Hace pocos días una dama de muy fino porte reconoció a este columnista en un cafetín de Miami. Luego de los saludos protocolares la señora se despachó de manera furibunda en contra de la MUD, a la que culpó de todos los males pasados y presentes, no recuerdo si también los futuros. Afirmaba como un hecho incontrovertible que cada vez que la oposición se acercaba al triunfo final, entonces sus líderes percibían importantes sumas para “traicionar” la memoria de los jóvenes muertos en los recientes episodios. Continuaba la interpelante acusando a Ocariz de haber entregado al capitán Caguaripano, apresado en el municipio Sucre, y naturalmente se quejó de la “entrega” de Leopoldo López, que –afirmó– tuvo la desfachatez de recibir a Zapatero y de traicionar al pueblo aceptando la medida de arresto domiciliario ¡a cambio sabe Dios de qué concesiones!
Comentamos este feo episodio porque constatamos que las posiciones extremas consiguen también adeptos que prefieren ver siempre el vaso medio vacío en lugar de medio lleno. A la dama en cuestión le explicamos que más bien todo lo que se había conseguido hasta ahora era obra de la dirigencia opositora, de esos diputados que por meses caminaron al frente de todas las marchas recibiendo palo y “gas del bueno”, más los esfuerzos de otros que desde el exterior han hecho lo que han podido en los círculos que tuvieron al alcance, además de gobiernos y personalidades internacionales que día tras día ejercieron las presiones que pudieron y que en definitiva han puesto el tema Venezuela en el centro de la agenda y al “gobierno” jugando ya solo a la defensiva. Es cierto, sí, que el precio en sangre y sufrimiento ha sido alto y que las vidas perdidas no se remplazarán, pero es igualmente cierto que casos como la tragedia venezolana no se resuelven por Whatsapp, en cuya plataforma militan muchos de los talibanes que luchan por la democracia desde su teclado virtual. Naturalmente la señora nos confesó que ella sí estaba tranquila porque todos sus hijos se encontraban a buen recaudo en Estados Unidos. Vale decir que la aspiración de seguir calentando la calle es válida, ¡pero solo cuando matan a los hijos de los demás!
Por eso es que quienes por razones profesionales o vocación democrática mantenemos contacto con círculos académicos del exterior nos resulta imposible explicar que un grupo de personas que se reúnen alegando que quieren reformar la “mejor Constitución del mundo” hayan gastado ya más de dos semanas pronunciando arengas que no tienen relación alguna con el propósito que los convocó y supuestamente considerando proyectos de leyes que en modo alguno tienen rango constitucional, sino tan solo el formato y propósito de los “tribunales populares” que en distintas ocasiones históricas encarnaron la revancha de unos sobre otros. Dígame usted lector si en verdad puede creerse que la comisión de la verdad no sea otra cosa que una nueva inquisición en la que la señora Delcy ejerce el rol de Torquemada y donde la condena de la hoguera se sustituye por el “juicio popular” en el que veinte “constituyentes” (los quinientos restantes son de relleno) han asumido la suma del poder público sin límite ni contrapeso alguno. Solo faltan Robespierre cortando cabezas y los fusilamientos del habanero Fuerte de la Cabaña para completar el cuadro.
Cómo hace este columnista para explicar a sus interlocutores que el Poder Judicial venezolano, por boca de su máximo vocero, se “pone a la orden” de la ANC para impartir justicia basada en leyes aún no escritas y todo ello antes de que la ANC se lo haya pedido? Alucinante por decir lo menos.
Qué explicación puede ofrecer o entender alguien cuando los medios transmiten el discurso de la señora Iris Varela proponiendo el fusilamiento de quienes –según ella y la ley “antiodio” que su grupo está proponiendo– incurra en el delito de “traición a la patria” que aún no está tipificado ni definido.
Cómo hace alguien para discutir que las desgracias que hoy nos arropan no son culpa de Dólar Today ni de las sanciones que Mr. Trump acaba de imponer, sino que todo ello es la resultante de tres lustros largos de anarquía y desgobierno.
La enseñanza es que cuando ya creímos haber tocado fondo, siempre hay otro escalón para estar peor. La otra enseñanza es la de la sabiduría popular que nos dice que el momento más oscuro de la noche es justamente el que precede el amanecer.