George Bernard Shaw acuñó el término bardolathry con la intención expresa de cuestionar el culto a William Shakespeare, a quien odiaba, de acuerdo a propia confesión, tanto como a Homero y Walter Scott ―escogía bien el blanco de sus dardos el dramaturgo irlandés―. Por eso, lo conjeturo autor de la sentencia «hay demasiada cordura en la locura de Hamlet». No se orientan mis desvaríos a exaltar al Cisne de Avon y escarnecer al autor de Pigmalión. Me interesa el aforismo porque es tentador parafrasearlo y, mutatis mutandis, afirmar que hay exceso de claridad en los apagones de Maduro. Y de variedad. Sí, diversas clases o especies, si no de blackout, de ausencias o carencias distinguen por error y omisión la gestión castro bolivariana: de ellas versarán las siguientes divagaciones.
Ni siquiera por respeto a esta semana de fervor se nos permite ver luz como Dios manda, pues el fariseísmo carmesí dispone otra cosa; los apagones se multiplican y a las interrupciones en el suministro de electricidad se suma una tijera informativa orientada a cortar por lo sano cualquier referencia a las actuaciones antidemocráticas del régimen. Si no se ve, no existe. Con semejante convicción, el usurpador ordena a las cableoperadoras de televisión excluir de sus parrillas a los canales críticos de su administración. Por haber transmitido el concierto Venezuela Aid Live fueron censuradas y sacadas del aire las señales de Antena 3, Nat Geo, 24 Horas y TV Chile; con anterioridad, sucedió lo mismo con NTN24, CNN en Español, Todo Noticias, El Tiempo Televisión, Caracol Internacional, RCN y CNN Chile. El apagón televisual se extendió (con recule) a las emisiones en español de la Deustsche Welle ―la cadena alemana ha sido silenciada en tres ocasiones desde enero de 2019―. A nivel nacional se contabilizan más de 60 medios de comunicación desaparecidos durante el chavismo. Demos por tratado o en suspenso lo concerniente a los bloqueos de Internet y el hackeo de cuentas en las redes sociales. Menos mal que no se le ha ocurrido a la dictadura ―todavía― vetar a la RAI (Radiotelevisione italiana) porque, ¡solo eso nos faltaba!, nos quedaríamos con los crespos hechos y las ganas de ver al papa Francisco impartir la bendición Urbi et Orbi desde el balcón central de la basílica de San Pedro, precisamente cuando se cumplen 2.772 años de la fundación de Roma: estaríamos sin duda ante un apagón espiritual en tiempos de cólera antieclesiástica.
La Iglesia católica, apostólica y romana aún no ha terminado de enderezar los entuertos causados por clérigos incontinentes, pedófilos y estupradores, y el cómplice silencio de la jerarquía respecto a las lúbricas prácticas de sus pastores ―de todo hay en la viña del Señor: uvas, pámpanos y agraz―, y entonces arde Notre Dame, orgullo de su acervo arquitectónico y una de las joyas más preciadas del patrimonio monumental de la humanidad, catástrofe a ser tenida, acaso y fanatismo mediante, por castigo celestial. El daño material fue inmenso y más todavía el emocional, ¡pobre gente de París! Afortunadamente, no hubo víctimas humanas a ser registradas en el saldo de la deflagración; si las hubo, hace 67 años, el 9 de abril de 1952, en la caraqueña basílica de Santa Teresa. Era miércoles y, muy de madrugada, tal disponía y sigue dictando la tradición, una multitud de penitentes, ataviados con el sayo morado de las peticiones y promesas, abarrotó las naves del templo para honrar sus votos al Nazareno de San Pablo; a las 4:45 de la mañana alguien supuestamente gritó ¡fuego! Y cundió el pánico: se produjo una estampida con balance de 46 muertos y 115 heridos, mayormente mujeres y niños. El hipotético detonante de la tragedia fue tal vez mera especulación de la prensa amarillista, a fin de condimentar la noticia; la Seguridad Nacional endosó la fatal ignición y el chillido de rigor a presuntos enemigos de la junta de gobierno controlada por Pérez Jiménez y presidida por un títere tránsfuga de la generación de 1928, Germán Suárez Flamerich ―aunque la aclaratoria no se juzgue pertinente o parezca una digresión anecdótica, la incluí por cuestión de simetría entre la dictadura militar de aquel momento y la de ahora, ambas enmascaradas en la proa con marionetas civiles―.
Al colocar el punto y aparte en el párrafo precedente me vino a la mente una viñeta de El Roto, no el dibujo sino el fumetto, «La militancia permite tener razón sin tener que razonar» y me pregunto si Maduro, Cabello y Padrino se habrán valido (sin reflexionar acerca de las consecuencias) de su patética jauría de mil ancianos, sus patotas delictivas y sus colectivos gansteriles para impedir, con el persuasivo «razonamiento» de las balas, sesionase el cabildo abierto a celebrarse anteayer, 19 de abril, alegórica alusión a la insurgencia cívica de 1810, germen de la emancipación y la vocación republicana nacional. Si queremos una Venezuela libre, no se ha podido escoger mejor fecha a objeto de clamar por ella. Habrá apagones de toda índole y todavía hoy estaremos oyendo y leyendo verdades oficiales sobre la violencia y desenfreno de los camisas rojas azuzados por Aristóbulo Istúriz, ataviado con el mismo modelito de camuflaje lucido por Blanca Ibáñez, y de Fredy Bernal, ridículamente disfrazado de muchacho pendejo y ¡siempre listo!, y muy poco o nada ―a no ser injurias y denuestos― en torno a la tenacidad y firmeza de Juan Guaidó; tenacidad y firmeza, debo decirlo, que desesperan a los inmediatistas e inquietan a dubitativos adherentes a su hoja de ruta ―¿me habré embarcado en una causa perdida?―, sin embargo, el presidente interino ha sido muy explícito y transparente en lo atinente a los foros preparatorios del asalto final: «No vengo a proponerles paciencia. Vengo a pedirles organización».
Hoy es Domingo de Resurrección. Es Pascua Florida y la cristiandad entona himnos de alabanza en homenaje a la elevación de Jesús al reino de los cielos para sentarse a la diestra de Dios Padre. No muy lejos de ellos han de estar, lo cree la gente de fe, las almas santificadas de los inocentes fallecidos aquel aciago miércoles. Hoy arderá Judas, monigote de trapo y paja con las facciones de Maduro, de Cabello, de Padrino u otros capitostes verdirrojos de similar catadura. Por devaneos del azar o caprichos de la necesidad, también se festejará el Día Mundial de la Creatividad y la Innovación y procede, en consecuencia, achicharrar un Judas policéfalo con las cabezas de todos ellos; y, tal vez, a objeto de apagar el ominoso crepitar de la candela condenatoria de los avatares del Iscariote, convenga deleitar el oído con la barroca exuberancia de la Pasión según San Mateo, del piadoso Johann Sebastian Bach, si se es creyente, o con la Obertura de la Gran Pascua Rusa del ateo Nikolái Rimski-Kórsakov, si no se es mucho. Mañana será otro día y una nueva semana comienza. Ojalá, ¡no soy Job!, sea la última con Maduro a cuestas. Dime, Señor, ¿es mucho pedir?
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