La historia de la fotografía carabobeña, en general, es terreno inexplorado y a la espera de un estudio pormenorizado acerca de sus comienzos y pioneros. Aunque existen tempranas referencias de fotógrafos viajeros como, por ejemplo, José María Flores que visita la región en febrero de 1844, o Pedro Coll Font que ofrece sus servicios en el puerto y quizás en Valencia hacia 1862, es muy poco lo que conocemos sobre cuándo se inició este oficio, cómo evolucionó y quiénes fueron sus principales exponentes. Se trataba, claro está, de artistas itinerantes y de corta estadía, cuyas huellas resultan difícil de rastrear, amén de lo efímero que podía resultar su trabajo. El puerto, indudablemente, ha corrido mejor suerte en cuanto a la conservación de su acervo fotográfico, pues muchas y de buena calidad son las imágenes que se conservan de finales del siglo XIX y principios del pasado, en parte gracias al legado del inolvidable artista Henrique Avril, pero también de otros, establecido en la ciudad alrededor del año 1904. Valencia, por el contrario, continúa siendo un misterio, ya que cuesta entender el porqué de su mermado patrimonio fotográfico, al menos del dominio público, el que presumimos hoy se encuentra en colecciones o álbumes familiares privados, cuando no perdido.
En la medida en que la fotografía se populariza y se hace asequible al público, comienzan a abrir sus puertas talleres o estudios con carácter permanente. Entre los primeros que se cuentan en Valencia, podemos citar el de L. Labaure, tal y como se infiere de una nota aparecida en La Voz Pública, de enero de 1876: “El excelente fotógrafo señor Labaure ha contratado por ocho años la hermosa casa del señor Osío en la esquina del Capitolio; y allí establecerá en todo el entrante mes su taller de fotografía, montándolo al estilo de París”. No se trataba de un fotógrafo de ocasión, de esos que visitaban el lugar para asombro de la gente y hacer unos cuantos retratos, en su caso esperaba que el taller tuviera larga vida -recordemos que había arrendado la casa de Osío por ocho años- al punto de que en la prensa leemos: “Es esta una buena noticia para la capital de Carabobo, que tendrá una fotografía definitivamente radicada”. En sus inicios, el taller se ubicó en la calle de la Constitución, casa número 113, ofreciendo tarjetas de cuerpo entero y medio cuerpo por docenas, cabeza grande, viñetas o fondo perdido y busto fondo negro óvalo, foto-relieve (sistema enteramente nuevo) sea de busto, medio cuerpo o cuerpo entero, por precios que oscilaban entre 5,50 y 10 venezolanos. Un poco más costosos eran los retratos para álbum de cuerpo entero, medio cuerpo, bustos y viñetas y los de foto-relieve, que podían alcanzar hasta 20 venezolanos, aunque los niños tenían precios especiales. Las horas para retratar eran de las dos a las cinco y media de la tarde. Ya para el mes de marzo estaba en funcionamiento su taller al cual, según un cronista, una numerosa concurrencia acudió a admirar las excelentes muestras: “Ahora lo que falta -dice un suelto periodístico- es que la ciudad de Valencia corresponda a los nobles esfuerzos y premio al mérito del distinguido artista”. Labaure le recordaba al público que aunque podían retratarse desde las ocho de la mañana, por aquel mes la luz más favorable era la de la una a las cinco de la tarde.
Claro está las actividades de Labaure no se circunscriben únicamente a la urbe valenciana, sino que se traslada a otras localidades en donde se requieran sus servicios, como sucedía con Puerto Cabello a la que el fotógrafo visita “atendiendo al llamamiento que le han hecho algunos vecinos de aquella culta ciudad”. En enero de 1877, la Fotografía Labaure como se conoció el establecimiento, se muda a la calle del Sol, en la esquina del Capitolio, ofreciendo además de sus tarjetas y retratos, reproducciones y un amplio surtido de cuadros y marcos de todos los tamaños. ¿Cuánto tiempo se mantuvo abierto su taller? Lo ignoramos, quizás no tanto como lo hubiese deseado, a juzgar por los escasos ejemplares de sus tarjetas y retratos que se conocen, de las que afortunadamente conservamos una en nuestra colección.
