COLUMNISTA

La «antipolítica» como coartada

por Carlos Blanco Carlos Blanco

Durante un tiempo largo en ciertos sectores políticos e intelectuales ha habido la idea de que hay un movimiento antipolítico, dañino para partidos y dirigentes que, de otro modo, cumplirían con eficacia sus tareas y compromisos democráticos. Si se hurga un poco, se verá que tal defensa contra la “antipolítica” no es más que una coartada destinada a impedir la crítica de conductas y estrategias.

He insistido en diversas oportunidades que una de las razones por las cuales llega Chávez al poder fue el terrible desgaste de los partidos políticos, negados a su democratización o demorados frente a esta. Por ello en la Comisión de Reforma del Estado planteamos su democratización, la necesidad de transparencia financiera, así como la eliminación de cargos vitalicios, y otras propuestas. Es cierto que la crítica a los partidos se intensificó a lo largo de los años y que los mismos que encumbraron a Chávez participaron de esa reprobación (unos, porque la compartían: otros, porque les convenía); pero esa crítica ni nació ni murió con “los notables” y las élites que les hicieron el coro. No hay que olvidar que esos partidos, todos y en primer lugar Acción Democrática, se opusieron a los procesos de cambio del gobierno del presidente Carlos Andrés Pérez y luego fueron –en primer lugar AD– factores de su derrocamiento.

Con la llegada del régimen de Chávez la situación de los viejos partidos empeoró. AD, Copei, el MAS, Proyecto Venezuela, entre otros, se vieron sometidos a un deterioro crítico, mientras que los nuevos partidos nacieron medio estrangulados porque, al nacer, Chávez les enredó en el cuello el cordón umbilical.

Los partidos estaban mal, siguieron mal y empeoraron hasta los límites que hoy conocemos, con excepciones prometedoras pero todavía en proceso. Los motivos son, como digo, las desastrosas burocracias internas y más adelante el asedio tiránico del chavomadurismo.

Los partidos están en discusión en todo el mundo debido al desarrollo de mecanismos alternativos de participación, las nuevas formas de comunicación e información, la caída de las catedrales sin que haya nuevas, la pérdida de la capacidad de ofertar paraísos por parte de las ideologías socialistas. Pero, en el caso venezolano concreto, el debate no está en ese elevado plano sino en la incapacidad de sus direcciones de diagnosticar a tiempo la garra que los aferra por la garganta y que les impide desarrollar una estrategia adecuada para quitársela del cuello; entre otras causas, porque la mayor parte de los dirigentes carece del desarrollo intelectual necesario para ver lejos.

No. No es antipolítica. Lo que hay en la ciudadanía es una visión política exigente que busca respuestas a su tragedia y no las encuentra.