la Asamblea de Madrid Rocío Monasterio se negó a asistir a un programa de TVE, porque no sería “…coartada para invitar al terrorista Otegui…”, agregando que su partido “…no va a colaborar en el blanqueo político y mediático de ETA…”. Este caso me recordó el costoso lobby que con fondos públicos el dictador Hugo Chávez le hizo a las FARC para que no fueran consideradas terroristas sino beligerantes. También me recuerda cómo la izquierda internacional ha blanqueado el prontuario criminal de Fidel y Raúl Castro para que sean vistos como héroes de las minorías. Tan efectivo es ese blanqueo político que hoy en día la comunidad de LGBT suele utilizar prendas con símbolos del comunismo (vgr. camisetas de arcoíris con personajes de la Revolución Cubana), a pesar de que esa ideología siempre fue homofóbica.
Creo que podríamos entender el blanqueo político como una serie de actuaciones diplomáticas, económicas y de propaganda para transformar a un vil criminal en un simple político –que tan solo cometió errores en el pasado–, o para convertir a una organización criminal en un movimiento aparentemente político. El blanqueo político no será el término más común, pero sin duda ocurre y está en este momento suscitándose en Venezuela.
Los crímenes perpetrados por el chavismo ya los hemos analizado en esta columna (ver “¿Debemos ilegalizar al PSUV y al chavismo?” http://www.el-nacional.com/noticias/columnista/debemos-ilegalizar-chavismo-psuv_275939), donde la figura del partido político –MVR, PSUV y otros– no ha sido más que un medio para controlar el dinero, el poder y a la población con el fin de obtener ventajas económicas y materiales. Con el riesgo de perderlo todo, han llevado adelante una serie de crímenes de lesa humanidad, como el genocidio y el exterminio, cuyas consecuencias jurídicas están definidas tanto en nuestro marco jurídico como en el derecho internacional. Pero en este instante esa organización criminal cuenta con una oportunidad de oro, la negociación de una transición.
Difícil saber qué se conversó en Noruega o en Barbados, pero es indiscutible que actualmente se está negociando una transición donde el chavismo seguirá siendo parte de la política venezolana (el 30 de abril es una evidencia irrefutable y las declaraciones de políticos de oposición que proponen elecciones sin cese de usurpación también), donde además el propio PSUV tendrá candidato en las próximas presidenciales.
Se trata de una oportunidad de oro porque de suscitarse una transición donde ellos forman parte, considerando el poder económico que tienen, sus vínculos con carteles y terroristas y todo el aparataje regional que ostentan (controlan cada centímetro de Venezuela), les permitiría seguir siendo la élite más poderosa del país. Para el chavismo, firmar un contrato que los lleve a “ceder” en algunas cosas pero recuperando un estatus de “partido político” sería una jugada inteligente (un extreme makeover), porque detrás de esa transición, de un eventual nuevo presidente constitucional, estarán siempre ellos manejándolo todo, ya que tienen los medios y las formas para seguir haciéndolo. El que crea que una organización que vive del delito y que ha hecho lo que ha hecho en estos 20 años se va a regenerar de la noche a la mañana, pues le tengo una triste noticia.
¿Por qué el chavismo no firma ya ese negoción? Podemos solo especular, para empezar, está su división interna, no todos están metidos en la negociación, unos serían sacrificados –porque alguna “cabeza decapitada” hay que mostrarle al mundo– y otros mantendrían sus cuotas (ya no serían corruptos, narcos y asesinos, sino políticos y hombres de negocios). Otro aspecto para considerar es el mediano y largo plazo, posiblemente los chavistas que quieren firmar la transición no temen a la élite de políticos de oposición de hoy, pero sí pudieran temer a la nueva generación, aquellos que no ven futuro en una Venezuela donde los chavistas lo controlan todo y que posiblemente, en lo que se verifique un cambio generacional, intentarían poner fin a ese pacto que se está cocinando en la actualidad.
Si el chavismo tiene la oportunidad de blanquear su organización pudiera sentirse tentado a firmar, ello supondrá inmunidad jurisdiccional y preservación de sus riquezas, porque, de cualquier modo, ya no tiene sentido gobernar un país completamente arruinado, necesitan gente con algo de credibilidad que permita que las sanciones se levanten y renazca una pizca de fe en el inversionista extranjero, de lo contrario la base de operaciones del PSUV estaría acabada.
Dudo que el chavismo acepte elecciones con condiciones democráticas, pero creo que no les vendría mal perder la Presidencia, dejar que otro asuma todas las medidas impopulares que hay que establecer y luego reaparecer en unos años como los salvadores de los oprimidos o ¿es que acaso sería algo inédito?
[1] Blanqueo de Capitales https://economipedia.com/definiciones/blanqueo-de-capitales.html
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