La fotografía se populariza en la Valencia de entonces. Así, en 1877, en la sombrerería y quincalla de Roo y Santasusana, situada en la calle de Colombia, número 134, se podían adquirir a precios módicos, fotografías del Gran Demócrata Francisco Linares Alcántara, de su santidad Pío IX, de monseñor Silvestre Guevara y Lira, de monseñor José Antonio Ponte y una vista del interior de la Iglesia Matriz de la ciudad.
Otro taller se estrena en la ciudad, en junio de 1878, esta vez la Galería Venezolana de A. E. Domínguez, ubicada en la calle de la Paz, número 104, estudio fotográfico que ofrece al público “retratos de actualidad reformados”. Conservamos en nuestra colección, igualmente, una fotografía salida de este taller, la que por el soporte utilizado, delicada letra y orlas al reverso sugiere se trató también de un establecimiento permanente.
Aún así, los artistas itinerantes y de rápida estancia no desaparecen. En 1881, se establece en la calle del Sol, número 96, la Fotografía Artística Americana de Fredricks y Koester, como lo revela un aviso de prensa: “Venid Pronto. Próxima como está ya nuestra separación de esta bella y hospitalaria ciudad, nos apresuramos á ponerlo en conocimiento de sus ilustrados habitantes, para que en el caso de que quieran utilizar nuestros servicios en la Fotografía, lo hagan á la brevedad posible./ Tambien tenemos un gran surtido de marcos de terciopelo y cuadros de nogal, que vendemos á precios de costa en Nueva-York”.
Igual ocurrirá con la Gran Fotografía de Figueroa y Sra., condecorados con el Busto del Libertador, llegados a Valencia en septiembre de 1885, quienes permanecerán por unas pocas semanas allí. El estudio estaba en la calle del Sol entre la esquina del Capitolio y Dr. Revenga, ofreciendo sus trabajos artísticos en una galería mejorada, dada la “grande aceptación que el público valenciano dispensa á nuestros trabajos artísticos y deseando agradarlo mas”; no vacilan los esposos en decir que esperaban dejar en todo satisfecha a esa culta sociedad, de la que tantas muestras de simpatías habían recibido. Su oferta era verdaderamente atractiva: fotografías para grupos hasta de 70 personas, admirables retratos al tamaño natural en tinta china, trabajo de gran fama en Europa y Estados Unidos del Norte, artísticos trabajos al óleo al tamaño que se desee, hermosos creyones, reproducciones de retratos viejos sacados del modo más artístico y especialidad para retratos de niños de todas las edades. Ofrecían una exposición permanente en el mismo taller y las noches de retreta en la Plaza Bolívar, como siempre todo a precios módicos. Se trató, como lo dijimos, de una corta estadía, pues en octubre de ese mismo año Figueroa anunciaba que dejaba la ciudad, pero “antes de partir dedicará al Asilo de pobres el producto de sus trabajos de el 5 hasta el 20 de los corrientes” algo digno de encomio, indicaba la prensa del momento.
Doña Luisa Galíndez, en su siempre bien documentada Historia de Valencia (Siglo XIX), menciona a Carlos J. Rotundo, otro olvidado fotógrafo y pintor que hizo vida en Valencia, elogiando las vistas de los principales paseos de esa ciudad hechos por aquél en 1888, entre ellas, las fiestas del 19 de abril, interior y fachada de la Santa Iglesia Matriz, interior de los templos San Francisco y La Pastora, el cuadro de Nuestra Señora de la Piedad que existía en la Cabaña, el Nazareno del mismo templo y el interior del Mercado Público. No conocemos estas vistas en particular, pero sí tenemos una vista suya del antiguo barrio de Venecia de Puerto Cabello, de aproximadamente 1890, de gran calidad.
En fin, una ardua tarea por delante para los investigadores esa de completar el perfil biográfico y obra de artistas de la lente como Labaure, Domínguez, Figueroa y Sra., Rotundo y muchos más, así como hurgar por datos de otros de quienes apenas conocemos sus nombres como S.D. Levy, Daniel M. Rangel, Gabriel R. Salon, Esteban A. González, Hnos. González y Daniel Graterón, por citar algunos de quienes también conservamos fotografías en nuestra colección y desarrollaron su actividad en Valencia, contribuyendo así a completar esa historia de la fotografía en Carabobo, ávida de hallazgos que la enriquezcan.
@PepeSabatino
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