Esta semana, específicamente el día 15, se cumplen ocho años del inicio del más sangriento conflicto del presente siglo, pues en ese día de 2011 se inició la guerra en Siria, ocasionando la mayor cantidad de víctimas y el desplazamiento más numeroso de personas desde la Segunda Guerra Mundial.
Después de ocho años de combates y bombardeos, Siria está en ruinas. Ha sufrido el conflicto más sangriento de los que se presentaron como resultado de las revueltas en la denominada “primavera árabe”. Después de Túnez, Egipto y el inicio de la rebelión en Libia, en marzo de 2011 estallaron las protestas contra el presidente de Siria, Bashar al Asad, en la ciudad de Daraa (sur). Todo se inició el día 15 de marzo tras el arresto de unos jóvenes, estudiantes adolescentes, que pintaron en la pared de su escuela unos grafitis contrarios al gobierno y al presidente. Se presentaron las manifestaciones exigiendo la liberación de los jóvenes, las cuales fueron enfrentadas por las fuerzas de seguridad, resultando más afectados y presos. Surgieron las primeras protestas y rápidamente se extendieron por todo el territorio sirio originando el mayor conflicto del país. No ha sido una guerra civil entre rebeldes y gobierno, sino un enfrentamiento bélico en el que han participado los más diversos factores globales, se ha internacionalizado, empezando por las dos potencias mundiales: Estados Unidos de América y Rusia, diferentes países europeos: Reino Unido, Alemania, Francia; todos los países vecinos árabes y no árabes: Irak, Turquía, Líbano, Israel, Jordania, Irán, Arabia Saudita, Qatar, Emiratos Árabes Unidos; y factores terroristas: Al Qaeda (Daesh), Hamas, Hezbolá; y otros. La mayoría con participación activa y aporte de hombres, armas y logística. Difícilmente se puede encontrar en la historia un conflicto en el que tantos intereses se han conjugado en tan reducido espacio territorial.
Como resultado se tiene que actualmente hay, según Acnur (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para Refugiados), 5,6 millones de refugiados sirios en todo el mundo, especialmente en los países vecinos; estos, sumados a los 6,2 millones de desplazados internos, hacen que la mitad de la población del país se haya visto obligada a dejar hogares y trabajos; 69% de las familias queda en pobreza extrema; el lamentable resultado de víctimas en estos 8 años se eleva a medio millón, un tercio de ellos civiles; el Banco Mundial calcula en más de 300.000 millones de euros la factura económica de la guerra para la reconstrucción de infraestructura e industria (3 veces el PIB de Siria de 2010, antes del conflicto).
En lo referente a controles territoriales, después de haber perdido 70% en 2014-2015 (se afirmaba que el gobierno sirio estaba perdido) que fue dominado por el Estado Islámico, Al Qaeda, kurdos y otros insurrectos, hoy se estima que el ejército sirio controla 65% del país (tenía 35% en 2017); el Estado Islámico hoy tiene 0,5% (dominaba 40% en 2015); los kurdos, apoyados por Estados Unidos, tienen 25% (tenían 14% en 2017); y otros insurrectos tienen hoy 9,5%. Paulatinamente, el gobierno sirio ha ido recuperando territorio y espera tener el control total y absoluto del país en el corto plazo.
Irán y Rusia históricamente, y desde hace más de tres décadas, han sido los aliados de los Asad, actualmente de Bashar y antes de su padre Hafez, y son los que realmente han desempeñado un rol de primer orden en el presente conflicto a favor del gobierno sirio. Irán salvó con su ejército y armas la muy débil situación en 2012 al entrar con miles de soldados al territorio sirio y dominar a los insurrectos; Rusia en 2015 aniquiló con su fuerza aérea al Estado Islámico establecido con su califato. Siria hoy es deudora de ambos y ya están en pleno desarrollo los acuerdos y convenios de inversión para la reconstrucción en todos los sectores económicos. Moscú se ha convertido en el mediador indispensable de Damasco con sus aliados. El pasado mes de enero, Irán y Siria firmaron 11 acuerdos y memorandos de entendimiento, incluido un acuerdo de “cooperación económica estratégica a largo plazo”.
Es notable la proclama de vencedor del gobierno de Bashar al Asad en la contienda que está a punto de entrar en el noveno año, capitalizando la victoria militar en el ambiente político con la participación y el apalancamiento de su aliado Putin. La apertura de la Embajada de los Emiratos Árabes Unidos (EAU) en Damasco a finales de diciembre es un espaldarazo al gobierno sirio. Bahréin y Jordania también reinician relaciones con la apertura de sendas delegaciones en Damasco. Jordania además permite la operatividad plena de la frontera con Siria, restableciendo el comercio regional en el cruce terrestre de Nassib, punto estratégico. La Autoridad Palestina es la última en reabrir la sede de su agencia de noticias en Damasco. El nuevo gobierno del Líbano, liderado por una coalición encabezada por Hezbolá, aliado de Siria, pronostica un pronto reinicio pleno de relaciones diplomáticas. Arabia Saudita y Qatar se niegan a restablecer relaciones diplomáticas con Siria.
En la Liga de Estados Árabes, Siria fue suspendida en 2011, al inicio de las protestas que se presentaron en el país. Aun cuando no hay consenso para su retorno, sí existen miembros defensores de la idea de su reincorporación, lo cual también es muestra de la aceptación y el reconocimiento del dominio del gobierno sirio.
En lo referente a los países europeos hay tres posiciones. En primer término están Francia, Gran Bretaña y Alemania, que se niegan rotundamente a una relación diplomática con Siria; luego, el grupo de los que siempre han mantenido las relaciones, con embajadas abiertas, como la República Checa, Rumania y Bulgaria. Y finalmente los intermedios: Italia, España y Grecia.
En cuanto a Estados Unidos, se ha anunciado la polémica retirada de las tropas, 2.000 soldados norteamericanos, y muy importante la aclaratoria de Donald Trump al manifestar que su país no persigue un cambio de gobierno en Siria.
La gran labor del gobierno sirio, aparte de la recuperación territorial pendiente, es la reconstrucción del país destruido, así como el regreso de la población emigrante, que ya se inició y está en proceso, indispensable para el retorno de las actividades agrícolas, artesanales, industriales y comerciales, y la posterior recuperación del sector turístico que recibió a 8 millones de visitantes en 2010.