COLUMNISTA

El auditorio de la guerra

por Jesús Rangel Rachadell Jesús Rangel Rachadell

El gobierno habla de guerra con una ligereza que espanta. Un dirigente del PSUV asevera que el gobierno de Maduro tiene como defenderse de una agresión de Colombia o de Estados Unidos. Jorge Arreaza, ministro de Relaciones Exteriores, ofrece enviar a venezolanos a defender la soberanía e independencia de Nicaragua. Para remate, el embajador de Suráfrica en Venezuela, Joseph Nkosi, manifestó su apoyo a Maduro en contra de una posible invasión y dice que su gobierno facilitará soldados para luchar contra los norteamericanos. La guerra se disfruta desde la butaca que le corresponda.

Pedro Carreño tiene la fantasía de que la fuerza armada, con su débil apresto de fuego, puede evitar que un extranjero profane el sagrado suelo de la patria. Sueña que, con los dos únicos aviones Sukhoi operativos, sin artillar –por el criterio de que las armas y las municiones deben estar separadas–, van a afrontar una agresión a nuestras fronteras. O que podrán repeler al imperio con la artillería bélica ofrecida por el país surafricano. No es de extrañar tantas sandeces de quien colocaron para hablar sobre la defensa del país. Estamos a salvo.

Otra cosa es enviar a venezolanos a luchar para apuntalar la dictadura de Nicaragua. Es fácil enfrentarse a muchachos desarmados, o a lo sumo provistos con piedras y escudos de cartón piedra, al igual que lo hicieron aquí en Venezuela. Asesinaron a ciento y tantos jóvenes venezolanos y acallaron las protestas. La receta está probada.

El gobierno se imagina que, ante un ataque despiadado de aquellos que desean dar un golpe de Estado, el pueblo armado por ellos, los milicianos, los soldados, los tenientes, capitanes, coroneles y generales, serán los primeros que defenderán el socialismo del siglo XXI. Que miles de ciudadanos se atravesarán ante los invasores, su carne detendrá cañones y balas, y se inmolarán por el buen gobierno que hace Maduro en favor de todos los venezolanos, sin excepción.

Alucinan los rojitos que la lucha será casa por casa, cada calle una barricada. Los francotiradores dispondrán de miles de atacantes. Aviones de guerra despegarán de los aeropuertos militares y civiles, esos mismos en los que no pueden aterrizar los aviones comerciales por falta de luz. Los soldados al servicio del gobierno contarán con varias cacerinas con suficientes proyectiles para su fusil Kalashnikov. Cada soldado tendrá su respectiva ración de comida con su menaje, y su dosis de antibióticos, para el caso de que se infecte por cualquier causa, al igual que tuvieron todos los soldados en la invasión de Normandía el famoso día “D”. Con esos pertrechos la defensa es un paseo, siempre y cuando sea verdad.

Al igual que en Bahía de Cochinos, los atacantes morderán el polvo; y lo que no pueda defenderse deberá ser quemado. La táctica será la de tierra arrasada, al igual que hicieron los rusos con Napoleón y con Hitler, para que el enemigo no pueda aprovecharse de los campos sembrados, matar el ganado bovino y demás animales bien alimentados, destruir la producción nacional de bienes y servicios; y reducir los miles de litros de gasolina que surten a las bombas del Zulia y de Táchira. Sospecho que ya iniciaron esa estrategia.

Los que desean un cambio de la situación económica y de libertades políticas se imaginan otro escenario. Por ejemplo, el del regreso de Napoleón en el llamado período de los Cien Días. María Corina se abrirá el pecho y le dirá a los soldados y a la milicia: ¡Si alguno de ustedes es capaz de dispararle a su dirigente, háganlo ahora! Y, a consecuencia de esas palabras, los soldados chavistas se pasarán de bando por la libertad de la patria, llegando a Caracas en una semana, luego de que caseríos y pueblos se sumen a la caravana de la democracia.

No sé si los soldados llegarán a desertar; pero no me sorprendería que la gente, al ver que se acercan los extranjeros y venezolanos golpistas, piensen que se acabará el racionamiento de electricidad, en las carreteras no habrá tanto cobro de peaje verde oliva, los alimentos los tendremos a disposición; y, en general, no tendremos más colas para adquirir lo esencial, incluido el dinero; dólares por delante.

Lo que puede pasar es que en las zonas especiales en las que están suspendidas las garantías, con sus militares jefes únicos de áreas, los heridos de San Antonio del Táchira, Ureña y Rubio sean llevados a los hospitales de San Cristóbal; y los que se generen en las luchas de Paraguachón, Machiques y la Goajira los acerquen a los hospitales de Maracaibo; donde no encontraran  médicos y enfermeras bien pagadas y con experiencia, medicinas, antibióticos, rayos X y otros aparatos que necesitan de energía eléctrica para funcionar; gasas, inyectadoras, sueros y un largo etcétera. Los milicianos serán atendidos por médicos integrales comunitarios, quienes aprendieron su oficio en las universidades bolivarianas, y aplicarán los conocimientos adquiridos en sus clases de Marx y ecosocialismo, para la atención de las patologías propias de la guerra; sin estetoscopios ni batas. El triunfo está garantizado.

La debilidad del Estado venezolano es de tal entidad, que cuidado y no perdemos territorio si nuestros vecinos identifican el grado de postración en el que se encuentra el ejército, la población y la producción nacional.

@rangelrachadell