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Ayuda humanitaria y cierre de fronteras

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Si hubieran sido justos, hubieran recibido un trato justo, pero
oprimieron a la gente y el destino los ultrajó con daños y
tribulaciones. Al amanecer un nuevo día la lengua del destino le ha
dicho: “esto por aquello”. Y no hay quien pueda censurar a la
fatalidad.
Las mil y una noches

Es evidente y nadie en su sano juicio puede osar negarlo; la
“revolución socialista”, “antiimperialista” y “profundamente chavista”
ha decidido dar un paso al frente hacia el precipicio de su
autoabolición. A lo interno, un país aquejado por todo tipo de
enfermedades y patologías de diversa índole, mientras en Brasil,
Colombia, Aruba y Curazao, paradójicamente, existen cientos de miles
de toneladas de medicamentos y alimentos a la espera de que la
dictadura madurista experimente un rapto de sensatez que permita dar
paso a la tan anhelada “ayuda humanitaria” que el mundo entero ha
dispuesto para socorrer a nuestro pueblo hambriento y enfermo.

En estos últimos días de alharaca chavista “antiayuda humanitaria”
todo el continente latinoamericano ha visto con estupor el carácter
inhumano e insensible de la “revolución” que ha pasado de las
consignas vacías a los terribles y trágicos hechos. El
comunismo patriotero  revolucionario, prevaliéndose de su único
argumento (la “razón” de la fuerza de las armas) decidió cerrar el
paso desde Venezuela hacia el exterior y viceversa pretendiendo con
ello evitar el ingreso a nuestro país de los insumos médicos y
alimentarios que pudieran eventualmente paliar y, en no pocos casos,
mitigar los efectos y secuelas de los trágicos rigores que ha
causado la hambruna en amplias capas sociales de la población más
vulnerables económica y socialmente.

El sábado, 23 de febrero de 2019, el dictador Maduro reunido ante sus
huestes legionarias sedientas de odio y sangre dio otro paso al frente
de su propio fin de su ilegítimo y usurpador desgobierno y decidió
cerrar total y absolutamente la frontera colombo-venezolana, dándole
un plazo de 24 horas a la delegación diplomática del hermano país para
que abandone suelo nacional. Con la  ruptura de relaciones
diplomáticas entre ambas naciones vecinas se cumple a pie juntillas el
dicho popular de que “perro que ladra sí muerde”; pues, nunca en la
historia reciente de la última mitad del siglo XX y de lo que va del
siglo XXI, -repito, nunca- hubo un “mandatario”, espurio e ilegítimo y
todo, tan bocón y hablachento, tan bufenesco y delirante como Nicolás
“el que habla con los pájaros y con las vacas”.

Es moralmente inaceptable y éticamente condenable quemar comida y
alimentos ante la presencia de  un país famélico y aquejado por el
flagelo del hambre. Ese día, sábado 23 de febrero, las horrorosas
imágenes en tiempo real recorrían el mundo a través de las redes
sociales; por Whatsapp, Facebook y Twitter circularon profusamente los
horrendos hechos de terror protagonizados por presidiarios comunes y
colectivos armados militantes del PSUV disparando a mansalva a civiles
desarmados en la población de Ureña.

No hay forma ni manera de ocultar
o tergiversar los acontecimientos que quedaron registrados
gráficamente en fotos y videos que ya son de dominio público de la
comunidad nacional e internacional y cuentan con la reprobación y
condena de la sensibilidad democrática de toda la especie humana con
un mínimo de sentido común, sindéresis y una porción elemental de
ecuanimidad.

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