En la magnífica serie sobre la Revolución francesa (Robert Enrico, Richard T. Heffron y la asesoría histórica de Jean Tulard, 1989) hay una escena que me hace pensar en lo que actualmente vivimos en Venezuela. Maximilian Robespierre es capturado en medio de la toma violenta del cabildo de París (Reacción Termidoriana, 28 de julio de 1794), hecho en el que este se hiere a sí mismo y, en medio del caos, su leal amigo Louis Saint-Just mira un mural que tiene transcritos los Derechos del Hombre y del Ciudadano, y dice: “Al menos logramos algo”. De igual manera, en medio del desastre que ha generado el chavismo-madurismo, miro al pasado, a la democracia iniciada el 23 de enero de 1958 y me digo: “Al menos logramos eso”, ¡poder mantener durante 40 años la alternancia en el poder de los civiles por vía democrática!
Siempre me pregunto si nuestro pueblo mantiene en su memoria la importancia de esta fecha. Si al igual que otras importantes efemérides nacionales, esta tenga un significado que nos una y guíe nuestra acción colectiva. Una rápida mirada a la resistencia democrática de los últimos 20 años de construcción autoritaria nos ofrece algunas respuestas.
En los centros educativos siempre se hacen carteleras a principios de mes con las fechas de celebración nacional. En estos días pude ver que el 23 de Enero brillaba por su ausencia en una escuela. Le dije a la maestra que la estaba “armando”, que le faltó dicha efeméride y su respuesta fue una tímida sonrisa. Y cuando le pregunté por las de febrero: ¿pondrá el 4F?, de inmediato me dijo que ni de broma porque “eso es pavoso”. A principios del régimen, Chávez trató de imponer la celebración del día de su supuesta gesta y hacer olvidar el 23 de Enero, pero le fue imposible y tuvo que tratar de hacer una pirueta diciendo que “el 4F reivindicaba las luchas del 23E”.
El primer ejemplo que ofrecí nos hace ver que hay un olvido, no se puede negar. De parte de la dictadura hay un intento forzado (claro) de establecer algo que las mayorías repudian y dicho repudio se da precisamente porque la democracia sigue viva como sueño e ideal. No recordaremos la fecha, pero sí su profundo significado.
Me atrevo a decir que el 23 de Enero se convirtió en un mito, debido a que se han olvidado los hechos históricos en sus detalles más no sus símbolos y su trascendencia. Un pueblo anhelante de libertad se alza con los liderazgos de la Iglesia, los partidos, los estudiantes, entro otros, hasta lograr que la Fuerza Armada –hasta hace poco garante de la dictadura– pasara a quitarle el apoyo al régimen y lograr de esa manera su derrumbe final. He acá el relato, el mito, porque al tener la oportunidad de hablar con algunos de los protagonistas de aquellos hechos, estos me afirmaron que el protagonismo lo tuvieron los militares. Pero la memoria colectiva le ha dado una vuelta a la historia, de modo que se fortalezca su identidad democrática y civil.
Otro aspecto que la gente recuerda de esta fecha es el llamado “espíritu del 23 de Enero”, el cual consistió en el olvido de las diferencias de los partidos y grupos antagónicos para crear una gran unidad en pro de la democracia y un programa de desarrollo y bienestar. Se puede decir que dicho “espíritu” se “operacionalizó” en el Pacto de Puntofijo (31 de octubre de 1958) y su programa mínimo. Los mitos siempre existirán; el punto es que los pueblos generen algunos que los ayuden a progresar y no lo contrario.
Es posible que los jóvenes olviden la fecha, aunque mi experiencia como docente me ha demostrado que esto no es del todo cierto, pero aunque la olvidaran realmente siguen creyendo en la bondad de las libertades políticas, en especial la electoral. Cuando se les habla de la Generación del 28, el 18 de Octubre de 1945, la resistencia a la dictadura de Marcos Pérez Jiménez y el 23 de Enero de 1958, se sienten identificados. La democracia no es un fenómeno extraño a nuestra historia, a nuestra cultura, porque existe como una creencia cultivada por las generaciones del siglo XX. Es por ello que no hay razones para perder la esperanza.