El virus del ébola fue identificado por primera vez en 1976, cuando se produjeron dos brotes simultáneos: uno en Yambuku, aldea próxima al río Ébola, en la República Democrática del Congo, y el otro en una región remota de Sudán. No se conoce el origen del virus, pero pruebas actuales indican que murciélagos frugívoros (de la familia Pteropodidae) pueden ser huéspedes.
La enfermedad por el virus del ébola, antes llamada fiebre hemorrágica del ébola, es una enfermedad grave, a menudo fatal, con una tasa de letalidad de hasta 90%, es decir, 9 de cada 10 infectados muere, causada por el virus del ébola, que integra la familia de los filovirus.
A lo largo de estas décadas, desde 1976, el mundo ha desarrollado estrategias para enfrentar el virus del ébola, pues su presencia se hizo manifiesta en lugares diferentes del continente africano, donde siempre se mantuvo contenido. La Organización Mundial de la Salud y los ministerios de Salud de todos los países han estado en alerta en diferentes momentos debido a la letalidad del virus.
Hace algunos años, las alarmas se prendieron en todo el mundo ante la amenaza de una epidemia global que fácilmente podría llegar a cualquier parte debido a la red de interconexión global que existe, teniendo como punto de partida los aeropuertos y lugares de gran concentración de personas, como las iglesias, mezquitas, puertos y mercados.
Asimismo, en aquellos años, dado que algunos estadounidenses que tuvieron contacto con el virus del ébola regresaron a su país, se temió lo peor. Eran los primeros casos de ébola tratados por fuera de África. Incluso, mientras los muertos aumentaban en Liberia, Sierra Leona y Guinea, en América se comenzó de manera acelerada una investigación que llevara a la obtención de una vacuna que en diversos medios y sectores científicos se llegó incluso a anunciar como un hecho cumplido, pero nunca fue así.
El virus pasó de moda y la amenaza cinematográfica de una mortandad similar a la peste medieval se convirtió en una anécdota. Y, como siempre ocurre, las medidas sanitarias contra este virus se volvieron a archivar.
En plena mitad de 2019, el ébola reaparece hoy nuevamente y amenaza al mundo con una arremetida mayor que la de hace 5 años. En pocas semanas se cuentan ya más de 2.500 contagiados, de los cuales hoy han fallecido 1.676.
Lo anterior, con el agravante de que siguen existiendo las mismas posibilidades de que salte de continente, y se le suma que es la primera vez que el temible mal, con su condición mortal, afecta una zona en guerra: la República Democrática del Congo. No es un dato menor, porque la OMS acaba de anunciar que en esas condiciones son casi nulas las probabilidades de contener el brote, y muy altas las de que se disemine por el mundo.
De manera que pensar que el ébola es un asunto de África es equivocado. En días pasados, la alerta máxima llegó cuando en la capital provincial y volcánica de Goma, la urbe congoleña fronteriza con Ruanda que construye otro centro sanitario para la enfermedad y refuerza la vigilancia y prevención, y asume, entre trajín y jabón, las miradas del mundo entero. Sobre ella pesa ahora la responsabilidad de frenar la propagación de la epidemia al resto del mundo y, tanto los ciudadanos como los trabajadores sanitarios, gestionan la Emergencia de Salud Pública Internacional decretada por la OMS.
Este nivel de alerta, el máximo, ha sido decretado en cuatro ocasiones anteriormente y la consecuencia esperada en esta epidemia es que aumente la implicación internacional en su erradicación: más financiación, más recursos humanos, más expertos… “Esperamos que esta decisión pueda permitir acabar más rápidamente con la epidemia, por la toma de conciencia a nivel internacional”, confía el responsable de Médicos sin Fronteras para el ébola en el Congo, Antoine Gauge.
“Las señales son claras: la gente sigue muriendo en las comunidades, los trabajadores sanitarios continúan contagiándose y la transmisión no se detiene», ha señalado la presidente internacional de Médicos sin Fronteras, Joanne Liu, tras la declaración de la alerta internacional.
En días pasados, el Ministerio de Salud de la República Democrática del Congo confirmó el primer caso de ébola en esta zona del país, el de un pastor evangelista que viajó de Butembo a Goma. El domingo 14 de julio, tras presentar los primeros síntomas, se dirigió a una clínica. Después fue trasladado para ser atendido en un centro sanitario especializado que ya estaba preparado porque se temía que la enfermedad pudiese llegar a esta parte del país. El evangelista murió el martes 16 de julio.
Las autoridades localizaron al conductor del autobús que llevó al pastor y el martes buscaban a los 18 pasajeros que hicieron con él el trayecto, para hacer los controles y evitar perderle la pista al contagio.
La OMS ha emitido una serie de recomendaciones tras decretar la alerta. “Si bien no hay pruebas aún de una transmisión local del ébola en Goma, la República Democrática del Congo o Uganda, estos eventos representan una preocupante expansión geográfica del virus”, señaló el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus. “Es hora de que el mundo tome nota”, dijo en un comunicado. Adhanom aceptó el consejo de su junta asesora de invocar las disposiciones de emergencia solo utilizadas por el organismo de salud de la ONU en cuatro ocasiones anteriormente.
El máximo responsable de la OMS añade que la organización “no recomienda ninguna restricción en los viajes y el comercio, lo que más que detener el ébola podría dañar la lucha [contra el virus]”. “Esas restricciones fuerzan a la gente a usar pasos fronterizos informales y no vigilados, lo que incrementa el potencial de expansión de la enfermedad”, añadió.
La situación es complicada, el virus brota y desaparece y, luego brota con más fuerza y pone en jaque a los gobiernos del mundo.
¿Llegará el momento en que se pueda dar una situación que desencadene una peste de proporciones mundiales?
Tiempo al tiempo.