“En su chaleco bordado /grillos ocultos palpitan” (García Lorca).
La nieve y el frío anuncian la proximidad de las Navidades. Diciembre ya está aquí. Los informativos de televisión cuentan el revuelo causado por la exposición del cartel navideño de este año de la Asociación de Belenistas de Sevilla que representa al arcángel san Gabriel acompañado de una reproducción de la Giralda y una flor. El autor a quien se le encarga la obra es el pintor Manuel Peña. Nadie diría que el artista iba a verse envuelto en una polémica de tales proporciones. Pero vayamos por partes. Sevilla es una ciudad de proverbial devoción hacia los ritos, las iglesias, los santos, los ángeles y los arcángeles. Sevilla reconoce la pasión y el sentimiento allá donde se encuentre. Los sevillanos aman el arte y la belleza.
De igual manera, de todos es conocida la inclinación andaluza –y Sevilla no queda fuera– por el humor (allí se dice la guasa) el buen rollo y el cachondeo. Pues bien, la imagen que pintó del arcángel el artista, aparece –digámoslo así– delicada, por no decir claramente afeminada. Si una cosa está clara es que Manuel Peña se ha leído y releído el Romancero gitano de Lorca puesto que el arcángel en cuestión parece una ilustración del poemario del poeta granadino. El autor incluye la azucena del poema “San Gabriel”. La composición de la obra pictórica contiene toques supuestamente homoeróticos. Por ejemplo, la mirada blanda, la adolescencia tardía, el rostro dulce o la caída de ojos del arcángel pueden parecer fuera de lugar en un cartel religioso. Si indagamos un poco más, el pintor se atreve a dibujar el dedo índice apuntando al cielo como señal secreta de una hermandad oscura. Dicen que el célebre pintor del Renacimiento italiano pintaba ese gesto en algunos de sus cuadros.
El resultado final del cartel es un arcángel amanerado de pose praxiteliana que sostiene la mirada del transeúnte y la miniatura de la Giralda sevillana en una mano junto a la azucena mientras la otra, la siniestra mano, es cómplice de un gesto –también siniestro– o por el contrario, supone un homenaje al autor florentino de San Juan Bautista.
A los sevillanos, a los andaluces y a los españoles más ortodoxos no les agrada el cuestionamiento de la sexualidad de los ángeles y, consecuentemente, han criticado la publicación del cuadro. Claro está que hay otra Sevilla, otra Andalucía y otra España que saca el ingenio y el humor para compartir la alegría de vivir y pasar el rato hablando y disfrutando de la calle y el gentío. Y por extraño que parezca, la gracia y las risas no callan el sentido de íntima devoción y respeto hacia la fe cristiana y la tradición.