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AMLO, sociedad civil y democracia participativa

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La conversación de varios colegas y amigos con Andrés Manuel López Obrador en TV Milenio la semana pasada ofrece una gran cantidad de temas de reflexión. Desde el lenguaje corporal hasta la lentitud del discurso, pasando por la sustancia y la autoadulación, el candidato de Morena proporcionó un enorme caudal de elementos para que cada quien decida su voto con pleno conocimiento de causa. Por mi parte, retengo dos tesis o enunciados de AMLO que me llamaron poderosamente la atención.

A propósito del Sistema Nacional Anticorrupción, dice AMLO: “No me gusta, pero se va aplicar porque ya no vamos…”. Y sobre la Fiscalía autónoma entra ya en materia: “Sí autónoma, pero con el mecanismo de que el presidente proponga la terna al Congreso y el Congreso elija. Le tengo mucha desconfianza a todo lo que llaman sociedad civil o iniciativas independientes. El problema es que han simulado demasiado con lo de la sociedad civil, es como lo de las candidaturas independientes que son independientes del pueblo, no de la mafia del poder, pero ahorita te aclaro, te voy a poner un ejemplo, la transparencia que tú citaste. Un parapeto en el mejor de los casos, supuestamente promovido por la sociedad civil, independiente, ¿en qué terminó? El Instituto de la transparencia que nos cuesta 1.000 millones de pesos, promovido por Fox, pero apoyado por la sociedad civil… ¿saben qué fue lo último que resolvió el Instituto de la Transparencia? Mantener en secreto la investigación de Odebrecht, sobre los sobornos, esos instrumentos que se han creado para justificar, o mejor dicho, para encubrir actos de corrupción, son instrumentos que se han venido creando para simular que se va a combatir la corrupción y al final lo que hacen es proteger la corrupción”.

Muchos autores extranjeros, y mexicanos, como Rubén Aguilar y Federico Reyes Heroles, han subrayado la debilidad secular de la sociedad civil mexicana. Si existe un déficit de la democracia en México, probablemente sea este. Por otro lado, a algunos siempre nos pareció que el SNA valía bastante menos de lo que se presumía, y que el papel de las organizaciones de la sociedad civil, su diseño y negociación dejó mucho que desear. Pero saltar de estas dos premisas a concluir en la desconfianza en la sociedad civil hay un gran paso temerario. La falta de probidad y eficacia del INAI, el encubrimiento de la corrupción vía Odebrecht, la frustración con las candidaturas independientes son motivos para más sociedad civil en México, no menos.

El segundo tema digno de comentarse me recordó una discusión durante buena parte de 2001, al redactarse y negociarse la Carta Democrática Interamericana. En Ottawa, en Chile, en Lima, los países miembros de la OEA se pusieron paulatinamente de acuerdo sobre un texto basado en la defensa colectiva de la democracia en América Latina, y en las medidas que se podían poner en práctica en caso de ser interrumpido el orden democrático o constitucional. Los delegados de Venezuela, empezando en Canadá con Hugo Chávez himself, insistieron a lo largo de los nueve meses que llevaron por fin a la firma el 11 de septiembre en Perú, en la democracia participativa, como definición alternativa a la democracia representativa. Ninguno de los demás países –obvio: Cuba no estaba presente– efectuó un planteamiento semejante. Solo Venezuela. Hoy sabemos por qué.

Sobre esta misma democracia participativa, Andrés Manuel afirma: “Son dos tipos de democracia, existe una democracia representativa que es la del Congreso, y existe también, debe existir, la democracia participativa, no es de que la democracia termina, se agota, en una elección constitucional y ya se eligieron a los diputados, a los senadores, incluso al presidente, yo me voy a someter a la revocación de mandato, cada dos años se les va a preguntar a los ciudadanos, quieres que continúe el presidente o que se vaya, que renuncie, porque el pueblo pone y el pueblo quita. Imagínese lo que nos hubiéramos ahorrado…”. La democracia participativa no se agota en la revocación de mandato, digo yo. Se extiende a elecciones con pluralidad de partidos; a asambleas constituyentes nombradas por dedazo; a sustitución de instituciones electas por instituciones designadas; a autonomías borradas y a un corporativismo al estilo PRI de la edad de oro. ¿AMLO retoma sus planteamientos de Chávez? No sé, pero son los mismos.

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