—¿Entonces, lo dejamos entrar? –preguntó Nicolás. Explícame, porque no entiendo bien.
—Está clarito, mijo. Dejamos que pase sin rollo, se va a confiar, va a creer que tiene a Dios agarrado por la chiva y entonces ahí, cuando esté de lo más engolado, le tiramos el zarpazo –dijo Jorgito.
—¿Y ese zarpazo en qué consiste, me puedes decir –insistió Nicolás.
—Quédate tranquilo, que esta no la van a soportar. Es algo con el Guri, vamos a apagar el país, los zarandeamos un poco, los cansamos y hacemos que entre ellos mismos se pongan a discutir, como siempre –subrayó Jorgito. Le decimos a los camaradas que tengan comida y agua, que compren enlatados y cosas que puedan durar, y les metemos un pocotón de horas sin luz, sin teléfono, sin poder entrar a Twitter, que la gente de fuera no sepa cómo están sus familiares, la locura pues. Y como siempre, después culpamos al imperialismo, al Rubio ese que nos tiene jodidos en las redes con una amenazadera y al muchachito. Y como Michelle va a venir, le presentamos las pruebas de que ellos son los antidemocráticos.
—¿No lo paramos en el aeropuerto ni para pedirle el pasaporte? –insistió Nicolás.
—Que se lo sellen como a cualquier hijo de vecino, pero nada de dejarlo preso. Que crea que nos ganó. Después que chupe limón. Los más duros de su gente, cansados de marchitas y discursos, van a querer que nos tumbe de una vez y no tiene con qué; ya Vladimir nos dijo que tiene todo controlado, así que se va a cocinar en su propia salsa. Vas a ver que en una semana se están jalando por las greñas entre ellos –manifestó Jorgito.
—¡Plomo! Dile a Luis que le dé viaje, que no le tiemble el pulso –recalcó Nicolás.
La conversación que transcribo es pura ficción. No me consta que algo así haya sucedido ni en Miraflores ni en ningún otro lugar, pero visto lo acontecido desde el jueves pasado no me resulta descabellado pensar que pueda haberse dado.
¿Es tan malvado este gobierno para someter a 30 millones de personas al calvario de quedarse más de 60 horas sin electricidad para mantenerse en el poder y destruir la estrategia política de la oposición, incluyendo el paso amargo de sacrificar una veintena de vidas que no pudieron dializarse o tuvieron algún inconveniente de salud?
Se lo pregunté al diputado Elías Matta, presidente de la Comisión de Energía y Petróleo de la Asamblea Nacional, y lo dudó: “No lo creo, más bien pecan por la inacción al no tomar las medidas necesarias para tener un óptimo sistema eléctrico y por la corrupción”.
Quizás es que seguimos pensando en que esta gente respeta las reglas del juego, no traspasa los límites de lo ético y en cualquier momento podría agarrar sus macundales e irse a otra parte debido a la presión internacional o porque se dieron cuenta de que Juan Guaidó es más simpático que ellos.
Lo cierto del caso es que no me gusta lo que veo: un grupito, una camarilla, que se resiste, que parece dispuesta a hacer lo que sea con tal de no entregar el poder, y otra gente que bien intencionada aún no tiene muy claros los pasos a seguir para que no la sigan maltratando.
¿El apagón fue planificado? Vaya usted a saber, pero a mí me parece que sí.