La opinión pública, crispada al máximo, repudia la decisión de los gobernadores de Acción Democrática de someterse al mandato de la Constituyente de Maduro. Nadie ha de creer que un partido gobernado con la férrea y autoritaria mano de Henry Ramos Allup pueda haberse desentendido de la decisión de esos dirigentes de anotarse en el convoy constituyente. Así ha sido asumida y de allí la reacción colosal en contra de lo que ha hecho Acción Democrática en esta hora menguada.
Ahora el país observa que la oposición no tiene gobernadores. Las elecciones fueron fraudulentas y por tal razón sólo permitieron la victoria de cinco candidatos. Pero éstos ya no existen. Los cuatro de AD fueron anulados al someterse a la Constituyente y, para más humillación, al habérseles sobrepuesto unos “protectores” que –¡adivinen!– son los que van a tener el poder político y presupuestario de los estados. A los efectos políticos y prácticos no serán gobernadores de la oposición. Y el que fue elegido en el Zulia, Guanipa, tampoco lo será, al negarse a reptar ante la Constituyente. En síntesis, la MUD fue a la elección regional con la oferta de ganar de 18 a 23 gobernaciones y hoy no tiene ninguna, por efecto del fraude generalizado, la rendición de la banda de los cuatro, y la negativa del zuliano a la humillación.
La fuente de este desastre no es la conducta de AD, aunque haya llevado al paroxismo sus consecuencias, sino haber participado en esas elecciones regionales y haber trocado por nada la política de buscar el cambio de régimen, inscrita en el mandato del 16J, rubricado por 7,6 millones de venezolanos. Cuando se abandonó esa política para asistir al evento electoral, tirado como carnada en la mitad de la vía por Maduro para tentar a algunos, estaba cantada la derrota.
Millones de venezolanos votaron por aprovechar una rendija, por el peor-es-nada en una situación desesperada; pero, el problema no fue el que muchos hayan creído y votado sino la política ruinosa adoptada. Esa misma línea condujo ayer a esa votación y hoy a la desesperanza.
La tragedia es que la fuerza del 16J se dispersó y el régimen se dispone a avanzar en todos los frentes: gobernaciones, alcaldías, cierre de más medios de comunicación, más persecuciones y, sobre todo, la imposición del orden dictatorial como una nube roja, tóxica, que impregna los espacios, con aspiración de ser un orden definitivo e incontestable. Como corolario sólo falta que se metan otra vez en el “diálogo” dominicano y que reaparezca la sonrisita de Bambi que adorna el cinismo de Zapatero.