Ya México eligió sucesor para Enrique Peña Nieto, quien terminará su gestión de presidente de la gran nación mexicana como uno de los mandatarios más impopulares de su historia. El agotamiento de los partidos y la corrupción rampante que fueron la tónica de los últimos años le abrieron la puerta a quien será el próximo presidente del país.
Aunque AMLO se exhibió como un bastión de las izquierdas, un salvador mesiánico para su país, su discurso electoral evitó los extremos y el excesivo populismo de manera de armarse de la confianza del electorado. Ahora, el hombre de “los silencios y respuestas ambiguas”, como lo califica El País de España, tiene entre las manos un país pujante pero sembrado de conflictos en lo interno, y de turbulencias en lo internacional.
Violencia, corrupción e impunidad están entre los temas álgidos de su inmediata agenda, ya que se centró en ellos para acceder a la magistratura. Ya se sabe cuán difícil es tener éxito en tales empresas por lo endémico de la corrupción en México y por los controvertidos intereses que entran en juego en la extrema violencia que sufre el país, pero no es menos complejo el tema del débil crecimiento de su economía, lo que resultaría impostergable revertir para generar una mejor calidad de vida al inmenso estrato poblacional depauperado que confió en él.
Si en lo nacional sus tareas son titánicas, en lo internacional los retos van a ser igualmente inmensos. En el tema más destacado, que es el de la construcción de una relación nueva con Estados Unidos de Donald Trump. En este terreno, cualquier iniciativa que emprenda AMLO requerirá de hacer causa común, en primera instancia y antes de medirse con terceros, con el liderazgo empresarial local que experimenta una razonable desconfianza con su estilo y con sus tesis de gobierno.
Los tratados comerciales que México tiene en vigencia en la actualidad no solo con el gigante del norte, sino, además, con alrededor de cincuenta países han sido construidos como poderosas piedras de tranca para que ningún gobierno pueda echar por tierra las políticas de libre mercado que se han puesto en aplicación en el país y que son parte vital de la fortaleza de la economía y, sobre todo, de su iniciativa privada. Pero desde la llegada de Trump a Washington se ha hecho imperativo la revisión de la relación y deberán negociarse importantes modificaciones al Tratado de Libre Comercio que, según la nueva administración americana, los ha colocado en una posición de seria desventaja.
Será imprescindible, entonces, para el nuevo gobernante presentarse a tales encuentros de la mano de la empresa local y estar dispuesto a representar sus intereses. Esta tarea puede ser la más compleja de todas para un político convencido de que el pobre crecimiento de México durante las dos últimas décadas es el resultado de los excesos del país en su apertura externa.
Así pues, después de 18 años de alternancia política en un país repleto de dificultades, la estancia de AMLO en Los Pinos no va a ser cómoda.
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