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Artífices de la antipolítica

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El régimen ha sido eficiente en aplicar sus estrategias para poner en evidencia las miserias de una dirigencia opositora que, al hacerle el juego a un gobierno de naturaleza criminal como el de Maduro, ha llevado a la sociedad civil venezolana al desaliento y la frustración. El gobierno avanza en su estrategia para que se manifieste lo peor de una clase política que en casi veinte años de un proceso envilecedor terminó por traicionar la ética y los principios a cambio de unos supuestos espacios que son un absurdo en sí mismos, despojados de toda competencia, que solo sirven –como se sabe– para financiar nóminas de partidos políticos.

Estamos frente una nueva fase de estrategia gubernamental para terminar de aplastar a una oposición que luce derrotada, destruir lo que queda de la Asamblea Nacional, continuar el linchamiento iniciado contra su directiva e imponer en el país un plan perverso de sometimiento, represión y empobrecimiento que es rechazado abrumadoramente por la población.

Los que se acuerdan con el gobierno están descubiertos y han provocado una gran molestia y desconfianza en la sociedad civil, que al menos ya tiene claro el panorama político y sabe a qué atenerse con esa clase de dirigentes que no están dispuestos a respetar la palabra empeñada y que justifican el engaño y la mentira como instrumento político.

El caso de Manuel Rosales, que aspira a ser electo gobernador del Zulia, es un deplorable ejemplo de cómo el quehacer político se ha vaciado de todo sentido y contenido altruista. Estamos presenciando el ejercicio de la política en el que “todo vale”, incluida la traición, con tal de recuperar el poder perdido. Con su participación, Rosales convalida la anulación de la elección del gobernador Juan Pablo Guanipa.

Otro caso incalificable es el de Yon Goicoechea, importante figura de Voluntad Popular que por fin ha logrado su libertad e inmediatamente fue postulado como candidato a alcalde de El Hatillo por el partido Avanzada Progresista, que lidera un infiltrado como Henri Falcón. El otro caso es el del dirigente de Voluntad Popular Delson Guarate, que también logró salir de la cárcel y es apoyado por el partido de Manuel Rosales, Un Nuevo Tiempo, para volver a la Alcaldía del Municipio Mario Briceño Iragorry en el estado Aragua.

Ambos traicionaron su partido, Voluntad Popular, que decidió no participar en las elecciones municipales. ¿Qué les pasó?, ¿acaso fueron doblegados por el régimen a través de los partidos esquiroles AP y UNT? Por qué asumieron el riesgo de comprometer su patrimonio político cuando se esperaba de ellos compromiso y una madurez política adquirida como prisioneros de la dictadura, necesitada como nunca de una oposición fantoche para consumar una nueva farsa electoral cuyos resultados están cantados de antemano.

Es más que lamentable el comportamiento de unos jóvenes en los que se había depositado la confianza para ser parte de la necesaria renovación de dirigentes a quienes se les exige prácticas políticas honestas y distanciamiento de los métodos de los actores tradicionales, que se mueven exclusivamente sobre la base de su interés individual. Es tiempo de asumir la cuestión de fondo.

En una crisis económica terminal, como la que sufre el país, en manos de quién está el recambio político en un momento en el cual toda una dirigencia, o casi toda, está colapsando y no representa sino a unos partidos cuyas estructuras verticales son antiparticipativas. Es esa dirigencia representada por los Rosales, los Allup, los Falcón, similares y advenedizos la verdadera artífice de la antipolítica.

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