COLUMNISTA

Asesinar al pueblo para imponer una dictadura

por Javier Vivas Santana Javier Vivas Santana

(…) Las relaciones entre deseo, poder e interés son más complejas de lo que ordinariamente se piensa, y resulta que aquellos que ejercen el poder no tienen por fuerza interés en ejercerlo, aquellos que tienen interés en ejercerlo no lo ejercen, y el deseo de poder, juega entre el poder y el interés un juego que es todavía singular. Sucede que las masas en el momento del fascismo, desean que algunos ejerzan el poder, algunos que, sin embargo, desean este poder, desean que este poder sea ejercido. Este juego del deseo, del poder y del interés es todavía poco conocido. Hizo falta mucho tiempo para saber lo que era la explotación. Y el deseo ha sido y es todavía un largo asunto. Es posible que ahora las luchas que se están llevando a cabo (…) esto sea el comienzo de un descubrimiento de la manera en que el poder se ejerce.

Michel Foucault - Microfísica del poder.

Maduro ha emprendido una forma neototalitaria del poder. Ha dejado claro que el poder convencional, basado en ideas democráticas, diversidad de pensamientos y corrientes políticas contrarias a su doctrina de gobierno, no representa sus intereses. Sus deseos están centrados en un ejercicio autoritario, represivo, que imponga su voluntad ante la noluntad de las mayorías. Por ello, recurre al fascismo en simbiosis con el nazismo y el estalinismo como última carta para perpetuarse como líder de un fracasado gobierno que exterminó al país en su contexto republicano.

Tal realidad, en el medio de una nación empobrecida, desbordada por la delincuencia, el contrabando, el narcotráfico, la corrupción y las mafias, azotada por la inflación más alta del mundo, con una economía destrozada en su producción agrícola, pecuaria, industrial y hasta depauperada como productora de hierro y petróleo, al punto de quebrar una de las empresas siderúrgicas más grandes del continente, así como convertir a la petrolera estatal más importante de América Latina en importadora de crudo y gasolina para satisfacer la demanda interna, revela que el poder como está instituido, se convirtió en la principal piedra de tranca para seguir avanzando en sus concepciones políticas para controlar a Venezuela.

Maduro y sus séquitos saben que solo les queda su claque como acompañantes de una secta política que no tiene futuro en el ejercicio del poder a través de la democracia. Pero en esa controvertida e ignominiosa cúpula, con mínimo apoyo popular, aún les queda el poder viciado de una legitimidad de origen que ha transformado en bazofia constitucional cada uno de los derechos ciudadanos, cuando, amparados con una seudolegalidad emanada del Tribunal Supremo de Justicia, emplean a grupos policiales, militares y paraestatales para que arremetan con el uso de bombas, balas y juicios militares, la máxima represión sobre una población civil. O sea, la población por la cual “juraron” trabajar para brindarles la mayor suma de “felicidad” posible se convirtió en el peor enemigo de sus deseos para adueñarse del poder.

El madurismo destruye cada una de la líneas establecidas en la propia Constitución que les generó ese poder no solo por el voto en unas elecciones libres, sino que han llegado al extremo de pervertirla, con la complicidad del Consejo Nacional Electoral, al convertir el poder originario del pueblo que fue la génesis de la propia carta magna, por intermedio de la consulta popular (referendo) con el propósito de instrumentar un Estado de justicia social, en una letrina de argumentaciones fascistas que tienen en sus acciones de confrontación nazi, y pensamientos estalinistas de hegemonía totalitaria, el triángulo de la exclusión, la persecución y la destrucción sobre aquellos que rechazan sus crueles deseos por mantener el poder bajo el esquema de una neodictadura.

En consecuencia, el madurismo pretende asesinar al chavismo con una puñalada en el corazón de su pensamiento, al intentar derogar la Constitución y sustituirla por un adefesio jurídico que acabe con el protagonismo del pueblo en la toma de sus principales decisiones, es decir, la eliminación del voto universal, directo y secreto, el cual sería sustituido por el voto corporativo de mafias burocráticas y clientelistas del neototalitarismo.

Del mismo modo, la educación se convertirá en un himno a la imposición del pensamiento único, según el cual, quien no comulgue con la doctrina madurista será considerado “traidor a la patria”, y toda la economía del país tendrá como único dueño a los miembros de las directivas neonazistas, quienes eliminarán con el consenso de “leyes” especiales a través de “juicios extraordinarios” a empresarios y trabajadores, que en lo sucesivo no se constriñan a los designios del nuevo “Estado” comunal.

El madurismo es la escoria política del siglo XXI. Es una simbiosis fascista, nazista y estalinista desde un discurso seudorrevolucionario, de falsa izquierda. Sus zascandiles viven como la más rancia derecha en el medio de los lujos, el dinero, el placer, con hijos y familiares residenciados en los países más capitalistas del mundo; verbigracia, de Estados Unidos y Europa, y disfrutando de cualquier cantidad de vanidades que solo tienen analogía con las más excéntricas de las oligarquías y familias “reales”, mientras un pueblo muere de hambre en las calles, de mengua en los hospitales, o de tristeza espiritual ante el llanto de verse condenado a vivir en la más absoluta pobreza.

El madurismo pretende asesinar al chavismo y al pueblo para implantar una neodictadura sin importar la sangre inocente que sea destilada en el medio de la barbarie humana. Ante ello se impone un acuerdo entre diputados constitucionalistas, que aún quedan del verdadero chavismo, con sectores de oposición en la Asamblea Nacional para designar nuevas directivas del TSJ y CNE con el propósito de abrir un nuevo cauce político, como salida democrática e institucional que evite un baño de sangre entre venezolanos, el cual ha comenzado a expandirse de forma muy peligrosa.