Rusia retira la mayor parte de su personal debido a los incumplimientos de pagos: las obligaciones del mercado prevalecen sobre una presunta hermandad ideológica traicionada por la expansión de la delincuencia común y organizada del narcotráfico que garantiza la permanencia en el ejercicio del poder del régimen castrocomunista bolivariano, con el obligado apoyo de China, primera que desde hace dos años definió –a través de la Agencia de Riesgos de Pekín– a Venezuela como país no confiable y que intenta perder la menor cantidad posible de los financiamientos otorgados, mientras que al mismo tiempo persiste el consenso del gobierno al continuismo de la explotación por parte de Cuba de los escasos recursos que aún le quedan al pueblo venezolano.
Es una situación que ha sido favorecida por la decadencia de las otras fuerzas políticas, máxime de aquella mayoría representativa que en la Asamblea Nacional, en lugar de apoyar con la seriedad y responsabilidad requerida al presidente interino promotor de una solución pacífica y democrática de la crisis, se encuentra dividida por rivalidades personales y de grupos, en la búsqueda de migajas de poder fundamentadas en el negocio y la corrupción.
Sin identificarse desde el inicio con la ortodoxia tradicional del socialismo científico representado por el marxismo leninista, una vez conquistado el poder bajo la utilización del sistema democrático postulado por el Foro de Sao Paulo de 1990, con una presunción de independencia tecnológica y financiera determinada por los recursos ocasionales propiciados por los precios del petróleo, el régimen se ha cerrado en sí mismo en una especie de autarquía refractaria al cambio de un desarrollo industrial que pusiera el sistema productivo en condición de incrementar la ocupación, producir y distribuir riqueza, transformar la sociedad rentista en una sociedad productiva, aumentar el nivel de vida de los trabajadores. Al contrario, sustanciaba la macroeconomía en una política monetaria y fiscal para aumentar progresivamente la pobreza para controlarlos y someterlos al sistema centralizado, que los ha reducido en un estatus de desesperación y de constante riesgo de supervivencia: así la “revolución” bonita ha realizado su cometido, lo contrario de lo logrado por la práctica de la revisión ideológica y programática de China y Rusia.
¿Pues, es pleonástico preguntarse si el proceso de revisión de la ideología tradicional de Rusia y China en aceptar la lógica capitalista del mercado corresponde a una auténtica conversión democrática, o es solo una utilización táctica determinada por la globalización, la automatización, la producción de masa, la velocidad de las comunicaciones, la tecnificación de los recursos humanos? Cual sea la respuesta, lo cierto es que en cualquier sitio donde el sistema comunista detiene el poder las otras opciones políticas no existen o al máximo pueden expresar el disenso mediante una dialéctica política controlada.
Cuando como en Venezuela la oposición constituye una hipótesis de amenaza real de cambio, la represión individual y colectiva, la cárcel o la expulsión hacen reflexionar sobre la verdadera naturaleza de los diversos tipos de comunismo aplicado: así ha pasado en Albania, Cuba, China, Rusia, Corea del Norte. Todavía aquellas sociedades no han resuelto el problema de la democracia representativa, ni conquistado aquellas libertades sustanciales que se identifican con los derechos humanos y la libre circulación de los hombres y de las ideas que habían caracterizado aspectos importantes del devenir de la cuarta república. Sin alcanzar dichos valores, los países mencionados sí pretenden que los intercambios internacionales puedan explotar las inversiones extranjeras, la transferencia de tecnología y las ventajas comparativas y competitivas, máxime las determinadas por la división internacional del trabajo sometido al control de la gestión económica y política del partido único: de la plusvalía derivada del comercio internacional, además de implementar los ingresos de la balanza de pagos, han traído beneficios a los trabajadores y, por ejemplo, en China se han creado más de 83 millones de “clase media”, cual estructura social creadora de bienes y servicios, es decir, de los soportes básicos de la economía, y que al contrario en Venezuela la revolución castro social comunista bolivariana ha destruido para sustituirla con la “boliburguesía” derivada del peculado, la corrupción, el aprovechamiento indebido de los recursos del Estado restados del funcionamiento y el mantenimiento del sistema productivo, de Pdvsa, de las empresas de Guayana, de la salud, de la educación, de las viviendas y en general de los servicios públicos de los venezolanos.
