En punto de las 8:00 de la mañana tiempo del este de Estados Unidos del 11 de septiembre de 2001 dio inicio uno de los capítulos que transformarían la historia y el rumbo de las políticas internacionales de seguridad aérea en todo el mundo, a esa hora despegó del Aeropuerto Internacional Logan de Boston el vuelo 11 de American Airlines, en el que viajaban 5 terroristas que secuestraron el Boeing 767 que transportaba a 92 pasajeros y que 46 minutos después se incrustaría en la Torre Norte del Word Trade Center (WTC) de Nueva York.
Ese día el mundo se enteraría de que existía un hombre llamado Osama Bin Laden y que en otro tiempo fue aliado de Estados Unidos, quien lideraba la organización terrorista Al-Qaeda, y que países que tal vez nunca habían escuchado nombrar antes en su vida eran refugio para él, sus allegados y simpatizantes… los ojos del que es considerado el ejército más poderoso de la Tierra estaban puestos en Medio Oriente y los países árabes.
Entre las 8:00 y las 11:00 horas de aquella mañana del 11 de septiembre se vivieron momentos tensos y de gran conmoción, a las 9:03 un segundo avión, pero ahora de United Airlines embiste la Torre Sur del Word Trade Center, y si para esos instantes aún no quedaba claro qué sucedía en la Torres Gemelas, la transmisión en vivo por televisión de ese impacto dejó claro que eso no era un accidente.
34 minutos después se informó que un tercer avión se estrelló contra el Pentágono… no había duda ya, Estados Unidos era objeto de un ataque terrorista y toda la nación estaba envuelta en casos y pánico, tanta información propició que se publicaran supuestos ataques en edificios de gobierno y más secuestros de aeronaves comerciales.
Finalmente, un cuarto avión se estrelló en Pensilvania sin alcanzar su objetivo: el Congreso de Estados Unidos se informó, aún otros aseguraban que la Casa Blanca era el objetivo.
Las imágenes de terror procedentes del WTC de Nueva York fueron una constante, hombres y mujeres que prefirieron arrojarse por las ventanas a cientos de metros sobre el suelo y así adelantar su muerte, antes que morir quemados entre los fierros hirvientes y el concreto colapsado de los hasta entonces símbolos de poderío económico norteamericano.
Según la mayor base de datos sobre terrorismo a escala global a cargo del Consorcio Nacional para el Estudio del Terrorismo y Respuestas al Terrorismo (Start) de la Universidad de Maryland, el último año –2017– muestra la tercera caída anual consecutiva en cuanto a número de actos terroristas y número de muertes por esa violencia.
El año 2014, cuando ISIS se encontraba en su pico en Siria e Irak, presentó los números históricos más elevados de actividad terrorista. Esto fue cambiando conforme esa agrupación fue disminuida y el territorio que controlaba en esos dos países le fue arrebatado. Además de esta, otra organización terrorista que acaparó los reflectores debido a las muertes producidas fue Boko Haram, tristemente famoso por sus secuestros masivos de niñas, pero enormemente letal en otros tipos de actos. El gobierno nigeriano desde entonces, auxiliado por varios países, incluido Estados Unidos, ha llevado a cabo un combate relativamente eficaz contra esa organización.
El número de muertes ocurridas por terrorismo en 2017 (26.000) sigue siendo altísimo. Solo comparándolo con 2012, cinco años atrás, hay 70% más fatalidades. Y si lo contrastamos con 2001, cuando ocurrieron los atentados terroristas del 9/11, hoy tenemos aproximadamente 600% más ataques y 400% más fatalidades que en aquel año.
Al-Qaeda sigue viva a pesar de todo lo que se ha invertido en su destrucción. Se trata de una compleja organización con filiales ubicadas en cantidad de países, como Somalia, en donde ocurrió el ataque más mortífero de 2017. Una de esas filiales derivó en eso que hoy conocemos como ISIS; la mayor perpetradora de los últimos años, también sigue viva a pesar de haber perdido el territorio que controlaba en Siria y en Irak.
El último reporte de Start revela que en 2017 hay al menos 20 grupos perpetradores adicionales a los que había en 2016, lo que refleja que los procesos de radicalización en sociedades varias siguen operando y creciendo, elevando los riesgos futuros.
Tras 17 años, se han efectuado 2 grandes intervenciones militares multinacionales, decenas de otras intervenciones menores, bombardeos contra cuarteles, posiciones, bases, individuos, descabezamientos de agrupaciones, operativos secretos, aplicación extraterritorial de leyes, encarcelamiento y tortura de sospechosos, polémicas medidas de ciberseguridad y ciberespionaje a ciudadanos de decenas de países, cumbres, foros y conferencias, medidas estrictas de revisión a pasajeros de vuelos comerciales en todo el mundo, cientos de medidas para detectar y prevenir el financiamiento de organizaciones ilícitas… a la fecha en septiembre de 2018, el mundo padece no menos, sino más, mucha más, actividad terrorista que en 2001.
Tiempo al tiempo.