COLUMNISTA

No al alza de la gasolina

por Rubén Osorio Canales Rubén Osorio Canales

De todo el paquete de Maduro que con tanta pompa denomina plan para la recuperación económica, el más polémico a mi manera de ver, es el del aumento de la gasolina planteado además con ese estilo que tienen los prepotentes cuando el miedo se les mete en el cuerpo. Cuando lo escuché narrado por el propio presidente, vinieron a mi memoria todos los hechos violentos que generó la tímida y muy racional propuesta sobre el aumento de su precio hecha por Carlos Andrés Pérez, aquel no tan lejano febrero de 1989. Por mi mente pasaron como una reacción en cadena que comenzó en Guatire, la agitación, los enfrentamientos y sus resultados con saqueos, heridos y muertos, todos provocados, no me cabe la menor duda, por un plan desestabilizador que quería ponerle plomo en el ala a un gobierno democrático recién electo, que había anunciado un programa acusado de neoliberal que se queda corto al lado del que ahora han puesto en marcha con evidentes signos de que será un fracaso los comunistas de nuevo cuño que han puesto patas para arriba a este otrora hermoso país.

El tema es tan polémico y tan movedizo que el régimen tuvo que esperar tener el control total de los medios de comunicación, haber arrinconado a la oposición hasta hacerla inaudible, haberle amarrado las patas a los sindicatos,  haber cerrado el círculo de las protestas y haber sometido a todo el país a ocupar el tiempo en buscar alimentos y medicinas, y a ver en la diáspora una salida para su desesperación, para anunciar el aumento. Sin embargo se muestra inseguro y vacilante en su aplicación, a pesar de afirmar una y otra vez, movido por la desesperación que le crea haber dilapidado la renta petrolera, que el aumento a precios internacionales va. Se trata, pues, de un anuncio movido por la necesidad imperiosa de obtener los fondos de la urgencia, hecho además con bravuconadas, golpes en la mesa y acompañado de comentarios sardónicos de repudiable intención, como los del troglodita del mazo, cuando dice que “el que no se saque el carnet de la patria tiene que gastar muchos dólares para llenar su tanque”. Lenguaje impropio para anunciar una medida que conmocionará a todo un país en el que la hiperinflación devora el ya miserable salario medio del venezolano, a pesar de ofrecer una medida tan chantajista y discriminatoria como el de la inscripción en el carnet de la patria para aliviar la carga de quienes lo tengan.

Si algo nos mostró esa parte de la exposición hecha por Maduro es que su temor en aplicar una medida con la que ellos lograron en su momento incendiar el país, a pesar de estar todavía presente, ha disminuido al no encontrar una oposición capaz de hacerle frente a ninguna de las arbitrariedades que a diario cometen, con las que han logrado herir de muerte la democracia y restringir cada vez más las libertades ciudadanas. Este hecho, sumado al control de la censura que mantiene al pueblo desinformado e incomunicado con la conciencia crítica del país, pareciera haber logrado momentáneamente mantener el tema en un segundo plano, o haberlo convertido en materia para el rumor y la especulación; sin embargo vuelve a ocupar el primer plano por el anuncio hecho por el propio Maduro acerca de la puesta en marcha de la medida, “a manera de prueba”.

A pesar de que los tecnócratas aprueban el aumento porque según dicen no se puede vender un producto por debajo del costo de producción, argumento que sería válido si el gobierno no hubiese despilfarrado la renta petrolera y cumplido con sus obligaciones en materias como la educación, la salud, los servicios públicos y todo el resto de sus obligaciones, lo cual hace que a la medida se le considere inmoral, entre otras, por las siguientes razones: porque quien pretende aplicarla, en su momento, la combatió a sangre y fuego en el Caracazo, convertido en fecha patria por este régimen por considerarlo como un acto de rebelión popular contra una medida del imperialismo salvaje, porque no se conformó con despilfarrar la inmensa renta petrolera que recibió la nación, sino que en paralelo destruyó Pdvsa, porque del contrabando de la gasolina, que es su principal argumento para aplicar la medida, el régimen es el único responsable por no haberlo combatido con todas las fuerzas de seguridad del Estado, las que, en muchos casos, y esto lo sabe el pueblo, por vía de funcionarios deshonestos, han estado implicadas en ese delito y porque es inadmisible que se le aplique a un pueblo que no tiene cómo pagarla, cuando el régimen sigue enviándole a Cuba los 100.000 barriles de petróleo.

Es criminal porque al afectar con esa medida la totalidad del parque automotor, afecta a toda la población, porque ese aumento, además de arruinar los bolsillos de millones de venezolanos que tienen vehículos, muchos de ellos como instrumentos de trabajo, disparará los precios de todos los servicios que tengan que ver con el transporte de personas, de bienes de consumo y de cargas de todo tipo, lo que hará más insufrible la vida de los venezolanos.

Es injusta, terriblemente injusta, porque ese costo se sumaría a los ya asumidos por todos los venezolanos, sin excepción, gracias a que en estos veinte años gracias a las políticas del régimen, colapsó del sistema de salud, la escasez de medicamentos batió todos los récords, el cierre de hospitales y ambulatorios se convirtió en noticia diaria, y todo lo relacionado con la salud formó parte de la desazón de los venezolanos; el mismo cuadro que hemos tenido que asumir por el colapso de un sistema educativo que ha golpeado tanto a la educación pública como la privada, no solo en su deteriorada calidad, sino en los costos de los útiles, transporte y uniformes, sin contar el cierre de instituciones privadas por la fuga de docentes; el mismo costo que hemos padecido en las deficiencias del sistema de distribución de alimentos, medicinas y otros productos de consumo masivo, obligándonos a caer en el reinado delictivo y usurero del bachaqueo, producto exclusivo de las políticas del régimen que, aceleradamente, nos pusieron en el umbral del precipicio.

Es criminal, inmoral, injusto, degradante, todo a la vez, porque a las medidas tomadas por este régimen se debe el empobrecimiento de la nación. Es criminal porque el régimen sabe que, al aplicarlo, el dolor y la tragedia del pueblo aumentará y eso, no lo ponga en duda el querido lector, no le importa a quienes lo único que les preocupa, y por ello están dispuestos a lo que sea, es conservar el poder.

Lo que en realidad significa este aumento en el precio de la gasolina es que, más allá de ser una muestra de la insaciabilidad del régimen en devorar recursos sin rendirle cuentas a nadie, pasa a ser uno más de los nefastos instrumentos del régimen para someter, aún más de lo que ya está, a un estado de indefensión y dependencia del pueblo, sin importarle su sufrimiento.

Repasando los hechos, abrumado por tanto silencio opositor, me pregunto: ¿qué habrían hecho los que hoy ordenan el aumento de la gasolina de haber estado en la oposición?