Por cierto, la evolución tecnológica y del conocimiento, la práctica de la ética y el pulcro ejercicio de la administración pública constituyen condiciones fundamentales para conseguir un libre desarrollo material, intelectual y moral de cada individuo y de las diversas formaciones sociales, pero el desarrollo al cual hacemos referencia en un moderno Estado democrático, en nuestra configuración histórica de la futura recuperación del país, no puede ni debe identificarse con un partido, o una particular concepción política o ideológica, ni privilegiar una fe religiosa, o una iglesia o una corriente cultural, pero sí debe asegurar la presencia y convivencia de todas las posturas a través de una dialéctica social que se transforma en identidad del “ser” de hombres libres y responsables que conviven en el mismo territorio y que experimentan nuevas y más avanzadas configuraciones del sistema productivo capitalista, por ejemplo, mediante la distribución equitativa y proporcional a los inversionistas y a los trabajadores de la “plusvalía” del capital tecnológico (Pepe, 2008) y de los alcances estimulados por finanzas de tercera generación que trasforman el capital especulativo en capital participativo (Mata Molleja y Asker Hasan, 2018).
La contradicción que existe en Venezuela entre la vía democrática y la solidaridad humana de una parte y la diversa concepción del Estado totalitario por la otra fundamenta la exigencia del cambio político en el conjunto constituido por los intereses al desarrollo de todos y cada uno de los componentes de la sociedad: es decir, la constitución y aceptación de un sistema mixto de economía, ya definido en la Constitución de 1999, pero nunca realizado, y que precisa la gestión directa y conjunta por parte de la administración pública y la iniciativa privada de los sectores fundamentales de la producción, de la educación, de los servicios, en el compromiso programático socialmente avanzado, jurídicamente definido y éticamente respetado por el vínculo que identifica el ser ciudadano con la unidad de la nación.
Las contraposiciones creadas por el proyecto político castro social comunista bolivariano son insostenibles y el nuevo poder político, legítimamente constituido, deberá fortalecer las instituciones democráticas con rigurosos análisis económicos y científicos, y el control sistemático de los gastos para evitar cualquier tentación totalitaria y oponerse fehacientemente a los intentos de malversación y corrupción.
Los conceptos de discontinuidad, de ruptura, de valores y de límites de transformaciones no pueden poner solo cuestiones de procedimiento, sino como plantea Faucault (1969), problemas teóricos capaces de subrayar, casi resaltar la realidad, que sin repensar a la dispersión que siempre se presenta en la historia, deriva siempre de un soporte causal interno o externo. La alternativa de gestión del poder y la identificación de la estrategia se adaptan a las circunstancias y en el tiempo se consolidan en un modelo que permite reiniciar el proceso de renovación del Estado-nación: en lo político, mediante la alternativa pacífica de los actores o participantes al ejercicio del poder; en lo económico, mediante el incremento de la productividad causado por la incorporación de nuevo capital y la posibilidad de ampliar el mercado, es decir de un excedente del cual se beneficia la entera sociedad.
Hacer analogías, semejanzas en cuanto al crecimiento y desarrollo de hecho no tiene consistencia para aportar soluciones pragmáticas. Pero sí es necesario analizar cada sector y estrategia de producción e, incluso, a los actores que intervienen en los procesos económicos y sociales para no incurrir y agravar los errores del pasado y avanzar en el camino del crecimiento con la cohesión requerida por el proceso de recuperación del país postulado por la gran mayoría de los ciudadanos venezolanos y facilitado por la comprensión y la ayuda de la comunidad internacional.
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