Falleció, dejó de existir el que algunos llegaron a pensar –incluso creer– que era inmortal, Fidel Castro. Afortunadamente se equivocaron y murió, lo cremaron y enterraron en una roca tras pasear sus vetustas cenizas de punta a punta por la “isla de la felicidad”. Sucumbió de viejo y desgastado dejando como herencia la tiranía y miseria que había construido a lo largo de seis décadas junto con su hermano octogenario y gruñón –de hecho, más cerca de los 90 que de los 80–, para que nadie se hiciera ilusiones. Nada debía cambiar, lo único posible había sido realizado; el parpadeo para microempresarios y detalles menores para el turismo.
Alguna vez alguien, sufriendo de una pesadilla producto de la absorción opípara nocturna, podrida y descompuesta –palabras más o menos– expresó que Fidel había sido el más grande humanista del siglo XX. Instruido en letras humanas es muy diferente a violador de derechos humanos. Semejante majadería y payasada merece repudio, por embuste y disparate.
En todo caso, hablar de los muertos es inservible y torpe. Ya Fidel no forma parte de la política –ni cubana, venezolana o mundial– sino por reflejo. Hay muchos, sin embargo, que quieren seguir manejando y cubiertos por su sombra. Allá ellos y sus deseos frustrados e inútiles. Fidel, al igual que Chávez, dejó de ser y no tiene posibilidades de influir más.
El control absoluto, muerte, torturas, invasiones, expropiaciones, presos políticos, salarios de indigencia, negación de oportunidades, hambre, frustración, escasez, dependencia del petróleo venezolano, prioridad militar, implacabilidad policial, Partido Comunista Cubano como máxima y absoluta expresión de autoridad apabullante, obediente y sumiso a las estupideces de un comunismo decrepito y fracasado, convocan sainetes electorales que simulan democracia, pero que en realidad el castrismo gana siempre con 95% de los votos, los escasos autos de los años cincuenta reconstruidos, parapeteados una y otra vez, la prostitución en sus diferentes géneros y variedades, la subordinación vergonzosa al turista que es el único que trae dólares para apuntalar una economía que, tal como van las cosas en la Venezuela del discípulo amado y diariamente guiado, podría estar dejando de ser la última para ascender a la penúltima de América Latina.
El movimiento y sistema políticos basados en la lucha de clases y en la supresión de la propiedad privada y los medios de producción es comunismo y la herencia del nefasto engendro de la maldad, único capital de Raúl e incógnita para los próximos años. El hermano menor supera los 80 años de edad y por mucha salud –hay quien diga que no es tanta– está más cerca de hacerle compañía a su consanguíneo que de soñar porvenires.
El anciano Raúl ha dicho que estará al frente de la desdicha e infortunio cubano solo hasta el próximo año, aunque eternizarse en el poder es típico de sátrapas; de aquí a allá muchas cosas pueden –o no– pasar. Lo que vendrá puede estimarse, pero nunca saberse. ¿Se alzará el pueblo que lleva 60 años aguantando la feroz e intransigente dictadura comunista, generando el mayor exilio latinoamericano y uno de los más altos del mundo? ¿O se encargarán del trono hijos, nietos y amigos de los Castro? ¿Qué pasará con la cúpula militar integrada por vejestorios seniles achacosos, ricos y poderosos pero polvorientos?
Un borrachín sufriendo embriaguez por efecto de la absorción de algún lavagallos callejero de mala producción, se atrevió pronunciar algo así: “El ADN de Fidel está presente en millones de revolucionarios dentro y fuera de Cuba, en nuestra América, en el mundo, así que Fidel está presente biológicamente…”, y así continuó balbuceando boberías y disparates. Podrán imaginarse la resaca moral de este pobre diablo, aunque ahora no lo recuerde. Lo que hace recordar la sabiduría pública: “Dios mío, si con el beber te ofendo, con el ratón te pago y me quedas debiendo”.
Está empezando tímidamente el proceso electoral –para llamarlo de alguna forma, porque es una afrenta y burla al pueblo–, convocado por el régimen castro-cubano presuntamente para “elegir” el reemplazo de Raúl Castro. No deja de llamar la atención, pues sería la primera vez en más de 60 años que los cubanos verán un cambio de jefe por elecciones, aunque sean tan poco confiables que producen arqueo nauseabundo. Lo mismo que provocan en Venezuela –al menos para algunos– que participan directa o indirectamente en busca y conservación de “espacios”.
¿Volverá Cuba a ser la principal economía del Caribe y una de las más dinámicas de la región, o seguirá cargando la pesada roca a la cual fue integrado Fidel? ¿Qué le espera a Venezuela? ¿Qué pensará Maduro? Todas las interrogantes están por ser dilucidadas, tarde o temprano habrá respuestas, lo cierto reza el refranero popular: “No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”.
@ArmandoMartini