Consecuente con sus acciones blandengues y zigzagueantes frente al régimen chavista hace unas semanas el gobierno de Joe Biden liberó a los narcosobrinos de Cilia Flores y Nicolás Maduro. Efraín Antonio Campo Flores y Francisco Flores de Freitas fueron capturados in fraganti en una operación encubierta de la DEA en noviembre de 2015 en Haití. Los narcosobrinos Flores fueron procesados, juzgados y condenados por la justicia estadounidense a pagar 18 años de cárcel por el delito de narcotráfico. En el proceso judicial quedó claramente establecida la existencia y conexión con el llamado Cartel de los Soles y la participación activa de los más altos jerarcas del régimen en operaciones de narcotráfico y narcolavado que luego servirán al propio Departamento de Justicia para ofrecer recompensa por la captura de Nicolás Maduro, Vladimir Padrino López y otros altos miembros del estado chavista.
La vinculación familiar con el íntimo círculo que controla el estado chavista define a los narcosobrinos Flores no como unas fichas de menor rango en la operación, sino más bien como agentes directos del entorno político en Miraflores. Y así fueron tratados por el gobierno de Maduro quien no escatimó recursos y esfuerzos hasta lograr su liberación.
Desde un principio la liberación de los narcosobrinos, la de Alex Saab y la exclusión de Carlos Erik Malpica Flores de la lista de sancionados por el gobierno estadounidense por narcolavado fueron demandas claras y directas que el chavismo le hizo al gobierno norteamericano. Apelando a tácticas ya conocidas, Jorge Rodríguez vinculó el destino de las negociaciones entre el chavismo y la falsa oposición a una negociación directa con el gobierno norteamericano y ultimadamente a la satisfacción de las demandas del régimen.
Al no tener una política definida frente al régimen chavista, el gobierno de Joe Biden va al ritmo de marchas y contramarchas, por una parte le otorga todo el acceso al interinato de Juan Guaidó para que maneje a su antojo los activos de Venezuela en el exterior, pero al mismo tiempo para asuntos claves como las relaciones con Colombia, petróleo y Guyana el gobierno de Joe Biden se ha venido entendiendo directamente con el gobierno de Nicolás Maduro, no con el interinato caricaturesco de Juan Guaidó.
El gobierno estadounidense ha dicho que mantendrá las sanciones contra el régimen chavista y sus jerarcas si estos no negocian con la falsa oposición y si no hay garantías para unas elecciones libres en el 2024. Pero lo último que se supo de las negociaciones en México es que el chavismo advirtió que no regresaría a negociar hasta que Alex Saab sea incorporado a la delegación oficialista. Tampoco está claro cuál es el estándar de lo que significaría unas elecciones libres en Venezuela.
En ese mar de ambigüedades la falsa oposición resolvió ir al fraude electoral de 2024 sin ni siquiera discutir el tema de las condiciones electorales. Quizás por ese nivel de desgano y entreguismo los norteamericanos resolvieron a comienzos de año profundizar los contactos informales con el chavismo para avanzar a negociaciones más concretas, específicas y pragmáticas estableciendo un canal directo con el régimen chavista que no pasa por la intermediación de la falsa oposición venezolana.
Tal como el chavismo y el gobierno estadounidense lo reconocieron el canje de los narcosobirnos por el 7 ciudadanos estadounidenses se comenzó a cocinar desde marzo de este año. Parte de estas negociaciones habría sido la exclusión de Carlos Erik Malpica Flores de la lista de sancionados por el gobierno norteamericano y posiblemente sea la liberación o el cambio de status de Alex Saab en las próximas semanas. No solo se ha despejado un canal para negociar en forma directa entre el gobierno de Joe Biden y el de Nicolás Maduro, con esto los norteamericanos también reconocen estar dispuestos a negociar con los representantes de un narco estado caracterizado como tal por la propia justicia estadounidense.
Esto fue lo que desde un principio Jorge Rodríguez en nombre del estado chavista le exigió a Estados Unidos. Siempre el chavismo condicionó todo el tema del diálogo y las negociaciones en México a la interacción directa con el gobierno norteamericano. En ese momento se pensaba que se trataba de una táctica dilatoria del chavismo para plantear condiciones invisibles y justificar el estancamiento de las negociaciones con la falsa oposición venezolana. Un par de años más tarde se puede apreciar que la jugada del chavismo si tenía un sentido y este ha sido plenamente validado por Estados Unidos.
A partir del canje de los narcosobrinos por los 7 ciudadanos norteamericanos no solo queda establecido que las negociaciones en lo sucesivo serán entre los representantes de Biden y Maduro, sino que además las negociaciones entre la falsa oposición y el régimen chavista en México no tienen ningún sentido. Pero es que nunca lo tuvo porque la falsa oposición además de su disposición a postrarse incondicionalmente ante el régimen chavista no tiene absolutamente nada para negociar o dar a cambio. Y ahora eso ha quedado en evidencia, luego de que Joe Biden decidió dinamitar las negociaciones de México en una transacción que no beneficia a los venezolanos y deja al gobierno norteamericano a merced de la avanzada chavista que marcha sin contratiempos hacia su nuevo fraude electoral en 2024, auxiliados en forma decidida por la blandenguería de Estados Unidos y el colaboracionismo de la falsa oposición.
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